El miserable debate europeo en el Parlamento
Hacen falta precisiones, calendarios, objetivos. Si el presidente no los explica, la oposici¨®n debe interrogarle
Los debates en el Parlamento espa?ol sobre las cumbres europeas han sido tradicionalmente sucesos sin la menor importancia ni valor, mayoritariamente ignorados por los ciudadanos. Meros tr¨¢mites en los que ni el Gobierno ni la oposici¨®n discut¨ªan realmente de Europa, sino en los que se reproduc¨ªa el enfrentamiento ritual. El pr¨®ximo d¨ªa 11, en que el presidente del Gobierno comparece para dar cuenta de lo ocurrido en el Consejo Europeo del 28 y 29 de junio, podr¨ªa ser una ocasi¨®n para acabar con esa miseria.
Primero, porque la cumbre ha anunciado pasos que pueden ser decisivos, si es que terminan por realizarse en un plazo razonable, para la consolidaci¨®n del euro, las atribuciones del BCE, la gesti¨®n de las deudas soberanas o las iniciativas para promover el crecimiento. Segundo, porque debido a las dram¨¢ticas caracter¨ªsticas de la crisis en Espa?a, esos mismos ciudadanos parecen ser hoy mucho m¨¢s conscientes de la importancia de lo que ocurre en la UE y de la posici¨®n que mantenga el Gobierno dentro de ella.
El Parlamento espa?ol, que ya sufre un serio desprestigio por su incapacidad para conectar con las preocupaciones y exigencias de los ciudadanos, como la investigaci¨®n de la crisis bancaria, hace frente a un momento clave. Convertir, como en otras ocasiones, este debate en una simpleza o en una tribuna desde la que distraer a los ciudadanos de cosas realmente trascendentes para nuestra democracia y para nuestro futuro aumentar¨ªa el grado de desasosiego de una sociedad ya muy desconfiada con sus pol¨ªticos.
En los res¨²menes de prensa de los diputados hay mucho extracto de tertulias y poco art¨ªculo traducido sobre la UE
La primera responsabilidad es la de Rajoy, que debe dar una explicaci¨®n minuciosa de los acuerdos alcanzados, de los calendarios, de su propia posici¨®n y de los pasos que, en su opini¨®n, es preciso dar en las semanas venideras, junto con los apoyos que espera lograr para avanzar en el camino que mejor le conviene a la UE en su conjunto y a Espa?a en particular.
No bastar¨¢ con que lea las conclusiones de la cumbre y d¨¦ cuatro pinceladas para tratar de poner en valor su propia intervenci¨®n, como ya ha ocurrido en demasiadas ocasiones. Menos a¨²n si cuela de rond¨®n nuevos recortes que deber¨ªan haber sido objeto de un debate sobre el estado de la naci¨®n. Esta vez, el presidente del Gobierno debe tomarse mucho m¨¢s en serio la explicaci¨®n de lo que est¨¢ haciendo ¨¦l y su Gobierno en la UE, de lo que est¨¢ ocurriendo en la Uni¨®n y de las consecuencias que todo ello tiene para la marcha econ¨®mica del pa¨ªs. Sobran las ocurrencias, y esta vez la oposici¨®n deber¨ªa ser capaz de explicar detalladamente en qu¨¦ coincide, en qu¨¦ discrepa y por qu¨¦. Cu¨¢les son los peligros que vislumbra en el camino europeo y cu¨¢les sus propuestas para esquivarlos. Sobran tambi¨¦n ah¨ª las obviedades.
La pobreza del debate europeo en el Parlamento viene de lejos. Desde que se decidi¨® que los presidentes no ten¨ªan que ir al Congreso antes de las cumbres, sino despu¨¦s, como si escuchar previamente las posiciones de los distintos grupos, como hace, por ejemplo, Angela Merkel, no enriqueciera su posici¨®n en Bruselas, sino que la pusiera en peligro.
La miseria de la discusi¨®n sobre Europa, sobre las ventajas y desventajas que nos acarrean los avatares de su funcionamiento, no ha hecho m¨¢s que acentuarse, justo cuando m¨¢s patente era la necesidad de profundizarlo. No debe de haber sido ajena a todo ello la asombrosa ignorancia de que hacen gala muchos parlamentarios espa?oles sobre los mecanismos comunitarios y el nulo esfuerzo que han hecho sus partidos por proporcionarles la informaci¨®n necesaria para corregir ese analfabetismo. Basta con echar una ojeada a los res¨²menes de prensa que los partidos env¨ªan a sus parlamentarios: mucho extracto de tertulias y raramente art¨ªculos traducidos o relacionados en extenso con la Uni¨®n.
Quedan muchas cosas por saber. Hacen falta precisiones, calendarios, objetivos. Si el presidente no los explica, la oposici¨®n debe interrogarle. Impedir que, una vez m¨¢s, salgamos hartos de la mezquindad de un debate que deber¨ªa ser esencial y que se nos presenta siempre como un mero asunto de negociado.?
solg@elpais.es
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