La lucha por la agroecolog¨ªa y los derechos de las campesinas de Mariama Sonko: ¡°Intentaron callarme, pero no lo lograron¡±
La senegalesa preside una organizaci¨®n regional que agrupa a 175.000 agricultoras de ocho pa¨ªses. Su sue?o es que la tierra sea para quien la trabaja
Al casarse con 17 a?os por presiones familiares, Mariama Sonko se fue a vivir a Niaguis, el pueblo de su marido, un peque?o n¨²cleo agr¨ªcola en la regi¨®n de Casamance, al sur de Senegal. All¨ª empez¨® a trabajar la legumbre y se involucr¨® en una asociaci¨®n de campesinas. Constat¨® con rabia que la tradici¨®n imped¨ªa a las mujeres poseer tierras y que solo pod¨ªan aspirar a alquilarlas en condiciones abusivas. Ya pod¨ªan decir las leyes lo que quisieran: el peso de la costumbre convert¨ªa su supuesto af¨¢n igualitario en papel mojado.
Hace unos 20 a?os, un episodio de injusticia sangrante soliviant¨® especialmente a la joven Sonko. Ella y un grupo de agricultoras hab¨ªan alquilado unas hect¨¢reas a un marabout, un l¨ªder religioso isl¨¢mico. Tras a?os de duro trabajo ¡ªde desbrozar, arrancar malas hierbas, arar y sembrar de sol a sol¡ª el marabout les comunic¨® que quer¨ªa rescindir el alquiler. No por casualidad, el hombre tom¨® su decisi¨®n justo cuando la tierra empezaba a producir buenas cosechas. ¡°Me indign¨¦. Le dije que no pod¨ªa echarnos precisamente al comprobar que nuestro esfuerzo estaba dando al fin sus frutos¡±, narra Sonko a este peri¨®dico en un parque de Tur¨ªn, donde viaj¨® a finales de septiembre para participar en Terra Madre, la feria organizada por el movimiento de alimentaci¨®n sostenible Slow Food.
Sonko pag¨® cara su rebeld¨ªa frente al l¨ªder religioso. ¡°Se form¨® un esc¨¢ndalo. Los notables del pueblo me acusaron de enfrentar a hombres y mujeres. Yo respond¨ª que lo que se hab¨ªa hecho con nosotras estaba mal desde una ¨®ptica moral. Pero no sirvi¨® de nada¡±. Pas¨® a ser una proscrita en Niaguis. Se le prohibi¨® seguir participando en el movimiento asociativo y se le despoj¨® de un cargo que ostentaba en el ayuntamiento. ¡°Intentaron callarme, pero no lo lograron¡±, afirma orgullosa, con su pose firme, de movimientos escuetos, y su voz rotunda.
Sonko, que tiene actualmente 52 a?os, cuenta que, siempre que han intentado humillarla, en lugar de amilanarse, ella se ha venido arriba. Ocurri¨® cuando, de peque?a, visitaba a la familia de su madre en Dakar. Algunos ni?os la acosaban por ser jola, la etnia mayoritaria en Casamance, otros la llamaban ¡°perra hambrienta¡±. ¡°En la capital, hay quien nos considera unos salvajes. Siempre he sido f¨ªsicamente fuerte. Me enfrentaba a ellos y, si era necesario, les pegaba para que entendieran que ser¨ªa la ¨²ltima vez que me dec¨ªan eso¡±, explica.
En ?frica, la agroecolog¨ªa no es m¨¢s que una forma de soberan¨ªa alimentaria de la que se han encargado tradicionalmente las mujeres
Cuando se produjo el incidente con el marabout, Sonko ya hab¨ªa alcanzado notoriedad en la regi¨®n, entre otras cosas, por ser gestora en la federaci¨®n de organizaciones de mujeres en Ziguinchor, una de las tres provincias en que se divide Casamance. ¡°Segu¨ª mi combate desde all¨ª, sensibilizando y formando a compa?eras¡±. En radios y foros. En conversaciones privadas y corrillos de campesinas. Siempre que ten¨ªa ocasi¨®n, Sonko esparc¨ªa su mensaje: la tierra, para quien la trabaja.
La soluci¨®n
A?os despu¨¦s, comenz¨® a observar con preocupaci¨®n c¨®mo la Alianza para la Revoluci¨®n Verde en ?frica (AGRA, por sus siglas en ingl¨¦s), creada en 2006, estaba presionando para imponer un modelo agroindustrial en el continente. Sonko rechazaba la idea de un campo africano sembrado con semillas modificadas gen¨¦ticamente y plagado de fertilizantes y pesticidas qu¨ªmicos. Poco a poco, fue cristalizando su causa personal, en la que convergen la lucha por los derechos de las mujeres y la defensa de un sistema de alimentaci¨®n respetuoso con el medio ambiente. Sonko considera natural esta simbiosis ecofeminista: ¡°En ?frica, la agroecolog¨ªa no es m¨¢s que una forma de soberan¨ªa alimentaria de la que se han encargado tradicionalmente las mujeres¡±.
