Manuel Fraga, el primer ¡®indignado¡¯ que exigi¨® el refer¨¦ndum
El fundador del PP defendi¨® durante los debates constitucionales que toda modificaci¨®n fuera votada por el pueblo y acus¨® al PSOE de fomentar la ¡°partitocracia¡±
A la espera del discurso de siete minutos que haga el diputado Gaspar Llamazares en el Congreso de los Diputados, el alegato m¨¢s serio que se ha hecho en favor de que el pueblo pueda votar las reformas constitucionales data de 1978. Lo firma Manuel Fraga Iribarne, entonces diputado de Alianza Popular (AP) y miembro del grupo de siete personas que redact¨® el primer borrador de la Constituci¨®n que hoy quieren reformar PSOE y PP. Fraga defendi¨® hasta el ¨²ltimo minuto que toda reforma constitucional deb¨ªa ser ratificada en refer¨¦ndum, con argumentos que muchos encontrar¨¢n perfectamente v¨¢lidos hoy d¨ªa y que podr¨ªan incendiar Twitter. PSOE, PC y UCD le cerraron el paso e impusieron el l¨ªmite ya conocido: solo habr¨¢ refer¨¦ndum si lo pide el 10% de alguna de las dos C¨¢maras.
Los debates de entonces son una asombrosa paradoja respecto a la situaci¨®n actual. Fraga presion¨® para introducir en el texto elementos de ¡°democracia semidirecta¡± y acus¨® a los dem¨¢s partidos de fomentar una ¡°partitocracia¡± que pod¨ªa acabar secuestrando la Constituci¨®n. ¡°La voz del pueblo, si no es la voz de Dios, debe decir la ¨²ltima palabra en democracia¡±, dijo Manuel Fraga, que hoy es senador por Galicia, con 88 a?os.
La primera versi¨®n de la Constituci¨®n espa?ola de 1978 no dejaba lugar a dudas sobre la necesidad de que los espa?oles se pronunciaran sobre su reforma. ¡°Las propuestas de reforma constitucional, cuando fueren de car¨¢cter parcial, deber¨¢n ser aprobadas por la mayor¨ªa de los dos tercios de cada C¨¢mara y sometidas a refer¨¦ndum¡±. Siempre. Sin excepciones. As¨ª estaba escrito en el art¨ªculo 127 del texto que se debati¨® en la ponencia constitucional del Congreso de los Diputados que se reuni¨® por primera vez hace exactamente 34 a?os por estas fechas.
Pero el PSOE no estaba dispuesto a que cualquier retoque en la Constituci¨®n tuviera que pasar por un refer¨¦ndum. Le parec¨ªa que echar¨ªa para atr¨¢s a los partidos a la hora de decidirse a perfeccionar la Constituci¨®n y, adem¨¢s, pod¨ªa convertirse incluso en un incordio para el ciudadano. El Grupo Socialista present¨® una enmienda, la n¨²mero 373 de las m¨¢s de 3.000 enmiendas presentadas, que limitaba el refer¨¦ndum a que ¡°lo solicite, dentro de los quince d¨ªas siguientes a su aprobaci¨®n, una quinta parte de los miembros de una de las C¨¢maras¡±. Es decir, pr¨¢cticamente la redacci¨®n que ha llegado hasta hoy, pero con un l¨ªmite de peticiones a¨²n mayor (har¨ªan falta 70 diputados y 52 senadores para convocar refer¨¦ndum). Posteriormente, lo rebaj¨® sobre la marcha a un 10%.
El PSOE justific¨® su enmienda con estas palabras: ¡°Exigir un refer¨¦ndum para toda reforma constitucional no parece necesario y puede ser, incluso, un factor de despolitizaci¨®n de los ciudadanos, si se exige la ratificaci¨®n para varias y peque?as reformas. En reformas constitucionales de car¨¢cter t¨¦cnico y no pol¨ªtico, no parece conveniente, por tanto, el requisito del refer¨¦ndum. Por otro lado, con esta enmienda queda garantizado el cumplimiento de ese requisito para aquellos casos en los que una quinta parte de cualquiera de las dos C¨¢maras as¨ª lo pida¡±.
La enmienda acab¨® encontrando su sitio en el texto final durante los debates en comisi¨®n, con la ayuda del Partido Comunista y la Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico. Todos contra Fraga, el ponente de la derechista Alianza Popular.
