Los refugiados de Sud¨¢n que documentan presuntos cr¨ªmenes de guerra: ¡°Deb¨ª de enterrar a cientos de personas, perd¨ª la cuenta¡±
Los testigos de masacres, que huyeron de la guerra en Darfur, a¨²n temen por su vida en el vecino Chad, pero recopilan informaci¨®n crucial para la justicia internacional con la esperanza de que se procese a los posibles criminales
En las imag¨¦nes que muestra Faheem, los cad¨¢veres parecen quemados, de lo negra que est¨¢ su piel. Si los cuerpos se dejan bajo el sol abrasador el tiempo suficiente, autom¨¢ticamente empiezan a adquirir ese aspecto, explica este cooperante de la Media Luna Roja Sudanesa, mientras ojea una interminable cantidad de fotos y v¨ªdeos de sus vecinos muertos, que almacena cuidadosamente en su tel¨¦fono. ?l mismo ha tomado la mayor¨ªa de las im¨¢genes. El hombre muestra tambi¨¦n una secuencia filmada por un compa?ero, claramente a escondidas y en parte por debajo de una prenda de vestir, que muestra un cargamento de cad¨¢veres que son arrojados a una fosa com¨²n desde la plataforma de un cami¨®n.
Faheem tom¨® estas fotograf¨ªas en junio de 2023, cuando la capital de Darfur Occidental, El Geneina, fue atacada por las paramilitares Fuerzas de Apoyo R¨¢pido (RSF, por sus siglas en ingl¨¦s) y las milicias ¨¢rabes afiliadas a ellas (tambi¨¦n conocidas como yanyauid).
¡°En los primeros d¨ªas, sal¨ªamos a la calle a recoger los cad¨¢veres. Trabaj¨¢bamos m¨¢s de 12 horas al d¨ªa, pero incluso as¨ª no era suficiente. Muchos estaban gravemente mutilados, porque las fuerzas de la RSF disparaban con armas de gran calibre montadas en sus landcruiser. A veces, los milicianos ven¨ªan y nos sacaban de la ciudad, donde nos obligaban a enterrar los cad¨¢veres en fosas poco profundas. Creo que deb¨ª de enterrar a cientos de personas, perd¨ª la cuenta¡±, dice Faheem a este diario meses despu¨¦s desde Adr¨¦, un un peque?o pueblo de Chad situado a pocos kil¨®metros de la frontera con Sud¨¢n, donde se ha refugiado.
Faheem forma parte del m¨¢s de medio mill¨®n de sudaneses que huyeron a Chad debido a la guerra, de los que m¨¢s de 100.000 se alojan en el campamento de acogida temporal Camp ?cole, situado junto al pueblo fronterizo de Adr¨¦. Pero ni ¨¦l ni sus compa?eros se sienten seguros. Sus movimientos son inquietos, sus ojos est¨¢n apagados y est¨¢ claro que tienen miedo de contar su historia; ?y si tampoco est¨¢n seguros en Chad?
El ataque de El Geneina se convirti¨® en una masacre. Entre 10.000 y 15.000 personas fueron asesinadas durante el asalto y los meses posteriores, seg¨²n un informe de expertos enviado recientemente al Consejo de Seguridad de la ONU. Los investigadores concluyeron que los ataques fueron ¡°planeados, coordinados y ejecutados por las RSF y las milicias ¨¢rabes con las que colaboran¡±. En concreto, los hombres de la comunidad masalit, oriunda de El Geneina, fueron especialmente diezmados.
¡°Las RSF deben pagar por el asesinato en masa de nuestra comunidad¡±, afirma con rotundidad Abdo Ashraf (nombre ficticio), tambi¨¦n residente en Camp ?cole. Este hombre alto, vestido con traje blanco, prefiere hablar de lo que ha visto a la sombra de uno de los escasos ¨¢rboles que hay a las afueras del campo, donde numerosos refugiados le saludan efusivamente. ¡°Yo era uno de los l¨ªderes de la comunidad de El Geneina¡±, explica. ¡°Por eso estoy en la lista negra de la milicia. Si me hubieran pillado en un puesto de control cuando me dirig¨ªa hacia la frontera, me habr¨ªan ejecutado sin vacilar¡±, afirma.
La guerra en Sud¨¢n estall¨® el pasado abril por la falta de acuerdo entre el Ej¨¦rcito y las Fuerzas de Apoyo R¨¢pido sobre una reforma del sector de seguridad y su incapacidad de cimentar su autoridad tras haber ejecutado un golpe de Estado conjunto a finales de 2021. La asonada termin¨® con una fr¨¢gil transici¨®n democr¨¢tica iniciada en el pa¨ªs dos a?os antes, al poco de que el expresidente Omar al Bashir fuera derrocado despu¨¦s de 30 a?os en el cargo.
