Los ni?os trabajadores de Banglad¨¦s, una d¨¦cada despu¨¦s: ¡°No quiero dedicarme toda la vida a limpiar lo de otros¡±
Diez a?os en la vida de un grupo de chavales del pa¨ªs asi¨¢tico ilustran lo dif¨ªcil que resulta escapar del c¨ªrculo vicioso de la pobreza y que el talento no basta cuando la igualdad de oportunidades es una quimera
Hace casi una d¨¦cada, en 2015, Planeta Futuro cont¨® la historia de nueve menores de Banglad¨¦s: Kanchon, Emon, Hashi, Shopon, Rakib, Alamin, Rahat, Nazmul y Fahim. Entonces ten¨ªan entre 9 y 13 a?os y eran alumnos de primaria en las escuelas para ni?os trabajadores de la ONG Educo. Tambi¨¦n ejerc¨ªan de mec¨¢nicos, esclavas dom¨¦sticas, fabricantes de calzado, colectores de basura¡ Todos eran mano de obra muy barata, v¨ªctimas de la pobreza extrema que empuja a millones de menores a buscar empleos con los que contribuir a las precarias econom¨ªas familiares. ¡°Necesitamos ingresos¡±, dec¨ªan sus padres. ¡°Les ense?o un oficio¡±, justificaban sus empleadores.
El reencuentro con cinco de ellos llena el vac¨ªo de su historia entre la foto fija de su dif¨ªcil infancia en 2015 y su vida adulta hoy. ¡°No me acuerdo mucho¡±. Shopon (21 a?os) se resiste a rememorar su ni?ez al observarse en las fotograf¨ªas con 11 a?os, descalzo sobre una inmensa monta?a de basura en el barrio informal de Korail, uno de los m¨¢s grandes de Daca, donde rebuscaba materiales aptos para vender a recicladores. Solo uno de ellos, una ni?a de nombre Kanchon, ha logrado llegar a la universidad.
Las estad¨ªsticas menos favorables en 2015 estimaban que hab¨ªa casi ocho millones de ni?os empleados en el pa¨ªs, de 169,4 millones de habitantes, de los que el 13% eran extremadamente pobres, pese a que el empleo de menores de 14 a?os est¨¢ prohibido por ley desde 2006 y los trabajos peligrosos est¨¢n vetados para los que tienen menos de 18. Impulsado por una econom¨ªa en crecimiento ¨Ddesde 2015 es considerado un pa¨ªs de renta baja-media¨D Banglad¨¦s se hab¨ªa comprometido a erradicar las formas m¨¢s duras de trabajo infantil para 2025 (una lista de 43), y el empleo de ni?os para 2030. Pero est¨¢ lejos de alcanzar sus objetivos: los avances, muy discretos, fueron truncados por la pandemia.
Seg¨²n la m¨¢s reciente Encuesta Nacional sobre Trabajo Infantil (NCLS) de 2022, hay en el pa¨ªs 3,54 millones de peque?os trabajadores entre 5 y 17 a?os (8,9% de la poblaci¨®n infantil, de 40 millones), de los que 1,07 millones est¨¢n involucrados en trabajos peligrosos. El 47%, seg¨²n la misma encuesta, no asisten a la escuela, que es obligatoria desde 1990. Estas cifras sit¨²an a Banglad¨¦s como el segundo pa¨ªs del mundo con m¨¢s trabajo infantil, despu¨¦s de India y el primero en n¨²mero de menores de 14 a?os empleados. ¡°Y eso es lo que podemos ver, porque de los 2.000 ni?os que hemos formado en nuestras escuelas, a ninguno le han preguntado jam¨¢s para las encuestas [oficiales]¡±, apunta Afzal Kabir Khan, responsable del programa para la eliminaci¨®n del trabajo infantil de Educo Banglad¨¦s.
Otras lagunas para contabilizar el trabajo infantil son que la mayor¨ªa trabaja en el sector informal, lo que escapa al control de Gobierno, y que el servicio dom¨¦stico no se considera oficialmente un trabajo, por lo que las ni?as empleadas del hogar no cuentan como trabajadoras. Tampoco cuentan como ni?os trabajadores los que ¡°ayudan¡± en los negocios familiares o trabajan menos de cinco horas al d¨ªa.
