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ENTREVISTA

El pol¨ªtico resistente

Entrevista a Manuel Fraga publicada el 30 de abril de 2006 en El Pa¨ªs Semanal

¡­ ¡°Yo soy quien soy, nunca he fingido¡±. Solo un personaje como Manuel Fraga es capaz de definirse a s¨ª mismo con tan certera rotundidad. Es casi inexpugnable, contundente, sin recovecos. Y a sus 83 a?os todav¨ªa se apura la barba con la misma ferocidad de su car¨¢cter. Pero tiene, cuando quiere, una paciencia infinita, como queda patente en esta entrevista en tres tormentosos pero cordiales encuentros y una sesi¨®n de fotos.

Fraga lleva dedicado a la pol¨ªtica casi 60 a?os. Ha sido ministro en la dictadura de Franco, pero acosado por los franquistas de la ¨²ltima hora, fundador y refundador del partido de la gran derecha, con la que siempre hab¨ªa so?ado. Fue tambi¨¦n fustigador de las izquierdas, junto con las que luego lograr¨ªa la transici¨®n a la democracia. Eterno l¨ªder de la oposici¨®n y frustrado aspirante a la presidencia del Gobierno, hizo de Galicia su Baviera particular y presidi¨® la Xunta con cuatro mayor¨ªas absolutas, y solo un pacto entre los socialistas y el Bloque lograron arrebatarle su omn¨ªmodo poder. Nadie podr¨¢ discutirle dos cosas: su amor a Galicia y el m¨¦rito de haber logrado colocar a su tierra en el mapa de Espa?a.

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Pero Fraga ha sido y es ante todo un recio patriota, un hombre de Estado capaz de embridar su autoritario car¨¢cter y sus ideas m¨¢s queridas para lograr una pol¨ªtica de consenso y reconciliaci¨®n que ha ahuyentado, para siempre en este pa¨ªs, la sombra de la Guerra Civil. A esta tarea, comprometida en solemne juramento personal, ha dedicado su vida. Hoy trabaja en su despacho del Senado pensando en las reformas del futuro como si tuviera toda la vida por delante. Y la tiene.

Cuando le ve¨ªa entrar en este despacho del Senado a sus 83 a?os, tirando de sus maletones de papeles, renqueando, me pregunt¨¦ qu¨¦ es lo que le hace tirar de esa manera, tan empecinada, de la vida que le pueda quedar.

Usted sabe bien que yo soy hijo de trabajadores, y que mi madre tuvo que criar a 12 hijos con mucho trabajo y sufrimiento, la pobre. Mi padre era hijo de un carpintero de aldea, de una parroquia rural de Villalba, que se vio obligado a emigrar a Cuba, y yo pertenezco a una familia de gentes que se han hecho a s¨ª mismas. La verdad es que no he sabido hacer otra cosa en esta vida m¨¢s que trabajar, que a eso me ense?aron desde ni?o.

No s¨¦ yo si su biograf¨ªa de servidor del Estado, su decisi¨®n de seguir quemando horas en la actividad pol¨ªtica, le impide aceptar, humildemente, que el cementerio est¨¢ lleno de gente imprescindible.

Bueno¡­ Es evidente que yo no me opongo a morirme¡­ (je, je), pero que tampoco voy a poner yo la fecha, porque no me pienso suicidar, como es natural. Pero s¨¦ que llegar¨¢ un momento en que pueda ocurrir, que mire usted c¨®mo est¨¢ el pobre Su¨¢rez, que ha perdido las facultades. A m¨ª, por el momento, no me han abandonado esas facultades y creo que todav¨ªa puedo, y voy a hacer un buen trabajo. Pero tengo muy claro que se va a poder prescindir de m¨ª, que eso es absolutamente inevitable. Y la prueba es que ya lo he demostrado dando paso a mis sucesores y sin caer en la tentaci¨®n de seguir mangoneando por detr¨¢s, como han hecho otros. Mire, yo no puedo evitar que haya desconfiados y resentidos, pero la verdad es que llevo 55 a?os en la vida p¨²blica y que s¨®lo he pretendido aprovechar la lecci¨®n que me dio mi padre de saber generar confianza para ayudar a la gente.

Pero me sorprende que usted, que en su vida lo ha tenido y lo ha perdido casi todo, siga demostrando que es la vanidad pol¨ªtica lo que todav¨ªa le alimenta las venas. Pod¨ªa estar tranquilamente en su casa, o en un monasterio de Galicia, de los que tanto disfruta de vez en cuando.

