Las haza?as del hombre blanco, a debate
El artista alem¨¢n Adrian Schindler muestra la primera parte de su trilog¨ªa ¡®Tetuan, Tetu¨¢n, Tetwan¡¯, hecha a partir de lecturas y actividades p¨²blicas, en colaboraci¨®n con investigadoras e int¨¦rpretes marroqu¨ªes, para reelaborar el discurso sobre el pasado colonial y los intercambios entre pa¨ªses lim¨ªtrofes
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El cuadro de Mariano Fortuny, La batalla de Tetu¨¢n, en el Museu Nacional d¡¯Art de Catalunya es el disparador de la primera parte de la trilog¨ªa Tetuan, Tetu¨¢n, Tetwan, de Adrian Schindler. La contienda se produjo durante la guerra hispano-marroqu¨ª de 1859-1860 y, muy pocos a?os despu¨¦s, la diputaci¨®n de Barcelona encarg¨® esta pintura conmemorativa. Seg¨²n relatos de la trastienda, las autoridades pagaron al artista un viaje a Par¨ªs para que se inspirara en un ¨®leo de aires b¨¦licos de Horace Vernet, ambientado en Argelia. Al fin y al cabo, estas representaciones de las haza?as del h¨¦roe europeo no dejaban ver otra cosa que los estilizados hombres uniformados contra los harapos, de acuerdo a los textos que abren la pieza audiovisual de Schindler.
Aunque los soldados en formaci¨®n no presenten rasgos particulares, al resto de personajes de la escena se les despoja de dignidad, tal como lee en voz alta la antrop¨®loga Salma Amzian, invitada por Schindler a compartir sus textos. ¡°?Qu¨¦ raros se sienten los blancos cuando se nombra la raza!¡±, a?ade. En las salas de los museos, todo lo inc¨®modo ser¨¢ puesto ¡°entre comillas¡±, contin¨²a, como para confirmar que ¡°la culpa no es m¨¢s que otra forma de reconstrucci¨®n de la inocencia¡±.
Una vez expresadas las culpas, desde el norte se podr¨¢ seguir pintando y esculpiendo al otro ¨Dal del sur, al africano, al ¨¢rabe¨D, porque ¡°lo que debe pervivir lo decide el blanco¡±, seg¨²n apunta Adrian Schindler, en di¨¢logo telef¨®nico, ¨¦l mismo asumi¨¦ndose como hombre, blanco y europeo. ¡°Sois ¨¢rabes, ?qu¨¦ m¨¢s da lo que opin¨¦is?¡±, expresa uno de los actores marroqu¨ªes en la pel¨ªcula.
?Qu¨¦ raros se sienten los blancos cuando se nombra la raza!Salma Amzian, antrop¨®loga
Schindler (P¨¦rigueaux, 1989), artista alem¨¢n criado en la Dordo?a francesa y con formaci¨®n en Bellas Artes en Par¨ªs, se instal¨® hace ocho a?os en Espa?a para continuar con su indagaci¨®n sobre las culpabilidades hist¨®ricas y las pretendidas reparaciones coloniales, pero, sobre todo, porque lo desvelan ¡°los v¨ªnculos, los intercambios y los conflictos entre pa¨ªses fronterizos¡±. ?l confiesa que ha crecido como un extranjero (posible sujeto de sospechas) en el pa¨ªs vecino, en el que las heridas de la Segunda Guerra todav¨ªa escuecen tanto como las propias concesiones al ¡°enemigo¡±.
De ah¨ª que Schindler se pregunte, a uno y otro lado de las fronteras, c¨®mo se traducen en el presente las transacciones hist¨®ricas entre los vecinos, o cu¨¢les son los rastros de los conflictos a?ejos que quedan en los imaginarios colectivos. ?Qui¨¦n es el otro para nosotros? Podr¨ªa ser otra de las preguntas, para la que los monumentos militares contendr¨¢n posibles respuestas. Por eso el realizador trabaja con esas esculturas p¨²blicas llenas de espadas que adornan los parques de cualquier continente, con las representaciones pictogr¨¢ficas en las salas de los museos y con la toponimia de las ciudades, ya que esas son, en su criterio, ¡°las formas visibles del intercambio, o los puntos en que se cristaliza el pasado colonial m¨¢s reciente¡±.