El cambio clim¨¢tico en este pa¨ªs tan expuesto a los desastres empeora la situaci¨®n. ¡°Cada vez m¨¢s hay desastres que dejan sin medios de vida a las familias, que vienen a la ciudad y ponen a sus hijos a trabajar para sobrevivir¡±, detalla Md. Abulkashem, director de una escuela para ni?os trabajadores en la capital. ¡°Un desbordamiento de un r¨ªo en una zona rural provoca que la familia pierda todo y ponga a los hijos a trabajar¡±, detalla Md. Abulkashem.
¡°Y la aceptaci¨®n social del trabajo infantil es alta¡±, apunta Afzal Kabir Khan. La lucha es doble, explica: contra la pobreza y la arraigada tolerancia. Con la ley no basta, hay que aplicarla. ¡°Cambiar la mentalidad es lo m¨¢s dif¨ªcil. No lo ven como algo malo, as¨ª que en alg¨²n momento hay que castigar a quienes emplean a ni?os porque de coraz¨®n no van a dejar de hacerlo¡±, anota. Shahin Akter Sathi es concejala de distrito en la corporaci¨®n Norte de Daca. ¡°Cuando les pregunto a empleadores por qu¨¦ contratan a ni?os, me replican que cu¨¢l es mi problema, si no lo es para sus padres. As¨ª de dif¨ªcil es implementar la ley¡±, expone.
El Ministerio de Trabajo de Banglad¨¦s rechaz¨® realizar comentarios sobre sus esfuerzos en esta materia en un encuentro presencial concertado con el responsable del departamento de inspecciones a factor¨ªas y establecimientos que acab¨® en una mera invitaci¨®n a caf¨¦. Tampoco contest¨® a los requerimientos posteriores por correo electr¨®nico.
Emon Hawlader: de mec¨¢nico a conductor
En 2015¡
Cuando Emon Hawlader ten¨ªa 13 a?os so?aba con estudiar y ser ingeniero. Llevaba desde los nueve trabajando como mec¨¢nico, uno de esos empleos prohibidos por ley en Banglad¨¦s para menores de 18 por su peligrosidad. Cursaba tercero de primaria.
¡°Est¨¢ aprendiendo un oficio y ganando un dinerillo mientras estudia. S¨¦ que est¨¢ prohibido, pero no le presiono. No le exploto y no le asigno tareas peligrosas¡±. As¨ª justificaba Md. Ziaur Rahman, de 30 a?os entonces, que empleaba informalmente a Emon por 1.500 takas (17 euros) al mes. ¡°Me rega?a cuando hago algo mal¡±, revelaba el ni?o. ¡°Cuando me equivoco, me pega, me abofetea o me golpea la mano con el mango del martillo¡±, describ¨ªa.
Emon estudiaba en la escuela de Educo en el slum de Shampur, en su pupitre de madera desgastada, entre coloridas manualidades y una pizarra de tiza. Era su para¨ªso durante tres horas al d¨ªa, que part¨ªan en dos su jornada laboral.
Hoy¡
Emon y Md. Ziaur Rahman son hoy vecinos y ¡°amigos¡±. Con 21 a?os, Emon ya no vive con sus padres y ha asumido el cuidado de sus dos hermanas, con quienes convive desde hace unos meses en una vivienda de cemento, considerablemente mejor que la de chapa en la que que habitaba de ni?o, en el mismo barrio informal en el que creci¨®. Su madre emigr¨® a Arabia Saud¨ª como empleada dom¨¦stica para tener ingresos con los que hacer frente a las deudas que contrajo el padre por su adicci¨®n a las drogas.
Emon no cumpli¨® su sue?o de continuar con sus estudios para ser ingeniero. Dej¨® la escuela y nunca lleg¨® a cursar la secundaria. Sin embargo, gracias a sus conocimientos b¨¢sicos, consigui¨® obtener una licencia de conductor y recorre el pa¨ªs para ganarse la vida repartiendo mercanc¨ªas con una camioneta. ¡°Transporto de todo: frutas, metales, ladrillos¡±, enumera. ¡°Me pagan bien y voy a muchas partes de Banglad¨¦s, es alucinante. Y querr¨ªa ir al extranjero alg¨²n d¨ªa¡±. De media, gana unos 15.000 takas (115 euros) al mes. ¡°Cuando se da bien, hasta 20.000 (153 euros)¡å.