La verdad es que mi opci¨®n por la vida monacal me la plante¨¦ seriamente cuando termin¨¦ el bachillerato y pens¨¦ en ingresar en el monasterio de Samos. Pero en aquel momento mi padre me ayud¨® a ponderar que ¨¦sa no era mi vocaci¨®n. Por lo tanto no lo voy a hacer ahora, aunque la verdad es que a estas alturas tengo poco a lo que renunciar. Usted sabe que yo soy ¡°oblato¡± (vinculado por votos privados) de la orden benedictina de Samos y que tengo mucha simpat¨ªa por esa gente. Pero lo cierto es que, despu¨¦s de aquellos ejercicios espirituales que hice all¨ª, tuve clara mi vocaci¨®n pol¨ªtica. Y adquir¨ª entonces un compromiso firme: hacer todo lo que estuviera en mi mano para que mi pa¨ªs no sufriera de nuevo una guerra civil como la que padecimos. Creo que he cumplido esa promesa y que he dado todo lo que ten¨ªa, humana y pol¨ªticamente, en mi vocaci¨®n de servicio p¨²blico.

Pero ha sido usted incapaz de sacarle partido a la parte l¨²dica de la vida, de darse un respiro, de disfrutar sin autodisciplina ni horarios de cuartel.

Eso no es del todo as¨ª. Yo he disfrutado mucho de la vida familiar y de la caza y de la pesca y de la gente. Pero lo que se llama la vida de playboy nunca ha sido lo m¨ªo, aunque ya se imagina usted que en mi juventud pude hacer cosas que no iban con mi car¨¢cter ni con mi forma de estar en la vida. Es verdad que he vivido con el pie en el acelerador, pero no me arrepiento porque todo el tiempo ha sido poco para tantas cosas como las que hab¨ªa que hacer en este pa¨ªs. S¨ª le dir¨¦ que tengo la conciencia tranquila y que de los errores que haya podido cometer, que habr¨¢n much¨ªsimos, prefiero que hablen mis enemigos.

Muchos de ellos no estaban dispuestos a que usted ocupara un lugar determinante en la Espa?a democr¨¢tica. Me gustar¨ªa saber c¨®mo encajaba usted aquello de ¡°?Fraga, el pueblo no te traga!¡±, aquella ferocidad con la que le rechazaban en la calle durante la etapa m¨¢s tensa de la transici¨®n.

Yo encajaba aquello como algo inevitable, pero tambi¨¦n como algo que sab¨ªa que estaba destinado a fracasar. ?Y vaya que fracas¨®! Ellos fueron los que se equivocaron, porque eran gentes capaces s¨®lo de pensar en sus resentimientos. Como usted puede suponer, todo aquello me hizo sufrir lo m¨ªo, aunque yo sab¨ªa que como no era verdad, porque yo estaba seguro de que no reflejaba el pensamiento de la mayor¨ªa de los espa?oles, no iban a poder conmigo. ?Y aqu¨ª estoy yo y aqu¨ª seguir¨¦ estando!

Debi¨® ser muy duro, incluso para usted, verse recibido por la Espa?a de la incipiente democracia como un apestado, ?no?

Fue muy duro para m¨ª percibir aquel rechazo vociferante aunque minoritario. Pero fue duro porque era injusto, porque si hab¨ªa alguien que desde la derecha estaba haciendo algo para impulsar la transici¨®n, ¨¦se era yo. Y, bueno, hab¨ªa gente que pensaba que hab¨ªa que enterrar todo el periodo anterior, igual que ahora hay gente que quiere desenterrar cosas para recuperar la memoria hist¨®rica, dicen ellos, porque quieren revisar la transici¨®n. Yo le aseguro que quienes est¨¢n ahora en eso, que los hay, est¨¢n tremendamente equivocados. En cuanto a lo de apestado, le tengo que decir que siempre recib¨ª el aliento y el apoyo de la gente de buen sentido con la que me entend¨ª para hacer el texto de la Constituci¨®n, gentes como Santiago Carrillo o Felipe Gonz¨¢lez, o tantos otros por los que nunca me sent¨ª rechazado sino reconocido.

Es cierto que desde la izquierda se le reconoc¨ªan a usted sus denodados esfuerzos por agrupar y retener dentro del sistema democr¨¢tico a gentes que, digamos, no estaban por la labor y que le ten¨ªan en un continuo sobresalto.