En nuestra lucha por la justicia, la informaci¨®n es nuestra ¨²nica arma.Abdo Ashraf, refugiado
El 29 de enero, el fiscal jefe de la Corte Penal Internacional (CPI), Karim Khan, afirm¨® ante el Consejo de Seguridad de la ONU que hay ¡°motivos para creer¡± que cr¨ªmenes contemplados en el Estatuto de Roma, como son el genocidio, cr¨ªmenes de guerra y cr¨ªmenes contra la humanidad, est¨¢n siendo cometidos tanto por el Ej¨¦rcito sudan¨¦s como por los paramilitares de las Fuerzas de Apoyo R¨¢pido en Darfur. Seg¨²n cifras de la ONU, desde que estall¨® el conflicto en abril, unos 10 millones de sudaneses han debido desplazarse, de los cuales 1,5 millones han cruzado las fronteras con pa¨ªses vecinos.
¡°Seguimos en peligro¡±
Ashraf sigue temiendo por su vida. Todos los d¨ªas ve a miembros de las milicias ¨¢rabes que cruzan, desarmados, la frontera. ¡°Pasan el rato en los mercados del pueblo cercano¡±, afirma Ashraf, ¡°y recopilan informaci¨®n sobre los que han huido de El Geneina¡±.
En agosto, un conocido de Ashraf muri¨® apu?alado en Metche, otro campamento cercano. Aunque el caso est¨¢ siendo investigado por la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur, por sus siglas en ingl¨¦s), que administra el campamento, Ashraf est¨¢ seguro de que el hombre fue asesinado por los yanyauid. ¡°En ese campamento viven 40.000 personas, pero solo est¨¢ vigilado por dos soldados con kal¨¢shnikov. Seguimos en peligro¡±, afirma.
Sobreponi¨¦ndose a sus temores, Ashraf sigue intentando hacer algo por su comunidad en el campamento. El hombre dirige una red de informaci¨®n junto a l¨ªderes espirituales, profesores y otros miembros destacados de su ciudad de origen. Entre todos recopilan datos sobre violaciones de derechos humanos. ¡°En nuestra lucha por la justicia, la informaci¨®n es nuestra ¨²nica arma¡±, declara Ashraf, y remacha: ¡°Por eso es vital que juntemos nuestros relatos, para evitar que se pierdan con el tiempo¡±. Porque casi todos los residentes de Camp ?cole tienen una historia sobre violaciones de derechos humanos al otro lado de la frontera. Por ejemplo, siete hombres contaron por separado a este diario que enterraron cad¨¢veres en fosas comunes.
Uno de ellos es Mustapha Mohamed Ahmed, un hombre mayor que lleva una kufiya blanca en la cabeza. ¡°Enterramos los primeros en el cementerio normal, pero pronto no qued¨® sitio¡±, cuenta Ahmed. El hombre dibuja l¨ªneas en la arena para explicar c¨®mo colocaba los cuerpos en tumbas poco profundas. Cada l¨ªnea representa uno. ¡°No paraban de llegar los cad¨¢veres. Cavamos tumbas adicionales por todas partes¡±, recuerda. La mayor¨ªa de los muertos eran hombres j¨®venes, explica Ahmed; algunos de ellos fueron ejecutados ante sus propios ojos. ¡°Vi a adolescentes atados, en el suelo sobre el asfalto¡±, relata. ¡°Los apu?alaron por la espalda con cuchillos. Eran todos j¨®venes de la tribu masalit. Mi hijo los conoc¨ªa de nuestro barrio¡±, acusa.
El retorno de la violencia ¨¦tnica recuerda a 2003, cuando el entonces dirigente, Omar al Bashir, moviliz¨® a milicias de etnia ¨¢rabe para que reprimieran una rebeli¨®n de poblaciones africanas. En la masacre que sigui¨®, 300.000 personas fueron asesinadas. Una d¨¦cada despu¨¦s, las Fuerzas de Apoyo R¨¢pido fueron establecidas a partir de la uni¨®n de grupos armados y respaldados por el Gobierno central. Su relaci¨®n con el ej¨¦rcito ha estado marcada por una fuerte rivalidad y, aunque esta pugna se agrav¨® tras el derrocamiento de Al Bashir en 2019, ambos hab¨ªan sido capaces de mantener una fr¨¢gil alianza de conveniencia.
