Descolonizar la salud global
Es oportuno que se produzcan conversaciones inc¨®modas, pero necesarias, y poner de manifiesto las asimetr¨ªas existentes en el ejercicio del poder y los privilegios, tanto en la cooperaci¨®n al desarrollo como en la acci¨®n humanitaria
Algo est¨¢ cambiando en el ¨¢mbito de la salud global y de un modo imparable. Porque, en respuesta al movimiento Black lives matter, a las desigualdades internacionales que han aflorado en la respuesta a la pandemia del coronavirus y a las crecientes voces que reclaman la descolonizaci¨®n de la salud global, han surgido iniciativas que han puesto de relieve el racismo estructural que la sustenta. Diferentes organizaciones han abierto el espacio oportuno para que se produzcan conversaciones inc¨®modas, pero necesarias, y para poner de manifiesto las asimetr¨ªas existentes en el ejercicio del poder y los privilegios, tanto en la cooperaci¨®n al desarrollo y la acci¨®n humanitaria, como en la misma salud global.
Dos de las principales instituciones en la disciplina, las escuelas de medicina tropical de Liverpool y de Londres, han elaborado sendos informes sobre el tema. Se han revelado, tal y como subraya la entidad londinense, ¡°casos de racismo y desigualdades que no pueden atribuirse a unos pocos individuos, sino que apuntan a problemas m¨¢s profundos y estructurales¡±. Seg¨²n publicaba The Guardian, el informe conclu¨ªa aseverando que ¡°el legado colonial de la instituci¨®n todav¨ªa tiene un impacto negativo en los estudiantes y el personal de color¡±.
Desde Liverpool, los hallazgos son muy similares y tambi¨¦n se subraya la evidente ausencia en puestos de liderazgo de las personas negras. Las dos organizaciones ya han establecido una serie de recomendaciones que pretenden mejorar esta situaci¨®n.
Existe una paradoja inherente a la salud global: esta disciplina, que naci¨® en paralelo a la expansi¨®n del racismo y del colonialismo, es la misma que pretende reducir las desigualdades generadas por ellos
Si echamos un ojo a la Historia, esos resultados no deber¨ªan resultar sorprendentes. Porque, como afirma Seye Abimbola, acad¨¦mico de la universidad de S¨ªdney, la salud global emergi¨® como un ¡°colaborador necesario de la colonizaci¨®n europea¡±. Y a?ade: ¡°Desde entonces ha mutado en diferentes formas; por ejemplo, medicina colonial, misionera, tropical y salud internacional. Pero todav¨ªa no ha abandonado sus or¨ªgenes y estructuras coloniales¡±. Y por lo que se ha comprobado, el impacto de ese racismo llega a todos los niveles de la salud, desde los pacientes hasta los propios sanitarios, desde la pr¨¢ctica cl¨ªnica a las inversiones econ¨®micas m¨¢s estrat¨¦gicas. Por tanto, se precisa de un proceso en el que todos los actores de la salud global se abran a un an¨¢lisis y una cr¨ªtica sobre este tema, pero tambi¨¦n al di¨¢logo y a la acci¨®n. ?Estamos preparados para ello?
Existe una paradoja inherente a la propia salud global y es que esta disciplina, que naci¨® en paralelo a la expansi¨®n del racismo y del colonialismo, es la misma que pretende reducir las desigualdades generadas por ellos. As¨ª pues, parece evidente que, m¨¢s all¨¢ de ex¨¢menes de conciencia inevitables a estas alturas, cualquier compromiso para luchar contra el racismo y su herencia colonial tiene que ir acompa?ado de una voluntad de renuncia al poder (total o parcial) que ostentan sus principales organismos. Esto implicar¨ªa, entre otras cosas, una redistribuci¨®n en la financiaci¨®n, pero tambi¨¦n una limitaci¨®n para actuar en los pa¨ªses pobres, entre ellos los africanos, tal y como lo hacen en la actualidad.
Para conseguirlo es imprescindible que tambi¨¦n se escuchen las voces de esos pa¨ªses, esas que viven la realidad del d¨ªa a d¨ªa y que son capaces de dar una visi¨®n cercana y real de lo que ah¨ª est¨¢ pasando. Como la de Catherine Kyobutungi, directora ejecutiva del Centro Africano de Investigaciones sobre Poblaci¨®n y Salud de Kenia. Ella denuncia que desde las instituciones del continente tienen serias dificultades para recibir y gestionar financiaci¨®n sin que antes pase por organizaciones occidentales, algo que aleja a los mismos africanos de las pol¨ªticas que definen su futuro.
Esta disciplina deber¨ªa dejar de verse como un acto de caridad o salvaci¨®n para transformarse en una lucha por la salud como derecho fundamental
La sensaci¨®n es que las directrices se marcan desde centros de poder hospedados en lugares como Liverpool y Londres, pero tambi¨¦n desde Barcelona y otras ciudades de Europa, Canad¨¢ o Estados Unidos, que todav¨ªa dirigen de manera decisiva la agenda de intervenciones e investigaci¨®n. Como Kyobutungi reclama, los pa¨ªses africanos deben tener la capacidad de tomar la iniciativa en proyectos de mayor envergadura, al mismo tiempo en que las relaciones entre organizaciones se desarrollan desde el respeto y la cooperaci¨®n mutua. Adem¨¢s, los investigadores de esos pa¨ªses deben participar activamente en la toma de decisiones para que beneficien de verdad a sus propias poblaciones.
Quiz¨¢, el ejercicio ineludible sea el repensar el propio concepto de salud global desde su ra¨ªz, proceso en el que los actores tanto del norte como del sur han de estar implicados. Esta disciplina deber¨ªa dejar de verse como un acto de caridad o salvaci¨®n para transformarse en una lucha por la salud como derecho fundamental, tanto a nivel local como mundial, asumiendo que sus logros, all¨¢ donde se consigan, son valiosos para todos (s¨ª, para todos). Admito la dificultad de este salto imaginativo, pero debemos interiorizar que la vida de un ni?o en Mozambique, la de una embarazada en Marruecos o la de una anciana en Rep¨²blica Centroafricana poseen el mismo valor que la de un ciudadano en Espa?a o cualquier otro pa¨ªs occidental.
Para dicho esfuerzo, como muchos tendr¨¢n la tentaci¨®n de pensar, no se tiene por qu¨¦ caer en el buenismo, ni abogar por el relativismo cultural, sino que podemos apelar a nuestra propia tradici¨®n de pensamiento. Esta nos ha ense?ado que existe una potencia de universalidad alojada en cada cultura y que puede haber una sociedad global basada en la justicia, construida m¨¢s all¨¢ de categor¨ªas como la clase, el sexo y, por supuesto, la raza. Nos ayudar¨¢ en todo ello el establecer una lucha aglutinadora y universalista que busque puentes y espacios comunes de convivencia, y que huya de respuestas identitarias que generan confrontaci¨®n y sectarismos, perpetuando as¨ª los prejuicios que dicen combatir.
El cambio que logre reconstruir la salud global ser¨¢ conjunto o no ser¨¢. Y el ¨¦xito llegar¨¢ si conseguimos una redistribuci¨®n justa de los recursos y el poder, pero sobre todo si somos capaces de situar en el centro de nuestra humanidad compartida los valores de la equidad, el cuidado y la compasi¨®n.
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