La diplomacia de las ciudades ante la guerra en Ucrania
El municipalismo internacional no tiene el poder de incidir en la contienda, pero s¨ª de exigir la paz, acoger y proteger a los refugiados y facilitar canales para el encuentro. Algo que solo ser¨¢ posible sin bloques, desde la unidad y tendiendo puentes, tal como ya se hizo tras la Segunda Guerra Mundial o durante la Guerra Fr¨ªa
Desde la fundaci¨®n de la primera organizaci¨®n Internacional de autoridades locales (la International Union of Local Authorities) en 1913, pocos meses antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, el municipalismo internacional situ¨® la paz y el pacifismo como uno de sus elementos vertebradores. Tras la Segunda Guerra Mundial, los hermanamientos entre urbes francesas y alemanas se?alaron el camino de la reconciliaci¨®n y durante los a?os de la guerra fr¨ªa la Federaci¨®n Mundial de Ciudades Unidas (FMCU) se convirti¨® en espacio de encuentro de autoridades locales, occidentales y sovi¨¦ticas. Todo ello al tiempo que Mayors for Peace, organizaci¨®n impulsada por los alcaldes de Hiroshima y Nagasaki, abogaba por la abolici¨®n del armamento nuclear.
Hoy, el municipalismo internacional se expresa a trav¨¦s de un amplio y rico ecosistema de redes y plataformas en las que conviven en un delicado equilibrio localidades de todas las geograf¨ªas del planeta. Un equilibrio que hasta ahora le ha llevado a trascender las tensiones inherentes a un orden global que vuelve a configurarse en bloques de poder. Pero la capacidad que han tenido los alcaldes y alcaldesas de todo el mundo de generar espacios de di¨¢logo hasta ahora relativamente inmunes a los conflictos que enfrentan a los estados, puede estar en riesgo con la guerra que ha desatado la invasi¨®n rusa a Ucrania.
Si lo analizamos en t¨¦rmino de bloques, las ciudades de occidente se han posicionado de manera contundente en contra de la invasi¨®n y se han alineado con sus gobiernos nacionales apoyando las sanciones impuestas a Rusia y desplegando puentes de solidaridad con sus pares en Ucrania. En el otro extremo del tablero, las autoridades locales rusas se mantienen al lado del Kremlin, mientras que las de China y las de muchos otros pa¨ªses del Sur global, se han abstenido de denunciar el conflicto y persisten en una tensa equidistancia que incomoda a sus socios occidentales.
Desde que las tropas rusas entraron en Ucrania, miles de urbes en Europa, Estados Unidos, Canad¨¢, Jap¨®n, Australia o Am¨¦rica Latina han denunciado de forma contundente lo que consideran una agresi¨®n inasumible. Lo han hecho posicion¨¢ndose sin matices en favor de la paz y en contra de la guerra, apoyando las sanciones y la expulsi¨®n de Rusia de los espacios multilaterales. Han apelado al simbolismo, iluminando construcciones ic¨®nicas con la bandera ucraniana; coordinando movilizaciones ciudadanas que han congregado a miles de personas ante los ayuntamientos; o promoviendo declaraciones pol¨ªticas, como el llamado de m¨¢s de cien alcaldes impulsado por el de Mariupol y la de Gdansk instando a los estados e instituciones europeas a que aceleren los esfuerzos por detener la guerra.
En los ¨²ltimos meses, la acci¨®n diplom¨¢tica de las ciudades, en especial europeas y norteamericanas, ha mantenido un ritmo fren¨¦tico. En marzo el alcalde de Rotterdam envi¨® una carta a su hom¨®logo de San Petersburgo para que denunciara la invasi¨®n. Ambas localidades est¨¢n hermanadas y vinculadas por la destrucci¨®n que sufrieron durante la Segunda Guerra Mundial. Otras, como Glasgow, Karlsruhe, Chicago o Tokio, han cancelado cualquier actividad con sus hom¨®logas rusas y redes como la Coalici¨®n de Ciudades por los Derechos Digitales las han suspendido de membres¨ªa.
El Pacto de las Ciudades Libres, impulsado por Praga, Varsovia, Budapest y Bratislava, facilita la acogida coordinada de los millones de personas refugiadas que huyen de la guerra; y cientos de ellas movilizan recursos y despliegan puentes de apoyo a las ciudades ucranianas y a las de los estados lim¨ªtrofes desbordadas por la llegada de refugiados. Barcelona, por ejemplo, ha lanzado una convocatoria espec¨ªfica para financiar la acci¨®n de las organizaciones humanitarias que operan en el conflicto; y Mannheim ha aprobado un mill¨®n de euros en ayudas a aquellas con las que mantiene partenariados en Ucrania, Polonia y Moldavia.
Un municipalismo fragmentado corre el riesgo de dejar de ser parte de la soluci¨®n a las m¨²ltiples crisis que, m¨¢s all¨¢ de Ucrania, enfrenta el mundo
Sin embargo, la perspectiva en Rusia y en otros pa¨ªses como China, Ir¨¢n, India, Pakist¨¢n, Sud¨¢frica o Senegal es totalmente diferente. El municipalismo ruso, empezando por los alcaldes de las dos principales metr¨®polis del pa¨ªs, Mosc¨² y San Petersburgo, est¨¢ plenamente alineado con Vlad¨ªmir Putin y su gobierno. Como lo est¨¢n con el suyo las ciudades chinas y buena parte de las grandes urbes iran¨ªes, indias, sudafricanas o de otros pa¨ªses africanos y del sudeste asi¨¢tico que se han beneficiado durante a?os de la ayuda rusa. Como sus gobiernos nacionales, abogan por la paz, pero son contrarios a las sanciones y se?alan que la OTAN y occidente comparten responsabilidad en un conflicto de consecuencias inciertas. Muestran su solidaridad con los refugiados, pero apuntan a la hipocres¨ªa de europeos y americanos que, mientras se vuelcan con los ucranianos, olvidan el drama que viven otros desplazados por conflictos considerados de segunda o generados por el propio occidente.
En un contexto de fuerte polarizaci¨®n a escala global, la guerra en Ucrania sit¨²a al municipalismo internacional ante el riesgo de una confrontaci¨®n entre bloques que puede provocar su fractura. Una fractura que no solo llevar¨ªa a desandar un camino que ha costado m¨¢s de un siglo recorrer, sino que desactivar¨ªa el potencial que, como se vio tras la Segunda Guerra Mundial, tienen las ciudades para facilitar la reconciliaci¨®n. En este sentido, hay que saludar iniciativas como los Municipal Peace Talks que ha lanzado Ciudades y Gobiernos Locales Unidos; y poner en valor que localidades como Par¨ªs o Berl¨ªn mantengan, aunque con perfil bajo, el v¨ªnculo con sus contrapartes en Rusia.
Por dif¨ªcil que sea es necesario explorar v¨ªas de di¨¢logo que contribuyan a reducir la tensi¨®n y sienten las bases para la reconstrucci¨®n. El municipalismo internacional no tiene el poder de incidir en la guerra, pero s¨ª debe exigir la paz, acoger y proteger a los refugiados y facilitar canales para el reencuentro. Algo que solo ser¨¢ posible desde la unidad, tendiendo puentes. Porque un municipalismo fragmentado, de bloques, dejar¨¢ de ser relevante para la comunidad internacional y corre el riesgo de dejar de ser parte de la soluci¨®n a las m¨²ltiples crisis que, m¨¢s all¨¢ de Ucrania, enfrenta el mundo.
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