El debate del T¨ªtulo X (de la reforma constitucional), que se puede consultar en el Diario de Sesiones de la Comisi¨®n Constitucional del 20 de junio de 1978 comenz¨® con el acuerdo de todos los grupos para eliminar por completo la posibilidad de que la Constituci¨®n pudiera ser reformada por iniciativa popular.
Fraga, entonces diputado y l¨ªder de una minor¨ªa conservadora (solo ocho nueve a?os antes hab¨ªa sido ministro del dictador Francisco Franco), aunque admit¨ªa l¨ªmites a la democracia directa, se quej¨® con estas palabras: ¡°[Suprimir la iniciativa popular] ser¨ªa, primero, reforzar la partitocracia; segundo, seguir un concepto de democracia gobernada, m¨¢s que democracia gobernante, en la cl¨¢sica distinci¨®n que estableci¨® el profesor [Georges] Burdeau; pero, por encima de todo, poner, a lo que debe ser la seguridad y permanencia de la Constituci¨®n, un inconveniente, una nueva posibilidad de que cauces cerrados se conviertan en lugares ciegos donde un d¨ªa la demas¨ªa de una crecida de las aguas pueda producir destrozos irreparables¡±. Fraga utiliz¨® muchas veces esta met¨¢fora de la presa, que si no tiene v¨ªas para aliviar la presi¨®n del agua, un d¨ªa acabar¨¢ destruida por una riada.
El contrincante parlamentario de Fraga era Gregorio Peces-Barba, del PSOE. El diputado socialista, que hoy tiene 73 a?os, respondi¨®: ¡°No es una democracia semidirecta lo que aqu¨ª se plantea, sino f¨®rmulas que recuerdan mucho m¨¢s a las f¨®rmulas plebiscitarias o incluso a esas agrupaciones de ciudadanos que se produc¨ªan para aclamar a los l¨ªderes de los reg¨ªmenes autoritarios del General Per¨®n o del General Franco¡±. Es decir, que los socialistas intentaban blindar la Constituci¨®n contra los populismos.
La referencia envenenada a Franco no qued¨® sin respuesta por parte de Fraga: ¡°Pienso escribir una carta contando esta historia peronista del se?or Peces-Barba que va a ser el ¨¦xito c¨®mico del a?o¡±, dijo para el Diario de Sesiones.
El ponente comunista, Jordi Sol¨¦ Tura, dio todas las claves de la situaci¨®n: ¡°Precisamente el problema que tenemos en nuestro pa¨ªs es consolidar un sistema de partidos que es tremendamente precario¡±. Sol¨¦ Tura cre¨ªa que la ¡°democracia semidirecta¡± tambi¨¦n se lograba favoreciendo ¡°la participaci¨®n, la asociaci¨®n, el protagonismo del individuo asociado y no el protagonismo del individuo que circunstancialmente se asocia por la v¨ªa de las grandes aclamaciones¡±. Los ¡°grandes actos plebiscitarios se prestan a manipulaciones extraparlamentarias¡±, advirti¨® el diputado Sol¨¦ Tura, fallecido en 2009.
Posteriormente, socialistas, comunistas y centristas de la UCD volvieron a juntar sus votos para eliminar la obligaci¨®n de refer¨¦ndum. Sobre la enmienda del PSOE, pusieron el l¨ªmite del 10%. En apenas unos minutos de intervenci¨®n, a Fraga le dio tiempo a dudar de la capacidad intelectual de sus colegas, a referirse al derecho romano, cit¨® a ?mmanuel-Joseph Si¨¨yes, a Pier Luigi Zampetti y a Antonio Gramsci, para acabar clamando que ¡°suprimir el refer¨¦ndum obligatorio en todos los casos de reforma constitucional es un nuevo paso atr¨¢s en el camino hacia la democracia y un nuevo paso peligroso en la direcci¨®n de la partitocracia¡±.
Fraga rechazaba que, a la hora de reformar la Constituci¨®n, hubiera t¨ªtulos m¨¢s importantes que otros. Su discurso cobra una actualidad asombrosa cuando dice: ¡°?Es que el T¨ªtulo VII que establece el modelo econ¨®mico y social no es importante?¡±. Precisamente el T¨ªtulo VII, en su art¨ªculo 135, es lo que han pactado reformar PSOE y PP sin hacer un refer¨¦ndum de ratificaci¨®n.
