Legitimidad en la urna
Reforzar con el voto las instituciones, Gobierno y oposici¨®n, es la respuesta necesaria a la crisis
Las del domingo son las primeras elecciones que no tendr¨¢n lugar bajo la amenaza pr¨®xima del terrorismo, una lacra que ha marcado la pol¨ªtica espa?ola durante decenios. Pero llegan en un momento decisivo por otros motivos: cuando la crisis econ¨®mica se est¨¢ transformando en crisis de la pol¨ªtica, y ¨¦sta en crisis democr¨¢tica, como demuestran Grecia e Italia. Los pol¨ªticos se enfrentan a situaciones para las que los expertos econ¨®micos les ofrecen recetas contradictorias, y bajo fuertes condicionamientos exteriores que dejan escaso margen para respuestas nacionales. Y con su prestigio bajo m¨ªnimos. Es decir, en una situaci¨®n propensa al desentendimiento de la cosa p¨²blica o a la radicalizaci¨®n antisistema.
En Espa?a no ha habido protestas violentas como las de Reino Unido o desesperadas como las que han contribuido a agravar la crisis griega. Es fundamental evitarlas en el futuro y para ello lo primero es legitimar con el voto las instituciones democr¨¢ticas. Apoderar a quienes, desde el Gobierno o la oposici¨®n, deber¨¢n tomar decisiones, avalarlas o presentar alternativas democr¨¢ticas. Algunas de ellas tal vez antes incluso de la investidura del nuevo presidente. Ser¨¢ preciso para ello una concertaci¨®n leal, como parece estar habiendo en las ¨²ltimas semanas entre Zapatero y Rajoy. Esto supone una clara rectificaci¨®n por parte de ambos. El segundo se neg¨® a apoyar las medidas que el Gobierno tuvo que tomar en la emergencia de mayo de 2010, aunque aprob¨® o no se opuso a muchas otras a medida que la situaci¨®n fue agrav¨¢ndose. Zapatero tampoco destac¨® como amante del consenso durante su estancia en La Moncloa.
La campa?a apenas ha hecho que Rajoy desvele sus planes. Se comprende que el programa electoral no entre en cuantificaciones precisas, ante el riesgo de perder votos. Su discurso se ha centrado en insistir en que Espa?a necesita un cambio de gobierno, cuyos perfiles comienzan a desdibujarse en cuanto se trata de entrar en los detalles. Los espa?oles no tienen por ello un mapa ni siquiera aproximado de los recortes que, sin duda alguna, el pr¨®ximo gobierno tendr¨¢ que acometer. Se trata de una estrategia electoral que ha funcionado, seg¨²n reflejan las encuestas, pero que puede convertirse en un lastre tras asumir el poder y empezar a gobernar.
Es inevitable que los socialistas se pregunten c¨®mo es posible que un partido que se niega a decir qu¨¦ gastos piensa recortar para cumplir su objetivo prioritario de reducir el d¨¦ficit sin subir los impuestos pueda ir 15 puntos por arriba en los sondeos. La respuesta est¨¢ desde luego en los cinco millones de trabajadores en paro, y en su esperanza de que el cambio de gobierno lo sea de su suerte. Pero tambi¨¦n en el desgaste del argumento del miedo a la derecha, ahora bajo la forma de denuncia de un programa de liquidaci¨®n del Estado de bienestar.
La movilizaci¨®n de los votantes del PSOE que hoy manifiestan su desapego mediante la intenci¨®n de elegir otras opciones pol¨ªticas de izquierda o abstenerse es la ¨²ltima esperanza de Rubalcaba. Un abstencionismo motivado por la p¨¦sima gesti¨®n que Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero ha hecho de la crisis y de sus consecuencias, y que ha calado profundamente en la psique de los ciudadanos. No es seguro que la apelaci¨®n al miedo al PP resulte del todo eficaz para movilizar esos votos. Es cierto, en cambio, que un resultado suficiente del PSOE, signifique esto lo que signifique tras el mandato de Zapatero, es condici¨®n necesaria para que subsista en Rubalcaba y los socialistas una alternativa viable a un PP que, seg¨²n todos los indicadores, se dispone a ocupar la mayor parcela de poder que jam¨¢s ha tenido un partido en la democracia espa?ola.
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