Escaparon de la Franja para quedar varados en Egipto sin papeles: ¡°Cuando saben que eres de Gaza, quieren d¨®lares¡±
Miles de personas que huyeron de la Franja hacia el pa¨ªs vecino viven con el visado caducado, sin apenas dinero y con acceso limitado a la educaci¨®n o sanidad. Ni El Cairo ni las organizaciones internaciones han centralizado alg¨²n tipo de asistencia
Para Suzan Beseiso, una mujer palestino-estadounidense de 31 a?os de la ciudad de Gaza, el 8 de octubre de 2023 ten¨ªa que ser el d¨ªa en el que empezaba unas vacaciones de varias semanas en alg¨²n lugar con playa de Egipto. La v¨ªspera de su salida, sin embargo, tuvo lugar el ataque del brazo armado de Ham¨¢s contra las comunidades israel¨ªes de alrededor de la Franja. Y con ¨¦l empez¨® a esparcirse el temor dentro del enclave ante lo que ya muchos presagiaban entonces que ser¨ªa una devastadora respuesta militar del ej¨¦rcito de Israel. En un primer momento, Beseiso recuerda que se mostr¨® reticente a abandonar su querido barrio de Rimal. Pero la magnitud de los ataques israel¨ªes, inicialmente a¨¦reos, hizo que la situaci¨®n se tornara insostenible muy deprisa. A los pocos d¨ªas, se march¨® casi solo con lo puesto hacia el centro de Gaza, a la ciudad de Deir El Balah, donde se refugi¨® con su familia unas tres semanas marcadas por la escasez de agua, comida y medicinas.
Pese a lo sobrevivido en aquel per¨ªodo y a que la vivienda de su familia acab¨® reducida a escombros por bombardeos israel¨ªes, Beseiso se cont¨® entre las m¨¢s afortunadas de Gaza y pudo salir el 2 de noviembre cuando abri¨® el cruce fronterizo de Rafah, que conecta con Egipto, para evacuar a extranjeros y titulares de doble nacionalidad. Ella, sus padres, su hermana, un sobrino y la abuela se encontraban entre el grupo de las primeras 350 personas en abandonar Gaza. Ya en Egipto, casi toda su familia decidi¨® volver a Estados Unidos. Pero Beseiso prefiri¨® quedarse en El Cairo, incapaz de instalarse en un pa¨ªs tan involucrado en la destrucci¨®n de Gaza. Tambi¨¦n para sentirse m¨¢s conectada a la Franja e intentar ayudar a otros menos afortunados. ¡°La culpa de dejar a tu gente atr¨¢s me est¨¢ matando, no es un proceso f¨¢cil¡±, desliza en una sofocante tarde de junio en una cafeter¨ªa en el este de la capital egipcia.
Actualmente, miles de gazat¨ªes que han podido huir de la Franja durante los ¨²ltimos meses permanecen suspendidos en Egipto, sobre todo en El Cairo, donde muchos se encuentran en situaci¨®n de creciente vulnerabilidad legal, econ¨®mica y social a medida que la guerra se prolonga y aquella reubicaci¨®n que ten¨ªa que ser temporal se va dilatando en el tiempo. En abril, el embajador palestino en Egipto, Diab Al-Louh, declar¨® a la agencia AFP que desde octubre han entrado al pa¨ªs hasta 100.000 gazat¨ªes. Y El Cairo ha afirmado que m¨¢s de 65.000 extranjeros y doble nacionales han cruzado en el mismo per¨ªodo, adem¨¢s de unos 10.000 heridos, enfermos y acompa?antes. El solapamiento de recuentos no es claro, y muchos de los que han llegado se han ido a terceros pa¨ªses. Pero miles se han quedado.
La culpa de dejar a tu gente atr¨¢s me est¨¢ matando, no es un proceso f¨¢cilSuzan Beseiso, gazat¨ª
Hay dos motivos, uno econ¨®mico y otro legal, que colocan a los gazat¨ªes en una posici¨®n muy vulnerable con solo pisar Egipto. Por un lado, quienes no ten¨ªan doble nacionalidad solo pudieron abandonar la Franja hasta principios de mayo, cuando Israel ocup¨® el paso de Rafah, recurriendo a una opaca red de intermediarios a la que pagaban miles de d¨®lares por persona. El proceso se conoce como ¡°coordinaci¨®n¡±, y el negocio estaba dominado por una agencia de viajes de un empresario egipcio pr¨®ximo a las altas esferas del Estado.
Por otro lado, salir de Gaza implicaba pagar sumas que oscilaron entre los 5.000 y 11.000 d¨®lares (entre 4.600 y 10.280 euros), pero quienes entraban en Egipto lo hac¨ªan con un visado ordinario cuya duraci¨®n ha variado entre 30 y 45 d¨ªas, sin la posibilidad autom¨¢tica de renovarlo. Esto significa que casi todos tienen hoy el visado caducado, lo que acarrea importantes implicaciones en un amplio abanico de actividades: desde contratar una l¨ªnea m¨®vil y recibir dinero del extranjero a disponer de seguro m¨¦dico, firmar un alquiler, escolarizar a los hijos y viajar.