¡°Deber¨ªa haber m¨¢s escuelas para ni?os pobres¡±, solicita. Considera que, en su caso, estudiar le abri¨® las puertas para poder obtener el carn¨¦ de conducir y tener un empleo con el que paga el alquiler de su nueva casa. Ya est¨¢ pensando en mudarse a otra m¨¢s grande. Adem¨¢s de a sus hermanas, a las que mantendr¨¢ ¡°hasta que se casen¡±, sostiene a su abuela, que vive en un pueblo. ¡°La educaci¨®n es muy importante. Al menos, aprender lo b¨¢sico, y saber c¨®mo leer facturas, las se?ales, las finanzas¡±, razona. ¡°Tambi¨¦n es necesario para navegar con el m¨®vil, usar el GPS y estar informado¡±.
Rakib Mridha: de zapatero a conductor de ¡®rickshaw¡¯
En 2015¡
Rakib Mridha ten¨ªa 12 a?os cuando Planeta Futuro le conoci¨® en su lugar de trabajo, donde pasaba nueve horas al d¨ªa agachado en una habitaci¨®n de unos nueve metros cuadrados abarrotados de planchas de cuero junto con otra media docena de ni?os. Su labor: cortaba con una navaja las l¨¢minas en forma de suela de zapato por 1.500 takas (17 euros) al mes. As¨ª fue su vida desde que ten¨ªa nueve a?os y sus manos y pies repletos de cicatrices por los cortes daban cuenta de la dureza de su empleo. ¡°Me hago da?o varias veces al mes¡±, detallaba. ¡°Me siento mal, porque veo que otros ni?os no trabajan y est¨¢n mejor. Pero tengo que pagar el alquiler de la casa, que son 3.000 takas (34 euros) al mes¡±, explicaba.
A Rakib le gustaba aprender matem¨¢ticas e ingl¨¦s. ¡°Para entender a los extranjeros¡±, dec¨ªa. De mayor quer¨ªa ser profesor. Un sue?o que su padre, Paruk (37 a?os entonces) deseaba que cumpliera, para que no acabara siendo conductor de rickshaw (bicicletas con cabina incorporada para pasajeros) como ¨¦l. ¡°Espero que en el futuro consiga un trabajo decente y pueda vivir en un lugar mejor¡±, se le humedec¨ªan los ojos.
Hoy¡
Nueve a?os despu¨¦s, Rakib es lo que su padre quer¨ªa evitar, conductor de rickshaw, y vive en una habitaci¨®n en el slum tan peque?a y precaria como aquella en la que habitaba con sus padres y hermanas, con cocina compartida y sin ba?o. Hoy, el padre es ¨¦l, de una peque?a de cuatro meses a la que espera dar otro futuro distinto del suyo. ¡°Quiero que haga m¨¢s cosas que yo¡±.
Eso mismo dec¨ªa su padre. ¡°No me gusta, pero tengo que usar a mi hijo para tener ingresos¡±, lamentaba Paruk. Preguntado Rakib por c¨®mo har¨¢ ¨¦l para garantizar que la misma precariedad no se repita con su peque?a, se limita a decir. ¡°Har¨¦ todo lo posible para darle oportunidades. No querr¨ªa que mi hija trabaje. Ning¨²n padre lo quiere; tampoco mi padre lo quer¨ªa, pero no hab¨ªa otra opci¨®n¡±.
Rakib complet¨® la primaria y comenz¨® la secundaria, pero lleg¨® un punto en el que dej¨® de estudiar porque no ten¨ªa ¡°ni tiempo ni dinero¡± y encaden¨® empleos a cada cual peor. ¡°Ten¨ªa accidentes¡±, se se?ala las viejas y nuevas cicatrices en las manos. ¡°Ten¨ªa ampollas, algunos compa?eros murieron¡±, rememora.
¡°Hoy soy feliz pese a mis problemas financieros¡±, asegura mientras acuna a su beb¨¦. Gana unos 500 takas (3,80 euros) cada jornada que trabaja, pero no todos los d¨ªas puede conducir porque el rickshaw se rompe, ¨¦l cae enfermo o las condiciones clim¨¢ticas no lo permiten. Esos d¨ªas, no tiene con qu¨¦ alimentar a la familia y tiene que pagar igualmente el alquiler (350 takas, que son 2,70 euros) del transporte, reconoce. Su sue?o es comprarse su propio rickshaw o sacarse la licencia de conducir veh¨ªculos a motor, pero ahorrar o sacar tiempo para estudiar es una quimera en sus circunstancias. ¡°No tengo seguridad. Como todo el mundo, querr¨ªa un empleo mejor¡±.
