El jurado mostr¨® signos de divisi¨®n a lo largo de todo el proceso
Las reacciones del tribunal popular anticiparon el veredicto absolutorio
Una vez terminada la lectura del veredicto de absoluci¨®n de Francisco Camps y Ricardo Costa, con las respuestas a los 21 puntos del cuestionario, en las que se repiti¨® invariablemente la mayor¨ªa de cinco votos a favor de los acusados por cuatro votos en contra, el magistrado que ha presidido el tribunal advirti¨® a los nueve miembros jurados que su deliberaci¨®n hab¨ªa sido secreta y que as¨ª deb¨ªa permanecer ¡°siempre¡±.
Est¨¢ prohibido que los nueve ciudadanos, vecinos de la provincia de Valencia, que han juzgado a su expresidente cuenten c¨®mo alcanzaron el veredicto tras dos d¨ªas y medio de aislamiento. No se pueden revelar sus nombres. Ni datos que puedan conducir directamente a su identificaci¨®n. S¨ª es posible, en cambio, se?alar que el veredicto alcanzado por los jurados no result¨® extra?o para quienes han seguido ¨ªntegramente el juicio en el interior de la sala: un n¨²mero muy reducido de personas, que incluye a los familiares y a los amigos ¨ªntimos de los acusados, no m¨¢s de 20 personas.
Desde relativamente pronto pareci¨® claro ¡ªen clave de impresiones¡ª que dos jurados, los dos ¨²nicos varones adultos que lo integraban, se inclinaban por las tesis de las defensas. Fue especialmente evidente en el caso de uno de ellos, que durante las jornadas de deliberaci¨®n fue elegido portavoz del tribunal.
Este jurado escribi¨® incansablemente las intervenciones de los letrados del expresidente y del ex secretario general del PP valenciano, y con mucha menos energ¨ªa las de la Fiscal¨ªa Anticorrupci¨®n y la acusaci¨®n popular que representaba a los socialistas. Dedic¨® parte de las m¨¢s de 100 horas del juicio a observar al p¨²blico, integrado b¨¢sicamente por partidarios de los acusados. Se neg¨®, en una ocasi¨®n, a examinar uno de los documentos incriminatorios que el ministerio p¨²blico hab¨ªa aportado a la causa, entreg¨¢ndolo sin mirarlo al siguiente jurado. Se esforz¨® en hacer comentarios sobre las pruebas documentales al resto de integrantes del tribunal que ten¨ªa a su alcance. Y la sinton¨ªa con su vecino de banco, en primera fila, result¨® evidente durante la segunda parte del juicio. Ambos conversaron frecuentemente, poni¨¦ndose las manos en las bocas para impedir que pudiera intuirse qu¨¦ se dec¨ªan.
Los otros tres miembros del jurado sentados en primera fila dieron la impresi¨®n de seguir el conjunto del juicio con atenci¨®n, tomando notas o no haci¨¦ndolo de forma relativamente equilibrada, reaccionando a las pruebas (audici¨®n de grabaciones, exhibici¨®n de documentos, declaraciones de testigos) que iban produci¨¦ndose en la sala de vistas.
La fila de arriba la integraban un joven que apenas tom¨® notas ni pareci¨® tampoco sentir simpat¨ªa por los acusados. Dos mujeres que superaban los 50 a?os, que transmitieron durante buena parte de las sesiones cierta distancia con lo que se viv¨ªa en el juicio. Y otro jurado muy joven, a quien el finalmente portavoz del tribunal dedic¨® muchas indicaciones sobre los documentos examinados, a pesar de estar sentados en filas distintas.
Si el juicio se hubiese seguido atendiendo a las reacciones que el jurado fue dando a lo que ocurr¨ªa en la sala, habr¨ªa que decir que, pese al resultado final, la inclinaci¨®n a favor de la condena fue creciendo a medida que se acercaba el final del juicio. El abogado de Camps, Javier Boix, pareci¨® imponerse durante el primer tramo del juicio, logrando sembrar dudas entre los testigos y conectando mejor con los ciudadanos que ten¨ªan en su mano la decisi¨®n. En la recta final del juicio, con la fase documental y los informes definitivos, pareci¨® inclinarse a favor de las acusaciones. La actuaci¨®n de las fiscales y el letrado de la acusaci¨®n, Virgilio Latorre, dio la impresi¨®n de convencer a alguno de los que parec¨ªan expresar dudas. Pero no a los suficientes. Los jurados, dicen los expertos, no suelen articularse por bloques, sino con una liebre que tiende a tirar del resto.
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