Bueno, aquello no fue un camino f¨¢cil, sin duda, pero, salvo casos recalcitrantes, la mayor¨ªa entendi¨® lo que yo trataba de llevar a su convencimiento: que Espa?a no pod¨ªa vivir aislada en Europa, que aquella apertura que yo hab¨ªa iniciado desde aquel Ministerio de Informaci¨®n y Turismo de la etapa anterior no era suficiente y que hab¨ªa que instalar una democracia que nos homologara internacionalmente. ?sa fue la idea que yo logr¨¦ inculcar en la derecha, aunque, todo hay que decirlo, con no pocas dificultades.

Nadie en este pa¨ªs le niega su decisivo papel en la construcci¨®n de la democracia. Pero tambi¨¦n es cierto que fue usted un leal servidor de la dictadura de Franco en su etapa m¨¢s convulsa.

S¨ª, s¨ª, pero contribuyendo siempre a una evoluci¨®n razonable de aquel r¨¦gimen. Yo hice una Ley de Prensa que supuso un gran avance, e hicimos una Ley de Libertad Religiosa realmente notable. Lo ¨²nico que no pude hacer, porque se enfrentaron conmigo sectores muy influyentes, fue la Ley de Asociaciones Pol¨ªticas, a la que luego se apuntaron las gentes de la Secretar¨ªa General del Movimiento que se hab¨ªan opuesto.

Pero usted sirvi¨® leal y activamente a aquella dictadura, y eso no hay quien lo borre de su biograf¨ªa, se?or Fraga.

?No, no! ?Yo no fui un servidor de una dictadura que yo contribuyera a crear! Yo me encontr¨¦ con que, en aquel momento, para hacer pol¨ªtica, hab¨ªa que hacerla desde dentro y procurando mejorar las cosas, y eso no me lo puede negar nadie.

Siempre me he preguntado y se lo pregunto a usted ahora, por primera vez desde que le conozco, si nunca tuvo un sentimiento de repugnancia, de duda de conciencia, de tentaci¨®n de no permanecer en aquella complicidad con la dictadura franquista.

?Yo lo de mi complicidad con la dictadura no lo se lo voy a aceptar de ninguna manera! La verdad es que yo fui llamado por el General¨ªsimo para ocupar la cartera de Informaci¨®n y Turismo, aunque en principio hab¨ªa pensado en m¨ª para Educaci¨®n y luego no se atrevi¨®. Y tengo que decirle que yo le advert¨ª con claridad lo que quer¨ªa hacer con la Ley de Prensa, y que asum¨ªa el riesgo de que me cesara si no le gustaba lo que estaba pensando hacer. Luego s¨ª que es bien cierto que hubo gente muy cercana a Franco, que no ¨¦l, que quiso crearme problemas, que me acus¨® de querer ir demasiado deprisa. ?Para que usted me acuse ahora de complicidad!

Es que aquella complicidad suya, con perd¨®n, le llev¨® incluso a implicarse en uno de los fusilamientos del r¨¦gimen: el del comunista Juli¨¢n Grimau. Usted legitim¨® aquel fusilamiento dirigiendo una campa?a de prensa verdaderamente atroz.

?No, no! Es verdad que Grimau apareci¨® entonces como un sanguinario asesino, pero es que realmente lo hab¨ªa sido. Pero le repito que yo ten¨ªa hacer¡­ cosas para hacer posibles otras, y ¨¦se fue un caso, pero hubo muchos m¨¢s en los que hubo que templar gaitas. Pero, en definitiva, yo saqu¨¦ adelante la Ley de Prensa y muchas m¨¢s cosas, y hubo que pagar un precio por ello. El que est¨¦ en pol¨ªtica sin saber que eso es as¨ª pues que se crea que est¨¢ en el reino de los cielos. Para m¨ª aquello fue muy duro, se lo aseguro.

?Era preciso aquel fusilamiento?

?sa es una pregunta que no estoy dispuesto a contestar. Le repito que si yo hice aquello fue porque lo consider¨¦ necesario para poder hacer otras cosas. Y, desde luego, Grimau no era un personaje precisamente simp¨¢tico, ni mucho menos. Yo lament¨¦ much¨ªsimo aquello y que aquel hombre hubiera decidido venirse a Espa?a, pero no precisamente a colaborar en una transici¨®n pac¨ªfica sino a la lucha comunista, a todo lo que los comunistas hab¨ªan hecho en Espa?a hasta el 36.