Si bien para algunos aprovecharse de la desesperaci¨®n ajena ha representado un lucrativo negocio, para El Cairo la llegada de un gran n¨²mero de palestinos es un asunto delicado, ya que las autoridades han rechazado categ¨®ricamente un desplazamiento de poblaci¨®n masivo hacia Egipto alegando que no ser¨¢n part¨ªcipes de una limpieza ¨¦tnica de la Franja.
Alta vulnerabilidad
A excepci¨®n de las familias m¨¢s adineradas, la mayor¨ªa de gazat¨ªes han llegado a Egipto sin apenas posesiones y despu¨¦s de haber gastado todos o casi todos sus ahorros en el opaco tr¨¢mite para salir de Gaza. Adem¨¢s, como no pueden obtener una residencia, sobre el papel no pueden trabajar y asegurarse ciertos ingresos, lo que en la pr¨¢ctica significa que quienes lo hacen acaban aceptando oficios muy precarios y asumiendo el riego de ser detenidos.
Muchos de los problemas diarios a los que se enfrentan son los mismos que los de otros grupos de refugiados vulnerables. Encontrar una vivienda con un alquiler asequible suele ser una de las primeras barreras, y en muchos casos los propietarios explotan la situaci¨®n de los gazat¨ªes, y la creencia de que quienes llegan tienen dinero, para pedir precios abusivos. Beseiso, por ejemplo, ha tenido que cambiarse de piso solo medio a?o despu¨¦s de llegar a Egipto por este motivo. ¡°Cuando saben que eres de Gaza, quieren d¨®lares¡±, lamenta.
¡°Los problemas financieros son la ra¨ªz de todo¡±, coincide Amal Awni, una gazat¨ª de 28 a?os de Bureij, en el centro de Gaza, que se encontraba en Egipto cuando estall¨® la guerra y no ha podido regresar debido al cierre de las fronteras. ¡°En Egipto, la vida se ha vuelto muy cara. S¨¦ que la vida [tambi¨¦n] lo es para los egipcios, pero desde la guerra los precios de los apartamentos han empezado a subir¡± se?ala.
Abdallah, un taxista gazat¨ª de 35 a?os de Nuseirat, en el centro de Gaza, est¨¢ casado y tiene tres hijos. Todos entraron en Egipto en enero, y se instalaron en Al Arish, capital provincial del Sina¨ª del Norte, fronteriza con Gaza. Una de sus prioridades cuando lleg¨® era escolarizar a sus hijos, pero hasta ahora no lo ha conseguido. ¡°[Me dijeron] que los palestinos no pueden ir a escuelas p¨²blicas, sino que tienen que ser privadas¡±, explica por tel¨¦fono, ¡°pero cuando intent¨¦ matricular a los ni?os [en una escuela privada] me pidieron 30.000 libras egipcias [587 euros] por semestre, o 10.000 [unos 200 euros] por mes¡±, se queja.
¡°[Me dijeron] que los palestinos no pueden ir a escuelas p¨²blicas, sino que tienen que ser privadas¡±Abdallah, un taxista gazat¨ª
Algunos j¨®venes gazat¨ªes han podido regularizar temporalmente su situaci¨®n a trav¨¦s de la educaci¨®n superior. Es el caso de Allaaeldin Abuasaker, nacido en 1993 en Emiratos ?rabes Unidos pero criado luego en Yibna, un campo de refugiados en la ciudad de Rafah. Lleg¨® a El Cairo, donde ya hab¨ªa vivido, el 19 de febrero, y ha sido recientemente aceptado para realizar un doctorado en una universidad egipcia. ¡°La educaci¨®n es el camino para mejorar en la vida¡±, conf¨ªa mientras da sorbos a su caf¨¦ un atardecer de junio en un local junto al Nilo. ¡°Como palestino, nunca me rindo¡±, afirma.
El acceso a la sanidad tambi¨¦n representa un reto para algunos. Uno de los hijos de Abdallah, de cuatro a?os, tiene problemas de coraz¨®n y en Al Arish no han encontrado ning¨²n cardi¨®logo especializado. Donde s¨ª que podr¨ªa encontrarlo es en El Cairo, pero la capital se encuentra a m¨¢s de 300 kil¨®metros y Abdallah afirma que, si fuera, las autoridades no le dejar¨ªan regresar luego a Al Arish, cuyos accesos est¨¢n muy controlados. Adem¨¢s, el gazat¨ª nota que no tiene recursos para costear el proceso. ¡°Tendr¨ªa que ir a un hospital privado, y no tengo dinero¡±, asegura.