Md. Rahat: de zapatero a agricultor
En 2015¡
Md. Rahat ten¨ªa 11 a?os cuando trabajaba en el mismo taller que Rakib. Ninguno era capaz de esbozar una sonrisa cuando se les tomaba fotograf¨ªas o se les preguntaba sobre sus momentos felices en la escuela. Estaban cansados, dec¨ªan. Aun as¨ª, iban cada tarde al colegio y entonces cursaban quinto de primaria.
Hoy¡
¡°Os recuerdo. No hab¨¦is cambiado¡±, asegura Rahat (21 a?os), a pesar de que el encuentro con ¨¦l fue fugaz en 2015, en la f¨¢brica de cuero, sin posibilidad de visitar su casa o su escuela. ¡°He trabajado de muchas cosas. Gracias a la escuela, todos mis empleadores dec¨ªan que estaban contentos con mi trabajo y mi buen hacer¡±, rememora en la vivienda de su madre en el slum en Daca, adonde acude de visita, advertido por Educo de que este medio quer¨ªa conocer qu¨¦ hab¨ªa sido de su vida. Hace unos meses, se mud¨® a Dhankhali, un pueblo en un ¨¢rea remota, con su mujer, de 19 a?os y embarazada. All¨ª trabaja como agricultor en una plantaci¨®n de arroz.
¡°Es un trabajo al d¨ªa, de la mano a la boca¡±, expresa. ¡°Querr¨ªa tener mi propia tierra. Pero ahora no puedo ahorrar¡±. Antes de despedirse, solicita: ¡°?No conocer¨¦is a alguien que me pueda costear formaci¨®n t¨¦cnica para aprender un oficio mejor?¡±.
Md. Shopon Mia: de reciclador a supervisor de limpieza
En 2015¡
En el barrio chabolista de Korail, en el centro de Daca, viven 200.000 personas. Las toneladas de basura que generan los pobres que all¨ª viven van a parar al vertedero en el que trabajaba Shopon. Ten¨ªa 11 a?os, a punto de cumplir los 12, y llevaba tres trabajando cuando Planeta Futuro cont¨® su historia en 2015. ¡°No recuerdo mucho de aquellos d¨ªas¡±, confiesa mientras mira incr¨¦dulo las fotograf¨ªas en las que se le ve en el que era su lugar de trabajo: una descomunal monta?a de porquer¨ªa bajo sus pies descalzados, donde buscaba pl¨¢stico o cables que pudiera vender para su reciclado.
¡°A mi madre no le gusta que est¨¦ aqu¨ª, pero tengo que mantener a la familia¡±, explicaba entonces. Y no era un decir, de ¨¦l depend¨ªa el sustento de su madre y una hermana peque?a desde que el padre les abandon¨® y su hermana mayor se march¨® de casa.
Shopon no sab¨ªa cu¨¢nto ganaba, pero era apenas lo suficiente para pagar puntualmente el alquiler de su casa, 2.500 takas (casi 29 euros) al mes. Su madre contribu¨ªa a la econom¨ªa familiar mendigando por la calle, aunque el ni?o se resist¨ªa a reconocerlo. Eran tan pobres que no ten¨ªan ni una cama y los tres dorm¨ªan en el suelo de una oscura chabola de escasos metros delimitados por chapa de zinc. All¨ª so?aba con ser polic¨ªa de mayor ¡°para coger a los ladrones¡±. Sin embargo, la vida le ha llevado por otros derroteros.
Hoy¡
¡°No era un buen trabajo¡±, sigue mirando las fotograf¨ªas. ¡°Despu¨¦s trabaj¨¦ en una tienda y en un restaurante... Se llamaba Canela¡±, relata. Tambi¨¦n se gan¨® el sustento como ayudante de un minib¨²s, un trabajo prohibido para menores de 18 al ser muy peligroso por el riesgo de ca¨ªda mientras los chiquillos van amarrados en el exterior a la caza de clientes. ¡°La polic¨ªa cancel¨® la ruta y tuve que dejarlo¡±. Daca ha realizado un gran esfuerzo para eliminar este tipo de trabajo infantil persiguiendo a los conductores que contratan a menores como ayudantes. A¨²n as¨ª, Rabbi Islam, que hoy tiene 11 a?os, trabaja en uno de estos transportes. La historia se repite: ¡°Tengo que ayudar a la familia¡±.