Pero ?no se arrepiente de haber colaborado en aquella ejecuci¨®n?

No. Yo me arrepiento de muchas cosas, pero s¨®lo se las cuento a mi confesor, y usted, evidentemente, no lo es.

Yo s¨®lo pretendo acercarme a su vida con la libertad que usted me ha permitido siempre y que ahora tambi¨¦n me permite decirle que fue una suerte que Santiago Carrillo salvara la vida para que usted pudiera presentarle en aquel Club Siglo XXI. All¨ª comenz¨® realmente la verdadera reconciliaci¨®n nacional, la transici¨®n.

La verdad es que fue en plena Guerra Civil cuando me dije a m¨ª mismo que aquello no pod¨ªa volver a pasar nunca m¨¢s. Pero yo s¨®lo he contribuido modestamente a esa reconciliaci¨®n, porque ha sido el conjunto del pa¨ªs el que la ha hecho posible. En cuanto a Santiago Carrillo, tengo que decir que cuando me decid¨ª a presentarle en el Club Siglo XXI estaba seguro de que su actitud y su concepci¨®n del comunismo ya nada ten¨ªan que ver con aquel viejo comunismo sovi¨¦tico que tantos errores y atrocidades hab¨ªa cometido. Y tambi¨¦n tengo que decir que no me equivoqu¨¦, y que ¨¦l y aquella gente de la izquierda contribuy¨® a que los dos bandos se encontraran en el camino de la transici¨®n, que fue un camino dif¨ªcil pero lleno de generosidad por ambas partes. Por eso me irrita que hoy surja alg¨²n botarate que alimente el guerracivilismo, como se est¨¢ haciendo de una forma irresponsable y peligrosa, desenterrando fantasmas del pasado, promoviendo desde la reivindicaci¨®n de la memoria hist¨®rica un encarnizado ajuste de cuentas. Adem¨¢s se est¨¢ jugando con cosas muy serias, las relaciones con la Iglesia, la educaci¨®n, la unidad de Espa?a¡­

?Tiene usted la sensaci¨®n de que los pol¨ªticos de hoy est¨¢n malbaratando la herencia de los que se dejaron la piel en la transici¨®n?

Pues la verdad es que tengo mis dudas, pero s¨ª pienso que algunos se est¨¢n equivocando gravemente. Es bien cierto que las cosas no pueden ser perpetuas, y mucho menos en los momentos de cambios tan tremendos que vive el mundo. Pero somos muchos los que desde la experiencia (tambi¨¦n en la izquierda, que contribuy¨® de forma decisiva a lograr el entendimiento y el imperio de lo razonable), los que pensamos que hay que salvar las cosas esenciales, los principios ¨¦ticos, la concepci¨®n de la pol¨ªtica como servicio p¨²blico. A m¨ª me consta que esa reflexi¨®n se est¨¢ produciendo ahora.

Pues a m¨ª me parece una actitud c¨ªnica que la derecha que le combati¨® tan encarnizadamente hoy repita, hasta la n¨¢usea, que echa de menos a Felipe Gonz¨¢lez. Pero tambi¨¦n hay muchos socialistas que le echan de menos a usted, quiz¨¢ porque fue un l¨ªder de la oposici¨®n leal, aunque un tanto ingenuo.

?Qu¨¦ quiere usted que le diga! Yo hice lo que ten¨ªa que hacer y ahora son otros los que hacen su pol¨ªtica, y nadie me puede negar que yo he sabido dar paso. Es cierto, y me satisface que se reconozca, que yo fui leal, que ejerc¨ª como l¨ªder de la leal oposici¨®n, que me comport¨¦ de la ¨²nica manera que s¨¦ hacerlo, que es seriamente. Lo que s¨ª tengo que decir es que el que hoy no es leal es el Gobierno, que est¨¢ rompiendo todos los pactos y todos los puentes que construimos en la transici¨®n con mucho esfuerzo.

Pero quienes le sucedieron en el partido le tacharon a usted de demasiado leal, demasiado blando con Gonz¨¢lez. Y la verdad es que fue finalmente Aznar, y no usted, el que logr¨® tumbar a Felipe. Imagino que le cost¨® mucho superar aquello.

Hay un romance que dice: ¡°Si no venc¨ª, reyes moros, engendr¨¦ quien los venciera¡±. Yo tambi¨¦n puedo decir eso con justeza.

