El efecto abismo
En casa, Merkel no puede imponer las cosas, sino convencer; ni siquiera dentro de su Gobierno El BCE ha demostrado estar irreversiblemente comprometido con la supervivencia del euro
La expectaci¨®n e inter¨¦s generados por la visita de Angela Merkel a Madrid constituyen la mejor prueba de los momentos tan excepcionales que viven Espa?a y Europa. Cierto que a lo largo y ancho de esta crisis Alemania ha adquirido una posici¨®n preponderante, a veces casi hegem¨®nica, pero si lo ha hecho ha sido tambi¨¦n en parte por la debilidad relativa de los dem¨¢s pa¨ªses e instituciones, sumidos en sus propias crisis econ¨®micas y de liderazgo. Con todo, esa preeminencia de Alemania no significa que ni Berl¨ªn, ni mucho menos la propia Merkel, sean omnipotentes. Cierto que el liderazgo de Merkel ha dejado en ocasiones que desear, pero, para ser justos, tampoco se puede olvidar que el sistema pol¨ªtico alem¨¢n tiene grabado en su c¨®digo gen¨¦tico la aversi¨®n a un canciller fuerte y la consiguiente concentraci¨®n del poder en el Ejecutivo. Eso significa que, en casa, Merkel no puede imponer las cosas, sino convencer; ni siquiera dentro de su Gobierno o partido. Y lo mismo ocurre a escala europea, donde, una vez m¨¢s, las decisiones se tienen que tomar por consenso entre todos los actores, no pudiendo ning¨²n pa¨ªs imponer sin m¨¢s sus condiciones a todos los dem¨¢s.
Partiendo de estas limitaciones, el liderazgo de Merkel tiene que ser evaluado, antes que nada, en raz¨®n de su capacidad de resistir las presiones de los defensores de la ortodoxia, que continuamente le piden que bloquee cualquier tipo de medida que suponga una salida europea de la crisis. Pero, paso a paso, aunque siempre tarde, a rega?adientes y de forma torpe y parcial, la Uni¨®n Europea se ha ido dotando de los mecanismos e instituciones que le permitir¨¢n sobrevivir a esta crisis y, eventualmente, salir reforzada de ella. Eso ocurri¨® ayer, una vez m¨¢s, con la puesta en marcha de un programa de compra de deuda soberana para los pa¨ªses en dificultades (fundamentalmente Espa?a e Italia) por parte del Banco Central Europeo, una medida muy contestada dentro de Alemania porque, dicen los cr¨ªticos, no solo es ilegal y est¨¢ expresamente prohibida por los Tratados de la Uni¨®n, sino porque pone la simiente de la conversi¨®n de Europa en una federaci¨®n al estilo estadounidense. Lo esencial no es por tanto que ese programa del BCE implique condicionalidad para Espa?a u otros (?de qu¨¦ otra manera podr¨ªa ser?), sino que con ello el BCE haya demostrado que est¨¢ irreversiblemente comprometido con la supervivencia del euro y que har¨¢ cualquier cosa para asegurar esa supervivencia.
Hace casi un a?o, Angela Merkel dej¨® clara su posici¨®n: ¡°Si el euro cae, Europa cae¡±. Aunque nadie cuestion¨® entonces la sinceridad de sus palabras, los pasados meses han ofrecido m¨²ltiples ocasiones para que los espa?oles se inquietaran acerca de hasta cu¨¢ndo habr¨ªa que esperar o bajo qu¨¦ circunstancias se har¨ªa efectivo ese compromiso. Cierto que el Gobierno espa?ol no ha sido de mucha ayuda durante 2012: sus constantes improvisaciones, el oscurantismo con el que se ha manejado, y los problemas de coordinaci¨®n interna y de comunicaci¨®n de los que ha hecho gala han socavado el principal activo del Gobierno de Rajoy, que no era otro que el compartir su agenda reformista y liberalizadora, t¨ªpicamente conservadora, con el Gobierno de Merkel. M¨¢s all¨¢ de esos problemas, y de los enfrentamientos entre Espa?a e Italia, por un lado, y Alemania y el BCE, por otro, era evidente a la vuelta del verano que el euro se encontraba en una pendiente muy peligrosa y que los mercados estaban empezando a descontar su colapso.
En consecuencia, aunque sea dif¨ªcil decir si los halagos de Merkel a la agenda reformista de Rajoy refrendan a los que abogaban por introducir algo de tensi¨®n en las relaciones con Alemania o, por el contrario, a los que lo consideraban una estrategia suicida, lo importante es que, esta vez para bien, se ha dado un paso atr¨¢s. Eso no quiere decir que las tensiones entre Espa?a y Alemania hayan desaparecido. Si, como parece, Espa?a tiene muy dif¨ªcil cumplir con el objetivo de d¨¦ficit fijado para este a?o, es previsible que las relaciones bilaterales se vuelvan a deteriorar, que dentro de Alemania se critique a Merkel por haber aflojado la presi¨®n sobre Espa?a e Italia, que se exijan nuevos sacrificios y compensaciones y que, una vez m¨¢s, ambos pa¨ªses se sit¨²en en rumbo de colisi¨®n. Pero eso ser¨¢ en otro momento, y delante de otro abismo. El de hoy est¨¢ salvado.
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