Aquel 20 de junio, la Comisi¨®n Constitucional rechaz¨® los argumentos de Fraga y puso un l¨ªmite a la iniciativa popular de reforma constitucional y al refer¨¦ndum de ratificaci¨®n. En tono conciliador, el diputado de UCD Gabriel Cisneros (que despu¨¦s ser¨ªa diputado del PP y falleci¨® en 2007) se esforz¨® por explicarle a Fraga que lo que hab¨ªan aprobado no era tan grave: ¡°Creemos que el no exigir necesariamente el refer¨¦ndum (¡) por una parte puede tener una significaci¨®n prudente y realista por evitar el esfuerzo y movilizaci¨®n que supone un refer¨¦ndum frente a alguna correcci¨®n que el curso de los acontecimientos posteriores acredite necesaria (¡) por otra parte, el que baste una minor¨ªa tan modesta como es la de una d¨¦cima parte de diputados o senadores para poner en marcha la necesidad del refer¨¦ndum, es tambi¨¦n una cautela prudente que no desnaturaliza y que pol¨ªticamente no es f¨¢cil excluir que esa sea una posibilidad realista, la del ejercicio de ese derecho por una minor¨ªa tan poco cualificada de parlamentarios que permitir¨¢, en todo caso, no sustraer al conocimiento general popular una decisi¨®n de reforma constitucional que merezca la pena¡±.
Las razones de unos y otros deben ser entendidas en el contexto hist¨®rico de 1978, y sobre todo, en que ninguno de los presentes en aquellos debates se pod¨ªa imaginar que el texto aprobado definitivamente el 31 de octubre de ese a?o no se volver¨ªa a tocar jam¨¢s. De las intervenciones recogidas en los debates se deduce que los ponentes constitucionales actuaban convencidos de que la Constituci¨®n ser¨ªa objeto de reformas y retoques t¨¦cnicos con cierta frecuencia, al menos en el corto plazo.
Fraga dijo que el T¨ªtulo X, de la reforma constitucional, era ¡°tan importante como todo el resto de la Constituci¨®n¡±, porque en ¨¦l se concibe ¡°el desarrollo pol¨ªtico ulterior, tema que la experiencia demuestra que es una de las m¨¢s importantes cuestiones a la hora de una decisi¨®n constitucional¡±. Es decir, que el veterano ministro de Franco daba por hecho un ¡°desarrollo pol¨ªtico¡± de la Constituci¨®n en a?os venideros, y le daba mucha importancia al peso que ciudadanos, partidos, Cortes o Gobierno iban a tener en ese supuesto proceso.
Fraga, al frente de un partido en ese momento minoritario y tirando a reaccionario, quer¨ªa m¨¢s poder popular convencido de que sus opciones estaban en movilizar a una mayor¨ªa de espa?oles (reci¨¦n salidos de 40 a?os de franquismo y con muchas dudas) en contra de cuestiones que ¨¦l detestaba e intent¨® por todos los medios eliminar de la Carta Magna, como por ejemplo la distinci¨®n de las nacionalidades hist¨®ricas. Socialistas y comunistas, por su parte, defend¨ªan la futura democracia de fuerzas populistas que pudieran frenar las reformas. Si no fuera porque la Transici¨®n se fragu¨® en pactos entre ¨¦lites pol¨ªticas comprometidas con el cambio, con una educaci¨®n democr¨¢tica que el com¨²n de los espa?oles no ten¨ªa, nunca habr¨ªa llegado a romper con el pasado. Eso era lo que la izquierda intentaba proteger limitando el refer¨¦ndum.
Pero Peces-Barba no se imaginaba que los partidos (ni siquiera el suyo gobernando 14 a?os seguidos) jam¨¢s abordar¨ªan una reforma seria del texto y una generaci¨®n de espa?oles crecer¨ªa en democracia sin que nadie le preguntara nunca su opini¨®n sobre nada. Y Fraga no se imaginaba que, un mes de agosto de 2011, las masas que iban a pedir en las calles votar en refer¨¦ndum no ser¨ªan precisamente conservadoras, y que ser¨ªa un partido fundado por ¨¦l mismo, el Partido Popular, quien de la mano del PSOE negar¨ªa con m¨¢s convicci¨®n la posibilidad de un refer¨¦ndum, algo que ¨¦l consideraba imprescindible hace 34 a?os.
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