Pero ?no tuvo usted alguna vez la percepci¨®n de que Felipe Gonz¨¢lez le ¡®liaba¡¯, le tomaba el pelo en aquellas escenas del sof¨¢ y del consenso?

?l nunca me enga?¨®. ?l defend¨ªa sus intereses, como es natural, pero desde una posici¨®n, tambi¨¦n la suya, de lealtad, y pienso que de sinceridad. Por lo dem¨¢s, ¨¦l representaba a un partido fundado por Pablo Iglesias, con un peso y una historia, y yo hab¨ªa arrancado de la nada. Pero s¨ª le tengo que decir que en aquel momento, a diferencia de lo que ocurre ahora, est¨¢bamos todos de acuerdo en lo esencial, que era salvar el paso de la transici¨®n y que, en general, fuimos capaces de reconocernos unos a otros. Todos estuvimos en los mismos objetivos nacionales, de Estado, cosa que hoy no ocurre por parte del actual presidente del Gobierno, que se ha propuesto reabrir la transici¨®n. Yo estoy seguro de que Felipe Gonz¨¢lez nunca hubiera facilitado situaciones tan peligrosas como la del nuevo Estatuto de Catalu?a, ni hubiera pactado nunca con personajes como Carod Rovira, por ejemplo. La verdad es que yo no veo en el socialismo de hoy la misma claridad de ideas que tuvieron los dirigentes de la etapa anterior, y no tengo inconveniente en reconocer que Gonz¨¢lez se comport¨® como un hombre de Estado y cumpli¨® con su deber como lo hicimos otros. No coincidimos en algunas cosas, en las formas sobre todo, pero ni ¨¦l ni yo jugamos con el futuro de Espa?a.

Pero usted sabe que Felipe Gonz¨¢lez nunca entendi¨® aquella ins¨®lita posici¨®n suya de defender la abstenci¨®n en el refer¨¦ndum de la OTAN sin importarle aquel abismo que pod¨ªa abrirse ante nuestros pies.

He intentado explicarlo varias veces. Yo estaba intentando crear un gran partido de centro-derecha, intentaba juntar lo que C¨¢novas y Maura no hab¨ªan podido juntar. Hab¨ªa una situaci¨®n muy delicada en las relaciones con la democracia cristiana y los liberales y toda aquella gente con la que me ten¨ªa que entender. Y en aquel momento, la verdad es que fueron otros, no yo, los que impusieron su criterio. Ellos entendieron que, despu¨¦s de la ambig¨¹edad inicial de los socialistas, se daban las condiciones para responder con una sanci¨®n que, aseguraban, tendr¨ªa serias consecuencias para el socialismo; ellos buscaban la liquidaci¨®n del socialismo. La verdad es que yo no lo entend¨ªa as¨ª, primero porque eso yo no lo ve¨ªa posible y ni siquiera conveniente, porque el socialismo ya era entonces una izquierda moderada importante para este pa¨ªs. Y entonces tuve una conversaci¨®n muy interesante con Alfonso Guerra y buscamos el t¨¦rmino medio de la abstenci¨®n, aunque los otros eran partidarios de votar que no en el aquel momento.

No me diga que ¡°los otros¡±, o sea, la democracia cristiana, le obligaron a usted a votar contra sus convicciones en algo tan esencial.

La pol¨ªtica tiene exigencias duras, y yo no quer¨ªa que se rompiera la coalici¨®n que tanto trabajo me hab¨ªa costado formar, y ante aquel riesgo cierto opt¨¦ por el mal menor que era evitar la ruptura, aunque luego ya ve d¨®nde acabaron algunos, como el se?or Alzaga, que nunca m¨¢s se supo de ¨¦l en la pol¨ªtica de este pa¨ªs. Tengo la seguridad de que hice lo que ten¨ªa que hacer y que no me queda ninguna amargura dentro, pero s¨ª el peso de una gran experiencia y conocimiento de las personas. Por lo dem¨¢s, a m¨ª no me pareci¨® mal que hubiera gente nuestra que votara s¨ª, y le confieso que yo mismo no me sent¨ª nada feliz votando aquella abstenci¨®n.

En aquella ocasi¨®n, se?or Fraga, como en otras, usted no se mostr¨® como el personaje autoritario que se ha forjado, sino como alguien influenciable, f¨¢cil de llevar a unas posiciones u otras.

