La dif¨ªcil vuelta a Moc¨ªmboa da Praia
M¨¢s de medio mill¨®n de personas han regresado a sus lugares de origen en el norte de Mozambique, encontr¨¢ndose con casas, escuelas y hospitales destruidos. A¨²n hay 630.000 desplazados por el conflicto en esta regi¨®n
Moc¨ªmboa da Praia es un lugar especial por su hermosa naturaleza y por la fortaleza de su poblaci¨®n. Se suceden los cocoteros y los mangos, las hermosas playas, r¨ªos y lagunas, y un bosque profundo que lo rodea todo. Desde el avi¨®n se divisa la magnificencia del oc¨¦ano ?ndico en contraste con la jungla verde y las arenas blancas, con las monta?as de Mueda y Palma llenas de vida salvaje. Antes del conflicto, la gente sol¨ªa venir aqu¨ª de vacaciones.
Eso fue antes de 2017. Los primeros ataques en Cabo Delgado tuvieron lugar en Moc¨ªmboa da Praia ese a?o y tras ellos vinieron actos de violencia m¨¢s graves. En 2020, la ciudad fue tomada por miembros de un grupo armado (nosotros tuvimos que evacuar a los equipos) y en agosto de 2021 las fuerzas armadas de Mozambique y Ruanda retomaron el control.
Moc¨ªmboa da Praia y otras zonas del distrito acogen ahora a muchos de los retornados, que se enfrentan a los desaf¨ªos de reconstruir la vida desde cero mientras conviven con los fantasmas del pasado. Unas 176.000 personas que hab¨ªan huido del distrito han regresado tras la mejora de la seguridad, pero a¨²n hay m¨¢s de 630.000 desplazados [otras fuentes hablan de 900.000 desplazados en total]. Moc¨ªmboa acoge al mayor n¨²mero de retornados de todo Cabo Delgado y es la zona con mayores necesidades.
Al llegar aqu¨ª, tras a?os de desplazamiento, las familias se enfrentaron a una destrucci¨®n total. La mayor¨ªa de los edificios p¨²blicos, incluidas escuelas, hospitales, centros de salud y la infraestructura de agua, fueron destruidos. Tiendas, mercados, bancos... Casi todos los edificios fueron alcanzados por disparos o quemados en parte.
Sus propiedades ¡ªsus casas y machambas (campos de ma¨ªz o arroz)¡ª est¨¢n da?ados debido al conflicto, a los animales salvajes o simplemente al paso del tiempo. La mayor¨ªa de la gente hab¨ªa escapado sin nada, excepto tal vez una manta y la ropa que llevaban ese d¨ªa. Al regresar, esperaban conservar algunas pertenencias del que era su hogar, pero no quedaba nada. La mayor¨ªa de las casas fueron saqueadas. En algunos casos, la gente tuvo que quedarse con amigos y familiares.
Aunque la situaci¨®n de seguridad ha mejorado, la poblaci¨®n todav¨ªa tiene miedo de los ataques, especialmente cuando se dirigen a las machambas, lo que les aleja de sus medios de supervivencia. Algunos cultivan cerca de sus casas porque no se atreven a internarse en el bosque.
La mayor parte de las infraestructuras de salud resultaron destruidas, as¨ª que es necesario reconstruirlas para garantizar el acceso a la atenci¨®n m¨¦dica. En la actualidad, solo uno de los siete centros de salud que funcionaban antes del conflicto est¨¢ operativo, y a¨²n est¨¢ pendiente la rehabilitaci¨®n del principal hospital y servicio de maternidad del distrito. Se requieren urgentemente m¨¢s sanitarios, medicamentos y suministros m¨¦dicos para que los centros de salud y los hospitales vuelvan a funcionar. En ocasiones, los pacientes tienen que compartir camas debido al n¨²mero insuficiente de profesionales e instalaciones de salud disponibles. En la primera mitad del a?o, los principales problemas de salud observados en las cl¨ªnicas m¨®viles de M¨¦dicos Sin Fronteras (MSF) fueron malaria (34%), infecciones respiratorias (22%) y enfermedades de la piel (16%).
La red de agua tambi¨¦n qued¨® destruida. De los 102 pozos y fuentes de agua p¨²blicos analizados por MSF en la ciudad de Moc¨ªmboa, solo 23 funcionan. La proporci¨®n es de un punto de agua por cada 2.300 personas aproximadamente. Para acceder a agua potable, las familias deben caminar kil¨®metros y hacer cola durante horas para llenar tantos cubos como puedan. La falta de agua y letrinas es un caldo de cultivo para la aparici¨®n y propagaci¨®n de enfermedades transmitidas por el agua como el c¨®lera. Para evitarlo, MSF ha distribuido kits de jab¨®n y soluci¨®n clorina a unas 16.000 familias y tambi¨¦n est¨¢ reparando bombas de agua.
Como la mayor¨ªa de las escuelas fueron destruidas, a menudo se puede ver a los ni?os en clase bajo los ¨¢rboles de mango, pero solo durante dos horas al d¨ªa, ya que el mismo maestro imparte clases a varios grupos.
Heridas que subyacen
El conflicto ha tenido un impacto enorme en la salud mental. Regresar signific¨® revivir traumas. Los ataques fueron brutales y nadie se libr¨®. Muchos los sufrieron en sus carnes o vieron a sus padres, hermanos, abuelos, hijos, amigos y vecinos decapitados o asesinados a tiros. Algunos perdieron a toda su familia. M¨¢s de la mitad de los pacientes atendidos en nuestras sesiones de salud mental tuvieron como evento precipitante la separaci¨®n o p¨¦rdida, y uno de cada cinco son v¨ªctimas directas de violencia. Hemos visto casos de personas mayores que cuidaban de sus nietos o que hab¨ªan perdido a toda su familia durante el conflicto. Hemos visto a menores hu¨¦rfanos tener que hacerse cargo de otros menores.
Tambi¨¦n hay necesidades inmediatas. Para la mayor¨ªa de familias, cada d¨ªa es una lucha por conseguir algo de comer y racionan los alimentos a pesar de los esfuerzos de algunas organizaciones humanitarias y la solidaridad de la propia comunidad.
En Moc¨ªmboa, la comunidad ha logrado hacer lo que en otros lugares habr¨ªa llevado a?os. Con valent¨ªa, los ciudadanos han recuperado, desde cero, peque?as granjas, tiendas y servicios civiles, pero necesitan m¨¢s apoyo para abordar lo que no pueden hacer por s¨ª solos.
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