Tras seis meses en paro, Shopon recibi¨® una oferta para trabajar como limpiador en una empresa alemana en el centro de la ciudad. Eso fue hace seis a?os. Acept¨® y fue progresando. Hoy es supervisor de cuatro personas del servicio de limpieza. ¡°No quiero dedicarme toda la vida a limpiar lo de otros¡±, confiesa, ya en su casa de dimensiones m¨ªnimas en el slum de Korail, sin luz natural ni cocina ni ba?o propio, donde el aire es denso y vive con su mujer de 18 a?os, embarazada y con quien se cas¨® siendo ambos menores, y una gata a la que adopt¨® cuando era un ni?o y la prole de cinco mininos que la felina pari¨® justo el d¨ªa antes de recibir la visita.
¡°Quisiera tener una vida mejor. Tengo un plan: obtener la licencia de conducir y trabajar de transportista¡±. Un empleo con mayor remuneraci¨®n y menos estr¨¦s, dice. ¡°Me gustar¨ªa que me visitarais dentro de 10 a?os¡±, pide. ¡°La educaci¨®n me ha dado oportunidades. Puedo leer, conduzco, uso un ordenador en el trabajo, hago presentaciones y relleno formularios, y me siento con poder para progresar¡±.
Con todo, en su actual empleo gana lo suficiente para pagar la renta (4.000 takas al mes), la luz e internet ¡°para escuchar canciones en YouTube¡±. En la oficina nadie est¨¢ al corriente de que fue ni?o trabajador, ni quiere que lo sepan. Tampoco que vive en Korail y su precaria situaci¨®n. El estigma del pasado y la pobreza es una losa pesada en el pa¨ªs asi¨¢tico.
Kanchon Rani Das, de empleada dom¨¦stica a universitaria
En 2015¡
Con 11 a?os, Kanchon Rani Das hab¨ªa dejado su trabajo hac¨ªa unos meses despu¨¦s de cuatro a?os sirviendo en una casa. Sus hermanas se hab¨ªan casado y marchado, lo que supon¨ªa menos bocas que alimentar en el hogar y menos necesidad de ingresos. ¡°Ahora dibujo y estudio m¨¢s ingl¨¦s¡±, explicaba en la lengua de Shakespeare. ¡°Me gusta porque quiero viajar al extranjero¡±. Mientras la ni?a hablaba, la madre, Johshowda Rani, le acariciaba suavemente la frente. ¡°Estoy sorprendida y orgullosa de que hable otro idioma. Ha podido estudiar y, adem¨¢s, ella trabaja duro¡±. No hac¨ªa falta examinar sus notas para darse cuenta de que Kanchon era muy inteligente. ¡°El trabajo infantil debe parar¡±, dec¨ªa. ¡°Sue?o con construir una casa de madera fuera del slum y que mis padres se vengan conmigo¡±.
Hoy¡
Kanchon Rani Das tiene hoy 21 a?os y a¨²n vive en el slum de Korail, ya de manera independiente. Cursa primero de Administraci¨®n en la universidad p¨²blica estatal de Tongi. ¡°Managment¡±, dice en ingl¨¦s. El camino para llegar hasta aqu¨ª no ha sido f¨¢cil. Con timidez, la cara tapada con un niqab y en lengua blangla, comienza el relato de su vida desde 2015. Culmin¨® la educaci¨®n primaria en la escuela para ni?os trabajadores. Pero su padre insisti¨® en varias ocasiones para que dejara los estudios y volviera a trabajar. ¡°Me pon¨ªa muy nerviosa no poder terminar¡±. Pero su determinaci¨®n prevaleci¨®.
¡°Soy la ¨²nica de mi familia que ha estudiado¡±, empieza a relajarse, se destapa la cara y se expresa en ingl¨¦s. Otra ONG le subvencion¨® la secundaria. ¡°Y 9? y 10? fue gratis porque era muy inteligente¡±.
Apenas se reconoce en las fotograf¨ªas de aquella ¨¦poca que observa emocionada entre sus manos. Recuerda vagamente aquel d¨ªa, nueve a?os atr¨¢s. ¡°A ella s¨ª¡±, se?ala a la fot¨®grafa. ¡°Nadie quiere trabajar a esa edad; lo sufr¨ª y lo s¨¦. Yo sent¨ªa que si estudiaba pod¨ªa ser libre¡±, sigue mirando las im¨¢genes. Sus padres, que se mudaron al pueblo, est¨¢n ¡°orgullosos¡± ahora de que la testadura peque?a Kanchon no se doblegara ante sus presiones. ¡°Hoy saco buenas notas y les ayudo con sus gastos porque es mi responsabilidad. Me valoran y respetan por mis conocimientos¡±.