Es que yo estoy convencido de que si uno se coloca en una posici¨®n autoritaria es m¨¢s f¨¢cil que cometa un error. Creo que ya he demostrado que he sabido jugar con flexibilidad y sentido de la oportunidad pol¨ªtica, con sentido com¨²n en definitiva.

Pero su car¨¢cter, se?or Fraga¡­ ?Cu¨¢nto le han perjudicado sus prontos, sus reacciones airadas, ese inapelable ¡°no tengo nada m¨¢s que decir¡± que ha dejado a tanta gente petrificada. Usted ha provocado mucho temor entre las personas que le han tratado.

?Es que hay veces que uno no tiene nada m¨¢s que decir, cosa que estoy a punto de decirle tambi¨¦n a usted si insiste en ciertas preguntas! Mire, yo soy el que soy, y creo que alg¨²n servicio he prestado a este pa¨ªs y que el balance es positivo. Naturalmente, he cometido errores como todo el mundo, pero yo creo que tambi¨¦n he ido moldeando mi car¨¢cter con el paso de los a?os, he sido capaz de cambiar, porque adem¨¢s mi condici¨®n de cristiano tambi¨¦n me obliga a hacer examen de conciencia para volver a empezar de nuevo todos los d¨ªas.

Yo siempre le he visto a usted como un perro ladrador pero poco mordedor.

Pues se equivoca usted. Porque yo cuando he tenido que morder, he mordido, y cuando he tenido que ladrar, he ladrado.

Y cuando ha tenido que ceder el sill¨®n tambi¨¦n lo ha hecho, pero qui¨¦n le iba a decir que aquel Aznar que le ped¨ªa ¡®humildemente¡¯ tutela, en aquel Congreso de la sucesi¨®n, le iba a dar a usted sopas con onda. Aunque siempre me ha quedado la duda de si usted estaba de acuerdo con aquella encarnizada oposici¨®n que hizo para lograr el poder.

No estoy muy seguro de que eso de las sopas sea la expresi¨®n m¨¢s afortunada, pero la verdad es que ¨¦l lleg¨® adonde yo quer¨ªa que llegara. En cuanto a la oposici¨®n que hizo, lo que est¨¢ claro es que entonces se actu¨® en funci¨®n de lo que se estaba jugando, porque aquella situaci¨®n hab¨ªa llegado al l¨ªmite, porque todos los proyectos pol¨ªticos tienen su final. Pero no quiero hablar m¨¢s de esto, porque yo entonces ya no ten¨ªa elementos de juicio para saber lo que se estaba haciendo y porque yo s¨®lo he dado consejos cuando me los han pedido. Aznar us¨® bien mi confianza, y s¨®lo su decisi¨®n de no volver a presentarse fue discutible porque nos meti¨® en problemas imprevistos.

Aznar tuvo todo el poder en el partido, pero no le gustaba un pelo que usted no le permitiera ¡®entrar¡¯ en el PP de Galicia, en el que nada se mov¨ªa sin que usted lo permitiera. Y le pon¨ªa de los nervios aquel tufillo galleguista que usted alimentaba.

Pues le tengo que decir que yo siempre actu¨¦ con absoluta lealtad a la direcci¨®n nacional de mi partido, y que como todo el mundo sabe no soy ni nacionalista ni separatista. S¨ª es cierto que yo hice una serie de propuestas para que Galicia tuviera una participaci¨®n en la defensa de sus intereses en Europa que entonces no se tuvieron en cuenta quiz¨¢s porque desde Madrid no se vieron las cosas como yo las ve¨ªa. Ahora mis ideas las est¨¢n capitalizando los socialistas, lamentablemente.

Tampoco ¡°en Madrid¡± vieron las cosas como usted en el drama del ¡®Prestige¡¯. La verdad es que nunca le vi sufrir tanto desde la muerte de su esposa, y nunca entend¨ª por qu¨¦ se quit¨® de en medio ni c¨®mo se le ocurrir¨ªa echarse en los brazos de Aznar, precisamente.