En estos d¨ªas, en tanto objeto de su residencia en Matadero Madrid, Adrian Schindler est¨¢ comenzando las actividades p¨²blicas, las b¨²squedas en archivos y las visitas a los monumentos representativos que constituir¨¢n la segunda parte de la trilog¨ªa, con localizaciones en la capital espa?ola. La tercera parte se desarrollar¨¢ en el Cine Espa?ol de Tetu¨¢n, en Marruecos. Su trabajo est¨¢ guiado, seg¨²n ¨¦l mismo lo expresa, por una ¡°metodolog¨ªa de investigaci¨®n performativa¡±, que lo lleva a ¡°editar un conjunto de voces¡± y a exhibir los mecanismos de la maquinaria que va haciendo crecer cada proyecto.
Por ahora, lo que puede verse es la primera parte de Tetuan, Tetu¨¢n, Tetwan (33 min, 2021) hasta el 27 de febrero, en el marco de la exposici¨®n colectiva Apuntes para un incendio de los ojos. Panorama 21, comisariada por Max Andrews, Mariana C¨¢nepa Luna y Hiuwai Chu, en el Museo de Arte Contempor¨¢neo de Barcelona (MACBA), y, hasta el 6 de marzo, en el contexto de Itin¨¦rances (itinerancias), en la Acad¨¦mie de Beaux Arts, en Par¨ªs.
Frente al legado iconogr¨¢fico, la oralidad podr¨ªa ser un acto de resistencia: discutir, ante todo, con quienes fueron apartados de la palabra y dejar que hablen, escucharles. En su caso, para construir una pel¨ªcula ¨Do una obra de videoarte¨D en tres partes, comenzando por el coloquio, las lecturas compartidas y los textos ajenos. En Tetuan, Tetu¨¢n, Tetwan, casi todos los textos son del otro, de la otra, invitada a participar en la puesta. Lo que se produce viene, a la inversa de lo que se hace normalmente, de lo que se ha debatido con los dem¨¢s. De hecho, la propia pel¨ªcula se pone en cuesti¨®n y muestra el proceso creativo en pantalla partida: en una est¨¢ lo que enfoca la c¨¢mara y, en la otra, el rev¨¦s de la trama, el c¨®mo se rueda.
As¨ª, en la primera parte de la trilog¨ªa de Schindler, todo va quedando al descubierto en el Parc de la Ciutadella, frente a la escultura orientalista de los cazadores de leones, al pie del monumento al general Prim y en una trama actualizada de la batalla de Los Castillejos, visibilizando el desenlace con disociaciones patol¨®gicas del relato de los or¨ªgenes de cualquier sociedad actual. El embri¨®n de esta obra, que llev¨® a su autor al Archivo Nacional de Catalu?a en busca de material sobre las guerras al sur del Mediterr¨¢neo ¨Dentre ellas, la del Rif¨D fue la performance Espectros de Marruecos, representada en 2020, con la colaboraci¨®n uno de los actores que tambi¨¦n colabora en esta: Ali el Aziz.
Esta pel¨ªcula sin guion, que arranca con ¡°un mapa de lugares¡±, en palabras del realizador, se ilumina gracias a una ¡°constelaci¨®n de colaboradores¡±, entre ellos, la investigadora Itzea Goikolea-Amiano, el actor Abdel Aziz El Mountassir y la cantante Rita El Jebari. Ellos recrean el alma de la halqa ¨Dese corro de personas en torno a un trovador de las ciudades musulmanas¨D, donde tanto el narrador como los espectadores se sit¨²an en el mismo nivel, sin jerarqu¨ªas ni escalones aparentes. Con todo, en el espacio p¨²blico jam¨¢s se borran las relaciones de poder, ni en las viejas medinas ni en las actuales metr¨®polis. Tampoco en las representaciones del entretenimiento contempor¨¢neo, seg¨²n explican los int¨¦rpretes que tienen que dar vida a personajes ¨¢rabes aceptando todos los clis¨¦s occidentales o vistiendo harapos (de nuevo, como en las pinturas decimon¨®nicas), incluso si se ponen en la piel de un adinerado jeque. ?Qu¨¦ m¨¢s da, nadie lo notar¨¢!, puede que les conteste alg¨²n dise?ador de vestuario con prisas.
A cambio, el director elige el homenaje ¨Den la voz de los artistas marroqu¨ªes¨D a Kharboucha, una cantante rebelde contra las injusticias del siglo XIX en la regi¨®n de Safi (precursora en el g¨¦nero de la canci¨®n folkl¨®rica llamada a?ta) y a A?cha Kandisha, una figura m¨ªtica, diosa y diablesa ¨Do embajadora de los djins precor¨¢nicos¨D que se habr¨ªa enfrentado al colonizador portugu¨¦s en la costa atl¨¢ntica.
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