Todas las tardes de verano en el Gran Hotel de Ribadesella
Recuerdo en memoria del fallecido Gregorio Peces-Barba, uno de los ponentes de la Constituci¨®n
Todas las tardes de verano en el Gran Hotel de Ribadesella se escuchan gritos al fondo del Sal¨®n. Tras una nube de humo de habano, cuatro hombres mayores y grandes se sientan alrededor de una peque?a mesa cuadrada. La misma mesa desde hace 30 a?os. Se ocultan tras el humo¡pero por los gritos y los golpes secos contra la maltratada mesa se adivina una partida de domin¨® a cara de perro.
El hombre mayor y m¨¢s fuerte es Alfredo, el mec¨¢nico de coches de Ribadesella, ya jubilado. Hace pareja con Luis, el notario; asegura ser el ¨²nico notario rojo de Espa?a. En el bando contrario Ch¨¦rcoles, a quien algunos hu¨¦spedes nost¨¢lgicos todav¨ªa le recuerdan vestido con pantal¨®n corto y botas de tacos, como el gran portero que fue del Atl¨¦tico de Madrid. En la partida de domin¨® su compa?ero de equipo es Gregorio, expresidente del Congreso, padre de la Constituci¨®n, rector de la Universidad Carlos III¡ y ahora un catedr¨¢tico jubilado de filosof¨ªa del Derecho que se est¨¢ fumando un puro y que se enfada mucho si pierde la partida.
Como cada tarde de verano desde hace 30 a?os estos hombres se juntan hasta que se hace de noche en el bonito paseo mar¨ªtimo de Ribadesella. Con la puesta de sol Gregorio levanta la partida porque quiere llegar a casa a la hora del telediario. Regresar caminando por el paseo, telediario, cena, escuchar un poquito de zarzuela y a dormir. Un se?or de costumbres.
Entre jugada y jugada del domin¨® el notario les habla de Indalecio Prieto, de Aza?a¡Alfredo el mec¨¢nico escucha y le responde con su guerra, la que vivi¨® de ni?o en la Asturias republicana.
Gregorio escucha al notario pero pronto le interrumpe. Saluda a los clientes del hotel que se acercan para observar la partida. Son los mismos hu¨¦spedes que repiten cada verano: A Gregorio le encanta que los turistas le reconozcan y que le pregunten si es el se?or Peces Barba, el padre de la Constituci¨®n
En ese peque?o hotel familiar de Ribadesella Alfredo el mec¨¢nico, Luis el notario y Ch¨¦rcoles el futbolista han sido testigos mudos de muchos acontecimientos pol¨ªticos de la democracia. En la mesa del rinc¨®n del sal¨®n han estrechado su mano a ministros, ex ministros, presidentes y ex presidentes de gobierno, profesores de universidad¡quienes pretend¨ªan reunirse con Gregorio en verano sab¨ªan que ten¨ªan que pasar por Ribadesella y por la partida de domin¨® del hotel del Sella.
Al son de las fichas Gregorio les cuenta batallitas de su destierro en el franquismo, sus experiencias como abogado en la transici¨®n, sus an¨¦cdotas de presidente del Congreso. Igual les habla de Bobbio que les canta el estribillo de Agua, azucarillos y aguardiente. Les revela las luchas internas del partido. Las peleas del mundo universitario. Las negociaciones de la Constituci¨®n¡ Alfredo, Luis y Ch¨¦rcoles le escuchan y opinan; incluso le asesoran en el men¨² con el que debe agasajar a los Reyes cuando acudan a su casa de Colmenarejo, en Madrid. Una merluza, pixin y almejas frescas enviadas desde Ribadesella:
- ?Y les prest¨® el men¨², Gregorio? -Le preguntar¨ªa Alfredo al verano siguiente-
- ¡° Pues con la Reina un ¨¦xito pero el Rey me dijo que ¨¦l era m¨¢s de chulet¨®n¡±¡los compa?eros del domin¨® se quedan con la boca abierta. Y es que Gregorio ha heredado de su madre Isabel el arte de contar historias.
Escuchar a Isabel su guerra civil y su lucha por salvar a su marido condenado a muerte por el franquismo era como introducirse en la Espa?a del 36 de la mano de aquella mujer menuda¡y menuda mujer, que hasta consigui¨® colarse en el despacho del ministro de Justicia de Franco y salir de aquel encuentro con la orden de libertad para su marido, el abogado Gregorio Peces Barba¡todas esas historias Isabel fue escribi¨¦ndolas a escondidas de los hijos; un d¨ªa se las ense?¨® a Alfonso Guerra, que le anim¨® a publicarlas¡La guerra de Do?a Isabel.
Cada verano las partidas de domin¨® se interrumpen con alguna visita sorpresa. Aun recuerdan la imprevista llegada del entonces presidente del gobierno Jose Luis Rodr¨ªguez Zapatero; el mec¨¢nico, el notario y el futbolista supieron antes que nadie que Zapatero ven¨ªa a pedirle a Gregorio que se presentara candidato a presidir la Comunidad de Madrid. Aquel d¨ªa se le ilumin¨® la cara. Y sus compa?eros de domin¨® comprendieron que alguien puede dar su vida por la Pol¨ªtica por muy ingrata que ¨¦sta sea con ¨¦l. Aquella tarde los cuatro hombres mayores compartieron la ¨²ltima gran ilusi¨®n pol¨ªtica de Gregorio; iluso Gregorio.
Este verano el hotel del Sella est¨¢ m¨¢s silencioso. El mec¨¢nico, el notario y el portero de futbol volver¨¢n a sentarse en la mesa del fondo. Al caer la noche recorrer¨¢n a pie el paseo mar¨ªtimo, de vuelta a casa, como cada tarde de verano. En julio se han cumplido 30 a?os de la llegada del Presidente del Congreso a veranear a Ribadesella. Este verano les faltar¨¢ el amigo y compa?ero de domin¨®. Por fin podr¨¢n leer la guerra de Do?a Isabel, que ya est¨¢ en las librer¨ªas. Y aunque no creen mucho en los cielos, quiz¨¢ miren de reojillo hacia arriba, por si alguien les apedrea con una ficha de domin¨®.
Maite Cunchillos es jefa de comunicaci¨®n de la Audiencia Nacional.
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