¡®El amor en los tiempos de Spotify¡¯
Art¨ªculo seleccionado por EL PA?S Audio para sus lectores (y oyentes)
Hola, soy Manuel Jabois y este art¨ªculo lo escrib¨ª porque no encontr¨¦ ning¨²n tema de actualidad del que opinar con originalidad. Cuando eso pasa, normalmente recurro a mi vida y, en este caso, a la historia que me cont¨® una amiga estas navidades en Pontevedra.
Fui uno de los testigos de aquella boda, y recuerdo perfectamente c¨®mo al terminar la ceremonia el cura se acerc¨® a mi amiga y le dijo a espaldas del novio y del ni?o Jes¨²s: ¡°Comparte con tu pareja todo: la hipoteca, las cuentas de Filmin y HBO, la pasi¨®n por el Atl¨¦tico de Madrid, vuestros amigos, hasta la cuenta de Instagram si sois tan petardos. Pero nunca compart¨¢is Spotify, porque en el caso de que vaya mal, eso no hay Dios que lo arregle¡±.
Mi amiga lo oy¨® pero no lo escuch¨®, claro, como la misa. Estaba demasiado enamorada como para hacer caso. Y cuando su marido le ofreci¨® la clave de su Spotify no lo dud¨® un segundo. Hicieron listas, compartieron canciones y se montaron, con los a?os, una banda sonora a su medida.
Por las ma?anas, trabajando, se disputaban el control. Si ¨¦l entraba y ve¨ªa que Spotify lo ten¨ªa ella, le pon¨ªa una canci¨®n desde su m¨®vil y se iba; ella, lo mismo. Era una manera de llamar a la puerta para decir que estuviste all¨ª. A veces ¨¦l se quedaba dentro para saber qu¨¦ estaba poniendo ella en su oficina y adivinar con qu¨¦ ¨¢nimo andaba, y ella hac¨ªa lo mismo: si ¨¦l escuchaba m¨²sica cl¨¢sica, la tendr¨ªa a volumen bajo mientras se concentraba en su trabajo; si escuchaba pop espa?ol, estaba cantando y bailando solo en el sal¨®n; si escuchaba grupos alternativos, es que hab¨ªa visita en casa y trataba de d¨¢rselas de entendido sin entender una mierda.
Guardaban una lista propia de canciones que solo ellos sab¨ªan lo que significaba (por el lugar y el momento en que las escucharon), y en la lista guardaban una canci¨®n: Paloma, de Calamaro, la canci¨®n de ellos, la canci¨®n que son¨® en el baile de boda y la canci¨®n que llevaba el nombre de ella.
Solo cuando se separaron, a?os despu¨¦s, escuch¨® aquello que le dijo el cura. No hubo ning¨²n problema con nada salvo con la m¨²sica. ?C¨®mo renunciar a tu hist¨®rico cu¨¢ndo m¨¢s te hace falta? Y peor a¨²n, ?c¨®mo dejar que tu ex vea lo que escuchas tras la ruptura? Se segu¨ªan queriendo, aunque de la manera irremediable en que se quieren dos personas que hab¨ªan estado enamoradas y ya no lo est¨¢n. Y los dos sab¨ªan que en el momento en que ¨¦l la sacase de su Spotify se terminar¨ªa todo, acabar¨ªan por soplar la ¨²ltima vela que todav¨ªa daba luz en alg¨²n momento del d¨ªa.
Segu¨ªan poni¨¦ndose de vez en cuando canciones cuando estaban nost¨¢lgicos o divertidos. Las que escuchaban en sus viajes en coche, las que pon¨ªan en el sal¨®n cuando llegaban de fiesta y abr¨ªan las ¨²ltimas cervezas. Hasta que un d¨ªa ella empez¨® a salir con un chico, y una noche se fue a la cama con ¨¦l. Ten¨ªa m¨²sica de fondo, no recuerda cu¨¢l. ¡°Yo te lo cuento y t¨² le pones literatura¡±, me dijo esta Navidad en casa.
Cuando estaba en pleno acto con su amante, empez¨® a sonar de repente en Spotify la m¨²sica que le estaba poniendo ¨¦l a 600 kil¨®metros de ella. La que compartieron en los conciertos, la que escuchaban cuando cocinaban juntos, las canciones de La leyenda del tiempo de Camar¨®n que ella amaba y ¨¦l no tanto, y cuando empez¨® a llegar al orgasmo ¨¦l le puso Paloma, y luego Paloma otra vez, y otra, y lo supuso ech¨¢ndola de menos (¡°mi vida, fuimos a volar con un solo paraca¨ªdas¡±), y no aguant¨® m¨¢s mientras pensaba que hab¨ªa sido el tr¨ªo m¨¢s absurdo y fant¨¢stico que hab¨ªa hecho nunca, y muerta de placer y dolor le pidi¨®, al d¨ªa siguiente, que la sacase de la aplicaci¨®n.
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