Se?or, te pido que recibas a Santiago en el Reino de los Cielos
Se?or, has dispuesto que tu hijo Santiago, que tanto y tan bien trabaj¨® en la Transici¨®n para que Espa?a fuera un reino de todos, nos deje. Yo quiero pedirte que le recibas en el Reino de los Cielos, del que creo firmemente que es reino de todos y, adem¨¢s, de iguales.
Porque eso de la igualdad le ir¨¢ muy bien a un veterano comunista que en sus discursos parlamentarios, como recordaba Joaqu¨ªn Garrigues, era quien m¨¢s invocaba tu santo nombre y no en vano porque nunca Santiago dio puntada sin hilo. Adem¨¢s, siempre procur¨® las mejores condiciones para los m¨¢s humildes; dar de comer y de beber a hambrientos y sedientos; ense?ar, por supuesto en una escuela p¨²blica, al que no sabe y cuidar a los enfermos. Es lo que hoy se llama Estado del Bienestar y que tu Hijo, Se?or, proclam¨® hace dos mil a?os: las obras de misericordia. Bien es cierto que T¨² le enviaste se?ales ciertas de cercan¨ªa cuando coincid¨ªan los a?os brillantes del Partido Comunista de Espa?a con la circunstancia de que el Partido tuviera su sede central en la calle de la Sant¨ªsima Trinidad. Las cosas empezaron a ir mal con el traslado a una calle de nombre laico.
Hace algunos a?os, cuando llamaste a ese Reino a un veterano socialista, M¨¢ximo Rodr¨ªguez Valverde, imagin¨¦ una ciudad, la de la reconciliaci¨®n espa?ola, en la que creo, en cuya direcci¨®n estaban, entre otros muchos, el popular Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Gallard¨®n, el centrista Abril Martorell, la socialista Garc¨ªa Bloise, el comunista Sol¨¦ Barber¨¢ y los nacionalistas Ajuriaguerra y Tarradellas. Me dicen que se han incorporado despu¨¦s Leopoldo Calvo Sotelo y los padres constitucionales Fraga, Sol¨¦ Tura y Gabriel Cisneros.
Hay que buscarle, Se?or, ocupaci¨®n pol¨ªtica a Santiago, porque si no hace pol¨ªtica no sabe que hacer, ni siquiera en ambientes tan sosegados como el de ese Reino tuyo. Y he pensado que podr¨ªa ocupar una alcald¨ªa. Adem¨¢s, como estoy seguro de que estar¨¢ por ah¨ª el cardenal Vicente Enrique y Taranc¨®n, ya tendr¨ªamos alcalde y cura, una pareja que dejar¨ªa muy por debajo a la del cura Don Camilo y del alcalde Peppone. Santiago es asturiano y Taranc¨®n fue arzobispo en aquella tierra. Los dos son buenos fumadores y all¨ª podr¨ªan disfrutar de un aire puro ajeno a las prohibiciones a las que ahora se ve condenado su tolerable vicio
Por lo dem¨¢s, Carmen, su mujer, sus hijos y sus nietos van a notar su ausencia, dif¨ªcilmente superable. Tambi¨¦n la notar¨¢n sus amigos. De la tertulia inicial de la Transici¨®n, de la que formaban parte P¨ªo Cabanillas, Juan Jos¨¦ Ros¨®n y Santiago, solo quedo yo. Y adem¨¢s, sin los puros que Santiago repart¨ªa con origen en Fidel Castro, que, seg¨²n parece, tambi¨¦n recib¨ªan Adolfo y Felipe. Nos reunimos ahora con Jos¨¦ Acosta, l¨ªder de la entonces gloriosa Federaci¨®n Socialista Madrile?a, y con Manuel N¨²?ez, hasta hace unas semanas presidente del Tribunal de Cuentas. La verdad sea dicha, tanto el socialismo madrile?o como las cuentas del reino no pasan por sus mejores momentos, a pesar de los denodados esfuerzos de Jos¨¦ y de Manolo.
Habr¨¢ que sustituir a Santiago en la tertulia, cuesti¨®n dif¨ªcil que requiere, pienso, m¨¢s de una persona. Una podr¨ªa ser Teodulfo Lagunero, tambi¨¦n comunista, que por su no baja condici¨®n econ¨®mica fue el ¡°aire acondicionado¡± del ¡°agujero¡± de Santiago en la clandestinidad, como le bautiz¨® Peridis. El otro ser¨ªa el profesor Aurelio Men¨¦ndez, reciente marqu¨¦s, tambi¨¦n asturiano, pues siempre nos vendr¨¢ bien un noble en esas reuniones que celebramos todos los 14 de abril para ponernos de acuerdo en una sola cosa: hablar bien del Rey.
Ya s¨¦, Se?or, que esta petici¨®n m¨ªa de que acojas a Santiago en tu Reino, dado quien soy y de d¨®nde vengo, puede escandalizar a algunos y extra?ar a no pocos. S¨¦ tambi¨¦n que a Ti, Se?or, no te escandaliza ni te extra?a. Por lo dem¨¢s, y en aras de una conveniente complicidad, es bueno que se sepa que tambi¨¦n pretend¨ªa que Santiago se alojara en tu Reino Pilar Urbano, conocida plum¨ªfera en la Transici¨®n. Aunque Santiago, con cierta coqueter¨ªa laica agradec¨ªa la intenci¨®n, discrepaba del empe?o. Esta coincidencia con Pilar tiene su valor, ya que los hijos de San Josemar¨ªa Escriv¨¢ y el mundo azul no han coincidido siempre en los caminos de esta tierra, aunque s¨ª en el Camino hacia ese Reino. Por ello debo terminar invocando a mi santo Agust¨ªn: ¡°Nos hiciste, Se?or, para Ti¡±. A todos nos hiciste para Ti. Tambi¨¦n a los comunistas espa?oles. Tambi¨¦n a Santiago. As¨ª sea. Am¨¦n.
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