Aquello fue realmente una gran desgracia para Galicia. Y es cierto que yo sufr¨ª mucho porque todo fue tremendo, sobre todo la actuaci¨®n de quienes cayeron sobre nosotros porque pensaron que hab¨ªa llegado su hora. Es cierto que yo comet¨ª errores, pero tambi¨¦n es verdad que hice todo lo que pude por buscar ayudas, que no era cosa f¨¢cil. Y no es cierto que me quitara de en medio, pero s¨ª comprend¨ª que est¨¢bamos ante un problema en el que yo no pod¨ªa aparecer como el salvador universal, sino que era preciso que el Gobierno nos ayudara. La verdad es que hubo un momento en el que me sent¨ª desbordado y que quiz¨¢s, puede ser, ca¨ª sin darme cuenta en una actitud, si usted quiere, un tanto ingenua. Y, desde luego, las decisiones importantes, como la de alejar el barco de la costa, se tomaron siempre en Madrid.

No s¨¦ si en medio de aquella marejada tuvo tiempo de percibir que aquello, que le hizo perder el apoyo de mucha gente, acostumbrada a ¡®otro¡¯ Fraga, le estaba advirtiendo del principio del final.

Los peligros eran m¨¢s que evidentes, claro. Pero cuando uno tiene la satisfacci¨®n del deber cumplido no puede hacer m¨¢s que asumir la realidad. Y en cualquier caso qued¨® claro que ni aquella tremenda cat¨¢strofe nos separ¨® de la gente m¨¢s all¨¢ de una situaci¨®n de inevitable desgaste despu¨¦s de cuatro mayor¨ªas absolutas y una quinta en la que no lo conseguimos ?por un solo diputado! Para m¨ª el haber podido gobernar Galicia durante un tan largo periodo de tiempo ha sido, sin duda, una de las mayores satisfacciones que me ha dado la vida junto con la experiencia de que cuando los proyectos pol¨ªticos son s¨®lidos y serios no desaparecen de la noche a la ma?ana. Nosotros hicimos una apuesta muy seria por las inversiones en infraestructuras y comunicaci¨®n, en educaci¨®n y en dotaciones sanitarias, y eso significa que hemos puesto las bases, y algo m¨¢s, de la Galicia del futuro. La verdad es que los se?ores de la oposici¨®n tengo que reconocer tambi¨¦n que no se han portado mal conmigo y que, por ejemplo, el presidente Touri?o me ha tratado a m¨ª y a mi trabajo por Galicia con un respeto que, en fin, quiz¨¢s sea merecido, dicho esto sin falsa modestia.

Pienso que ser¨ªa cicatero, y un tanto miserable, no reconocer que usted situ¨® a Galicia en el mapa, que siempre habr¨¢ un antes y un despu¨¦s de Fraga y que los gallegos se lo deben. Pero usted cometi¨® un error que¡­

Errores habr¨¦ cometido muchos, como todo ser humano. Pero no s¨¦ en cu¨¢l ha preferido fijarse usted, que a veces parece usted un fiscal y no una periodista.

Me refiero a su debilidad, que jam¨¢s ha tenido consigo mismo pero s¨ª con los dem¨¢s, que ha permitido durante su largo mandato construir el entramado de una Galicia clientelar que ha vivido de las amplias redes de la influencia pol¨ªtica.

Pues yo creo que exagera usted mucho, y le puedo asegurar que la Galicia que yo he gobernado ha mejorado much¨ªsimo en esos temas y que, desde luego, no es Marbella. Claro que los pol¨ªticos no son santos, como yo no lo soy tampoco, pero es bien cierto que en temas de corrupci¨®n no resisten la comparaci¨®n otras regiones de Espa?a. Ya le he dicho que Galicia no ha sido Marbella. Y el d¨ªa que el cielo baje a la tierra, pues me avisa.

Vale. Pero no me puedo olvidar de c¨®mo se agarraban tantos a su liderazgo como a una tabla de salvaci¨®n. Aunque algunos se le subieron a las barbas y le acusaron de bloquear su sucesi¨®n, de querer permanecer apalancado en el sill¨®n por los siglos de los siglos.

Pues si se agarraban ser¨ªa porque mi candidatura no era una mala idea. Aunque usted sabe muy bien que lo hice porque me pareci¨® inevitable y que era mi obligaci¨®n ante una situaci¨®n ciertamente complicada en mi partido. No le niego a usted que fueran momentos muy dif¨ªciles para m¨ª, y que tuve que hacer acopio de una paciencia infinita. Pero nadie se me subi¨® a las barbas porque yo me afeito todos los d¨ªas. Pero lo importante es que se salv¨® un proyecto pol¨ªtico por el que nadie me puede negar que he peleado hasta el final y m¨¢s all¨¢ de mis fuerzas. Luego hemos hecho un congreso abierto y hemos elegido un tipo estupendo. Y yo me he quitado de en medio como debe ser.