El sue?o de Kanchon de estudiar en la universidad, ser profesora y mudarse a una casa de madera fuera del barrio informal de Korail, se ha hecho casi realidad. Alquila su propia vivienda, aunque todav¨ªa precaria en el slum donde creci¨®, trabaja como maestra de primaria en una escuela e imparte clases particulares de apoyo. ¡°Encontrar¨¦ un trabajo mejor y podr¨¦ irme a otra casa. Cuando acabe [la carrera, de cinco a?os], quiero opositar para ser funcionaria¡±, avanza.
Kanchon tiene un plan y sabe lo que es alcanzar sus prop¨®sitos. Ahora que ya ha logrado el que ten¨ªa cuando era ni?a, aspira a m¨¢s: ¡°Ser¨¦ profesora universitaria¡±. Tambi¨¦n quiere formarse en el extranjero. ¡°En India o Am¨¦rica. No hay l¨ªmites para el conocimiento¡±.
¡°Por ejemplos como el de Kanchon siento que hemos contribuido de alg¨²n modo¡±, explica Afzal Kabir Khan, de Educo Banglad¨¦s, resguardado de la lluvia monz¨®nica en una de las escuelas de la ONG. De aquellos ni?os que Planeta Futuro entrevist¨® en 2015, ella es la que ha alcanzado el m¨¢ximo nivel educativo, aunque no es la ¨²nica que lo ha logrado de los 2.000 estudiantes que han pasado por las aulas de estos centros para ni?os trabajadores. Aunque la organizaci¨®n no realiza un seguimiento estructurado del porvenir de sus alumnos, los maestros mantienen el contacto con algunos de ellos y saben que otros, como Kanchon, estudian hoy en la universidad.
¡°Todos los que llevamos mucho tiempo en esta lucha sentimos frustraci¨®n. Nos sentimos mendigos que piden constantemente que alguien haga algo¡±, lamenta Kabir Khan. ¡°Los cambios toman tiempo¡±, se consuela. ¡°Pero est¨¢ llevando demasiado que se produzca una gran transformaci¨®n¡±. Las organizaciones se han agrupado para aunar fuerzas, pero la mayor¨ªa no tiene recursos. El experto, con dilatada experiencia en la Organizaci¨®n Internacional de Trabajo, tiene grabadas en la memoria demasiadas conversaciones con ni?os ¡°talentosos que ni siquiera pueden so?ar con lo que podr¨ªan ser¡±.
Y recrea:
¨D?Puedo ser doctor si estudio?
¨D?Por qu¨¦ no?, les responde Kabir Khan.
¨DSi se lo digo a mis padres, me pegar¨¢n.
Uno de los nuevos alumnos es Rabbi Islam, de 11 a?os. Cursa quinto de primaria por las tardes y le gusta escribir en el ordenador. De momento, su nombre y edad. Desde los ocho a?os, por las ma?anas ¨Dde seis a una y media¨D es ayudante en un minib¨²s de pasajeros. ¡°Llamo a la gente, colecto el dinero y les doy el cambio¡±, explica t¨ªmido. Cuando sale del colegio, a las cinco, vuelve al trabajo, colgado en el exterior del veh¨ªculo, hasta las 10 de la noche. ¡°Una vez me dio un golpe otro coche en el brazo y me ca¨ª¡±. As¨ª gana unos 500 takas al d¨ªa (3,80 euros), de los que le descuentan 200 (1,50 euros) por la comida. De mayor quiere ser polic¨ªa ¡°para atrapar a los malos¡±.
Riya Mone, de 12 a?os, acude a la misma escuela, en el turno de ma?ana porque por las tardes trabaja de empleada dom¨¦stica, limpia y cuida de un ni?o de tres a?os mientras sus padres est¨¢n fuera, de dos a cinco, por 2.000 takas (15,35 euros) al mes. ¡°Y a veces me dan de comer¡±, dice agradecida al reconocer que es un salario y unas condiciones m¨¢s dignas que las de otros de sus compa?eros. Lo que m¨¢s le gusta es estudiar bangla para poder leer. ¡°En los libros hay muchas historias¡±.
¨D?Qu¨¦ quieres ser de mayor?
¨DDoctora, para ayudar a los pobres.
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