La devastaci¨®n de su tierra, el exilio y un destino inestable tambi¨¦n supone una pesada carga para la salud mental, como puede atestiguar Lama Bouchema, una psicoterapeuta del Reino Unido que impuls¨® en diciembre una iniciativa que hoy cuenta con una decena de profesionales para ofrecer tratamiento gratuito en l¨ªnea a gazat¨ªes en la Franja y Egipto. ¡°Nos encontramos con muchos s¨ªntomas de trastorno de estr¨¦s postraum¨¢tico, aunque para ellos no es realmente postraum¨¢tico porque sigue en curso¡±, nota Bouchema por tel¨¦fono. ¡°No tienen estabilidad, ya sea porque se preocupan por sus familiares o por la gente que quieren en Gaza, o porque est¨¢n en una situaci¨®n en Egipto en la que no pueden trabajar, no tienen dinero para vivir, dependen de donaciones de la gente¡±, agrega.
¡°Mucha gente experimenta depresi¨®n, depresi¨®n cr¨®nica, se a¨ªslan, son incapaces de tener motivaci¨®n por algo. Y hay mucha p¨¦rdida: de cosas f¨ªsicas, sus casas, sus identidades, de familiares¡±, se?ala. Tambi¨¦n hay ¡°mucho miedo, no necesariamente a morir o a la guerra, sino miedo por d¨®nde est¨¢n, qu¨¦ van a hacer con su vida¡±. Entre los ni?os, a?ade, es adem¨¢s frecuente ¡°la micci¨®n involuntaria y s¨ªntomas f¨ªsicos como el estr¨¦s y dolores¡±.
Ayuda mutua
La vulnerabilidad de los gazat¨ªes en Egipto se ha visto a su vez incrementada por el hecho de que no ha habido esfuerzos, del Estado o de agencias y organizaciones humanitarias, para centralizar alg¨²n tipo de ayuda. En teor¨ªa, los palestinos deber¨ªan poder acudir a la protecci¨®n de la agencia de la ONU para los refugiados, la Acnur, ya que el mandato de la agencia espec¨ªfica para los refugiados palestinos, la UNRWA, se limita a Jordania, el L¨ªbano, Siria y los territorios ocupados. En la pr¨¢ctica, est¨¢n en un limbo.
El flujo de gazat¨ªes a Egipto ha sido relativamente limitado, pero se ha producido cuando el pa¨ªs ya ha recibido en torno a medio mill¨®n de refugiados sudaneses en el ¨²ltimo a?o. Y todo ello ha coincidido con una profunda crisis econ¨®mica que est¨¢ haciendo mella en amplios sectores de la sociedad. En gran medida ¨¦sta es el resultado de la pol¨ªtica econ¨®mica perseguida por el Gobierno a lo largo de la ¨²ltima d¨¦cada, as¨ª como de choques externos como la guerra en Ucrania. Pero la situaci¨®n ha sido explotada por algunos sectores ultranacionalistas para atizar un sentimiento racista y contrario a los refugiados.
En este contexto, la mayor¨ªa de gazat¨ªes que necesitan ayuda dependen de sus redes personales, as¨ª como de iniciativas de apoyo mutuo, impulsadas sobre todo por palestinos y por grupos ben¨¦ficos egipcios, en ocasiones creados ad hoc y centrados en distribuir comida y ropa y ayudar con alquileres, tratamientos m¨¦dicos y otros gastos personales.
¡°Muchos vinieron aqu¨ª para estar a salvo. Pero contin¨²an sufriendo porque gastaron su dinero para huir y la vida es realmente cara¡±, asegura Abusaker, que dirige Palestine Charity Team, una organizaci¨®n ben¨¦fica registrada en Estados Unidos que ha organizado actividades para los gazat¨ªes en Egipto y ha enviado tres camiones cargados de ayuda humanitaria a Gaza en colaboraci¨®n con la ONG brit¨¢nica Refugee Biriyani & Bananas. Awni, de Bureij, impuls¨® a finales de octubre una iniciativa llamada Sanad que depende de donaciones y que trabaja visitando hospitales, ofreciendo acompa?amiento, repartiendo cajas de comida y organizando encuentros sobre todo para los m¨¢s peque?os en fechas se?aladas, como durante el Ramad¨¢n o en las principales festividades del a?o.
Pese a estos esfuerzos comunitarios, Abdallah tiene asumido que permanecer en Egipto en las condiciones actuales no es sostenible en el tiempo. ¡°Si encuentro un pa¨ªs al que emigrar, me ir¨ªa; si no, acabar¨¦ volviendo a Gaza. No hay soluci¨®n. Porque aqu¨ª en Egipto no tengo ingresos, ni casa, ni residencia, ni escuela¡±, desliza.
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