Tuvieron que juntarse el Partido Socialista y el Bloque para poderle, y por poco no lo consiguen. Pienso si no habr¨¢ lamentado que se frustrara aquel ¡®idilio¡¯ tan fugaz como ins¨®lito entre usted y Xox¨¦ Manuel Beiras, que hubiera hecho posible una mayor¨ªa de Gobierno bien distinta¡­

Tanto como eso que usted sugiere¡­ Pero s¨ª es lo cierto que hab¨ªamos logrado un ¡°armisticio¡±, y eso s¨ª que hubiera sido muy bueno para el futuro de Galicia. Pero luego vino el Prestige y Beiras se dej¨® enga?ar, y acabaron con ¨¦l de mala manera. Pero, en fin, yo creo que hubiera sido muy bueno ese entendimiento, porque eso significaba que el galleguismo no divid¨ªa entre el nacionalista y el no nacionalista, sino que nos unir¨ªamos todos como quer¨ªa el gran Ram¨®n Pi?eiro, al que yo siempre guardar¨¦ una estima especial. En cualquier caso, s¨ª le puedo asegurar que mi disposici¨®n a ese entendimiento era sincera, como sinceras y francas fueron las conversaciones que tuvimos Beiras y yo. Lamentablemente, hay ocasiones en que la pol¨ªtica hace imposible lo que es necesario.

No podemos acabar esta conversaci¨®n sin hablar de ETA. Y no tengo m¨¢s remedio que recordarle que hace ya 20 a?os que usted dijo aquello de que era capaz de acabar con el terrorismo en seis meses. No s¨¦ si querr¨ªa hoy matizar sus palabras.

Hubo un momento en el que se pod¨ªa haber hecho mucho m¨¢s en la lucha contra el terrorismo y que ese momento no se aprovech¨®, y eso lo mantengo. Tambi¨¦n quiero decir que los paralelismos que se est¨¢n haciendo ahora entre el Pa¨ªs Vasco e Irlanda del Norte son absolutamente disparatados y que la experiencia irlandesa no nos resulta ¨²til. Para m¨ª es evidente que ahora habr¨ªa que dar facilidades para que, cumpliendo el Estado de derecho, se llegase a un acuerdo. Un acuerdo por el que, una vez entregadas las armas y abandonado todo tipo de violencia, se podr¨ªa facilitar el acercamiento de los presos, la reducci¨®n de algunas condenas, la aplicaci¨®n del c¨®digo del 93¡­ Pero siempre partiendo de una rendici¨®n clara e incondicional por parte de ETA.

D¨ªgame si no le preocupa que el PP pueda ser barrido de la historia si no se sube de una vez al tren de la paz.

?No, no! No vamos a ser barridos por la historia porque lo que estamos haciendo es ayudar, pero sin saltarnos las reglas del juego. Creo que eso es lo que est¨¢ haciendo Rajoy, es lo que yo le he aconsejado, y creo que lo est¨¢ haciendo muy bien.

No s¨¦ si querr¨¢ decirme, con claridad, en qu¨¦ alma de su partido se siente m¨¢s c¨®modo, ?en la de Aznar y Acebes o en la de Ruiz Gallard¨®n y Rodrigo Rato?

?sa es una pregunta a la que no le voy a contestar. Lo ¨²nico que le voy a decir es que yo apuesto por el futuro de mi partido. Y no le voy a dar m¨¢s pistas, por mucho que lo intente.

Por intentar¡­ Lo que me gustar¨ªa saber es si no est¨¢ cansado de llevar puesta esa m¨¢scara de ferocidad que le protege y que ensombrece su biograf¨ªa al mismo tiempo.

Pues le tengo que decir que yo nunca he fingido nada y que soy el que soy. He sido feroz cuando he tenido que serlo, pero tambi¨¦n he sabido ser apaciguador y he tenido que templar muchas gaitas en mi vida, muchas. Adem¨¢s, hasta el mismo Jesucristo, que fue el ser m¨¢s pac¨ªfico del mundo, ech¨® a los mercaderes del templo con un l¨¢tigo. Con mis cualidades y mis defectos creo que soy un hombre de bien y que he contribuido seriamente a que en mi pa¨ªs haya paz pol¨ªtica y concordia. Espero que eso, al menos, se me reconozca alg¨²n d¨ªa. Pero no he sido don Quijote ni he ganado la batalla de Pav¨ªa.

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