La palabra de los defraudadores
El Gobierno, que deber¨ªa ser garante de la equidad social, se comporta como ¨¢rbitro parcial que favorece al m¨¢s fuerte
El 90% de los ciudadanos considera la situaci¨®n econ¨®mica muy mala. Un consejo para los gobernantes: no sigan tratando de edulcorar la situaci¨®n con sus eufemismos y sus medias verdades, porque no enga?an a nadie. No es un problema de estad¨ªsticas de crecimiento y de paro, de ¨ªndices de la Bolsa y de primas de riesgo: la gente vive el desastre cada d¨ªa en sus propias carnes, se siente cada d¨ªa un poco m¨¢s a precario, y ni ve salida ni se siente acompa?ada. ?Es posible que quien gobierna no se haya enterado todav¨ªa?
A estas alturas de la crisis algunas cosas est¨¢n claras. La izquierda est¨¢ desorientada pero la estrategia neoliberal ha fracasado por completo. Las ¨¦lites, incapaces de resolver la situaci¨®n en t¨¦rminos aceptables para todos, est¨¢n cada vez m¨¢s alejadas de la mayor¨ªa social. La sociedad se resquebraja y entra en el t¨²nel del pesimismo y de la desesperaci¨®n. Las instituciones se tambalean porque los comportamientos irresponsables de las ¨¦lites afectan a todo el edificio del poder. La democracia est¨¢ amenazada.
La ¨²ltima utop¨ªa so?ada por las ¨¦lites hab¨ªa sido la indiferencia, que est¨¢ en el origen de la crisis. La cultura de la indiferencia surge de la reducci¨®n de la vida a la dimensi¨®n econ¨®mica: se rompe la idea de responsabilidad compartida y se produce el vaciado completo del sentido, m¨¢s all¨¢ de la estricta supervivencia en la selva del mercado. Forma parte de esta utop¨ªa hacer invisibles a las v¨ªctimas. Los esfuerzos para que los perdedores de la crisis no aparezcan m¨¢s que en la forma inerte de las estad¨ªsticas son constantes. No hay reconocimiento para las v¨ªctimas porque reconocerlas equivale a aceptar las consecuencias de la ruptura de los l¨ªmites a la que nos ha llevado la hegemon¨ªa conservadora y la incapacidad del llamado neoliberalismo para minimizar sus efectos colaterales.
La crisis es, en este sentido, la culminaci¨®n de la hegemon¨ªa conservadora, pero tambi¨¦n su momento catastr¨®fico. Cada vez es m¨¢s dif¨ªcil ocultar a los perdedores y a la cara oscura de los ganadores (el crimen organizado, el fraude sistem¨¢tico, el abuso de poder). Poco a poco han ido emergiendo las entra?as de un sistema orientado a legalizar los privilegios de los que tienen m¨¢s y despolitizar y desocializar a la gran mayor¨ªa. Dec¨ªa Axel Honneth que una sociedad que funciona bien es aquella en que el ambiente social, cultural y pol¨ªtico permite a los individuos desarrollar una identidad aut¨®noma y una relaci¨®n positiva consigo mismo y con los dem¨¢s. Exactamente lo contrario de lo que ocurre en una sociedad en que la mayor¨ªa de sus miembros vive agobiada por una p¨¦rdida constante de posiciones, que los gobernantes han convertido en tarea ¨¦pica ¡ªla austeridad¡ª al tiempo que benefician a unos pocos con una amnist¨ªa fiscal y se niegan a exigir responsabilidades a los autores de los desastres financieros.
La crisis ha evidenciado el desd¨¦n de las ¨¦lites, encerradas en la jerga de los eufemismos y de los tecnicismos, para despistar al personal; las pr¨¢cticas constantes de abuso de poder (de las que productos financieros como las famosas ¡°preferentes¡± son un verdadero arquetipo); la propagaci¨®n de la corrupci¨®n en los m¨¢s altos poderes institucionales; y la obscena imbricaci¨®n entre pol¨ªtica y dinero (no exenta de vergonzosos ajustes de cuentas). Y todo ello debilitando enormemente el principio de legalidad que deber¨ªa ser la base de una sociedad democr¨¢tica.
Si, hace unos d¨ªas, Bankia se convirti¨® en el icono de toda esta podredumbre, esta semana los nuevos datos sobre la amnist¨ªa fiscal han venido a corroborar que al Gobierno ya ni siquiera se le suben los colores a la hora de actuar en favor de los m¨¢s poderosos. Cuando un ciudadano se acerca a las oficinas del Estado es objeto de todo tipo de desconfianzas. Su palabra vale poco. Se le piden montones de papeles para acreditar sus peticiones o sus derechos. Sin embargo, el Gobierno ha decidido creer ciegamente a los defraudadores fiscales. Los que quieran acogerse a la amnist¨ªa pondr¨¢n un mont¨®n de dinero sobre la mesa, dir¨¢n que su origen no tiene nada de malo, y ni siquiera les pedir¨¢n que lo demuestren. El blanqueo de dinero negro legitimado por el Estado. ?Con qu¨¦ moral van a hacer los ciudadanos la declaraci¨®n de la renta? El Gobierno, que deber¨ªa ser garante de la equidad social, se comporta como ¨¢rbitro parcial que favorece al m¨¢s fuerte. Cuando la palabra que cuenta es la de los defraudadores, la democracia es pura comedia.
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