A menudo, las personas con las que nos reunimos est¨¢n traumatizadas. Sus recuerdos a veces se mezclan y las fechas o lugares mencionados son incorrectosMohamed Osman, Human Rights Watch
Ahora que los autores de hace 20 a?os se ven de nuevo envueltos en el derramamiento de sangre en Darfur, las organizaciones de derechos humanos intentan recopilar informaci¨®n en los campos de refugiados del este de Chad para sentar las bases de una denuncia de posibles cr¨ªmenes de guerra.
Testimonios como los de Ahmed, Faheem y Ashraf son indispensables para Mohamed Osman, de Human Rights Watch (HRW). ?l y su equipo de investigadores visitaron estos campos de Chad varias veces en los ¨²ltimos meses para hablar con los refugiados. El trabajo es complicado, reconoce el experto. ¡°A menudo, las personas con las que nos reunimos est¨¢n traumatizadas. Sus recuerdos a veces se mezclan y las fechas o lugares mencionados son incorrectos¡±, explica por tel¨¦fono desde Berl¨ªn. Y cuanto m¨¢s tiempo pasa, mayor es el riesgo de que se pierda informaci¨®n valiosa. ¡°El tiempo, pero tambi¨¦n los traumas, nublan su memoria¡±, insiste.
El investigador se?ala que hasta los detalles m¨¢s peque?os en los testimonios de los refugiados pueden ser de gran importancia. ¡°Pasamos toda la informaci¨®n sobre posibles cr¨ªmenes de guerra a nuestros compa?eros especializados en recopilar y analizar datos e informaci¨®n de fuentes abiertas y de acceso p¨²blico¡±, explica Osman. Sus relatos pueden contrastarse y verificarse con ayuda de fotos, v¨ªdeos e im¨¢genes por sat¨¦lite. ¡°As¨ª nos aseguramos de que nuestras conclusiones son exactas¡±, prosigue. ¡°Podemos verificar ataques, incendios provocados y otros da?os materiales utilizando fotos disponibles p¨²blicamente tomadas desde el espacio¡±.
El miedo de ser testigo
En los campos de refugiados de la frontera con Darfur, los miembros de la red de informaci¨®n de Abdu Ashraf est¨¢n esperanzados ante el inter¨¦s internacional por las historias de los refugiados. ¡°Hace poco incluso vino un equipo de La Haya que est¨¢ investigando lo ocurrido en El Geneina¡±, cuenta Ashraf. Pero tambi¨¦n tienen miedo. ¡°Los yanyauid ya han asesinado anteriormente a testigos que podr¨ªan haber declarado ante la CPI¡±, dice este hombre.
Adem¨¢s, los analistas y expertos en seguridad afirman que todo indica que las RSF est¨¢n ganando terreno. ¡°Y si se hacen con el control del pa¨ªs, los masalit nunca podr¨¢n volver a Darfur y nadie ser¨¢ condenado por las atrocidades¡±, explica, con mirada sombr¨ªa Ashraf. ¡°Todo nuestro trabajo actual habr¨¢ sido en vano¡±.
Algunos refugiados tambi¨¦n dudan de que finalmente las pruebas que ellos recogen sirvan para algo. Los hechos les dan en gran parte raz¨®n. Tras las masacres de 2003, el caso relativo a Darfur fue remitido en 2005 a la CPI por el Consejo de Seguridad de la ONU para su investigaci¨®n. En 2022, comenz¨® en La Haya el proceso centrado en lo que se ha calificado de manera oficiosa como el primer genocidio del siglo XXI, con el juicio de Al¨ª Mohamed Al¨ª Abd al Rahman, alias Al¨ª Kushayb, supuesto excomandante de las milicias yanyauid. El hombre, que se entreg¨® en 2020 a las autoridades de la Rep¨²blica Centroafricana y fue trasladado despu¨¦s a los Pa¨ªses Bajos, se declar¨® no culpable de 31 cr¨ªmenes de guerra y contra la humanidad perpetrados entre 2003 y 2004, que, seg¨²n la fiscal¨ªa, causaron centenares de muertos. Se espera un veredicto para los meses venideros.
Sin embargo, Bashir, que cumple una condena por corrupci¨®n en su pa¨ªs, y otros dos sospechosos principales nunca han sido extraditados a la CPI. El 29 de enero, el Gobierno estadounidense declar¨® que recompensar¨ªa con cinco millones de d¨®lares a quien diera una pista que condujera a la detenci¨®n de uno de ellos, algo dif¨ªcil que ocurra en el actual contexto de guerra.
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