En 2011, cre¨® junto a 12 organizaciones de cinco pa¨ªses (Senegal, Burkina Faso, Guinea-Conakri, Mali y Ghana) el movimiento que hoy preside: Nous Sommes la Solution (Somos la soluci¨®n, NSS, seg¨²n sus siglas en franc¨¦s). Sostiene que solo las mujeres podr¨¢n encabezar el remedio al problema de la agricultura hipertecnificada e intensiva, que describe como una absoluta cat¨¢strofe. ¡°Amenaza con destruir todo lo que nuestros ancestros nos han legado, en especial los suelos f¨¦rtiles y las semillas aut¨®ctonas¡±, recalca.
NSS agrupa actualmente a m¨¢s de 800 organizaciones que representan a unas 175.000 campesinas de ocho pa¨ªses (a los cinco iniciales se sumaron posteriormente Costa de Marfil, Gambia y Guinea-Bis¨¢u). A pesar de la l¨®gica diversidad en un movimiento tan extenso, un objetivo sirve de eje: que las agricultoras sean propietarias de la tierra que cultivan y que produzcan a partir de los principios de la agroecolog¨ªa. Sin qu¨ªmica ni deforestaci¨®n. Sirvi¨¦ndose de los saberes ancestrales y a?adiendo a estos conocimientos cient¨ªficos e innovaciones adaptadas al contexto.
Mientras se avanza en esta direcci¨®n, NSS pretende que brote entre los hombres una nueva mentalidad que ¡°reconozca el papel de las mujeres como pioneras en el desarrollo del territorio¡±, contin¨²a Sonko. A pesar de los avances, explica que en los campos de ?frica occidental sigue imperando el ¡°desprecio¡± hacia la figura femenina. Pervive una s¨®lida inercia apuntalada, salvo excepciones, por un empe?o en no cuestionar al status quo: ¡°La mayor¨ªa de hombres piensa, sin m¨¢s, que as¨ª se tienen que hacer las cosas porque as¨ª se han hecho siempre¡±.
Respeto al entorno y libertad
NSS rechaza el frente de batalla jur¨ªdico y blande armas de persuasi¨®n reforzadas con pura l¨®gica. ¡°Insistimos en los beneficios de que las mujeres puedan comprar o heredar tierras. Por ejemplo, porque as¨ª el patrimonio de la familia aumenta. Utilizamos este tipo de argumentos para que los hombres se abran¡±. Seg¨²n ella, la estrategia est¨¢ funcionando: ¡°Gracias a nuestro trabajo, muchas mujeres de ?frica occidental cultivan hoy sus propios terrenos¡±.
Insistimos en los beneficios de que las mujeres puedan comprar o heredar tierras. Por ejemplo, porque as¨ª el patrimonio de la familia aumenta. Utilizamos este tipo de argumentos para que los hombres se abran
En el debate estrictamente agr¨ªcola, NSS aduce la fuerza de los hechos. ¡°El sector agroindustrial nos acusa de ser ignorantes, de estar trayendo pobreza... Lo mismo de siempre. Nosotras no entramos al trapo, no nos interesa una conversaci¨®n en t¨¦rminos te¨®ricos o abstractos. Simplemente, invitamos a visitar nuestras granjas para que la gente juzgue por s¨ª misma¡±. Seg¨²n Sonko, en las plantaciones que promueve el movimiento todo se armoniza bajo un ¡°sistema sostenible, con biofertilizantes y bioprotectores, que produce buenos rendimientos¡±. El fin m¨¢ximo pasa por alcanzar la soberan¨ªa alimentaria, aunque nadie corta las alas a aquellas mujeres que quieran volar m¨¢s alto. No hay freno a la hora de expandir la producci¨®n para vender en mercados locales o internacionales. Solo existe una regla: ¡°Servirse de t¨¦cnicas que no contradigan la preservaci¨®n del medioambiente¡±. A partir de ah¨ª, ¡°se puede crecer lo que una quiera¡±.
Sonko sigue viviendo en Niaguis, donde cultiva ¡°un poco de todo¡± en su finca de tres hect¨¢reas, forma sobre pr¨¢cticas agroecol¨®gicas y alienta debates abiertos en torno al ¡°papel de la mujer en las explotaciones familiares y la pol¨ªtica local¡±. Ha llovido mucho desde que los notables del pueblo hicieran todo lo posible por silenciar a aquella joven de voz poderosa que hablaba demasiado.
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