Avenida del desastre
Todo el mundo sab¨ªa que la calle de Juan Sebasti¨¢n Elcano, en la playa de Vera, era carne de inundaci¨®n. Se construy¨® en paralelo a la desembocadura del r¨ªo Antas, en una zona en que ya hubo desbordamientos en 1973 y 1989. Pero nadie hizo nada. Y volvi¨® un aluvi¨®n
Situ¨¦monos en ese momento, pasadas las once de la ma?ana del viernes 28 de septiembre. Unos minutos antes, la polic¨ªa local ha pasado por la calle Juan Sebasti¨¢n Elcano, en el municipio de Vera, pidiendo por meg¨¢fono a los vecinos que quiten sus coches de la v¨ªa y los aparquen lejos de all¨ª. Los avisos no sirven de mucho. Numerosos habitantes de la calle son extranjeros que no entienden bien el espa?ol; otros confunden los mensajes con la habitual letan¨ªa de los vendedores ambulantes y otros ni siquiera los oyen. Casi nadie capta la advertencia.
?A esa hora, pasadas las once, y cuando la intensidad de la lluvia en la calle no puede asustar a nadie, el jubilado Alfonso Hidalgo Moreno, que acaba de sacar a sus perros, Bobo y Betis, prepara caf¨¦ en la cocina de su casa; el socorrista Antonio Gonz¨¢lez, de 33 a?os, env¨ªa un mensaje por m¨®vil a una amiga mientras ve la tele; la alemana Karim Radomsky, de 58, deja de organizar la compra del mercado y empieza a subir muebles y ropa a la planta de arriba, porque ella y su familia se huelen algo terrible, y Raquel, una se?ora de 65 a?os que est¨¢ haciendo unas lentejas, oye los pitidos de un coche en la calle y a un conductor que grita desesperadamente: ¡°?Qu¨¦ viene agua!, ?qu¨¦ viene agua!¡±.
Eso es lo que hac¨ªan estas personas, seg¨²n su relato, antes de que el agua les llegara al cuello. Cayeron m¨¢s de doscientos litros por metro cuadrado en los montes. El agua del r¨ªo Antas, seco durante todo el a?o, busc¨® las ramblas en su camino hacia al mar y arras¨® con todo lo que se encontr¨® a su paso. En poco m¨¢s de diez minutos, la calle de Juan Sebasti¨¢n Elcano, junto a la desembocadura del r¨ªo, donde confluyen varias urbanizaciones pensadas para las vacaciones y el retiro, se convirti¨® en un lodazal. El torrente rompi¨® cristales, arranc¨® paredes, volc¨® coches, destruy¨® la inversi¨®n, los ahorros y los proyectos de vida de muchos habitantes y se llev¨® por delante en esa misma calle a una mujer de 52 a?os. Seg¨²n el informe preliminar de da?os facilitado por el Ayuntamiento de Vera, el desastre afect¨® a unas 85 hect¨¢reas de terreno a ambos lados de la desembocadura del r¨ªo. En total, da?os en 4.300 viviendas, 130 locales, 1.950 aparcamientos y unos mil veh¨ªculos arrastrados por la corriente.
¡°Me he quedado sin nada¡±, dice Alfonso Hidalgo mientras muestra un ¨¢lbum de fotos lleno de barro a las puertas de su casa. La riada destroz¨® la puerta y una pared de la casa. Con las piernas cubiertas, Alfonso trat¨® de ponerse a resguardo en la planta de arriba. No le rescataron hasta por la tarde. Lo llevaron a un pabell¨®n en Vera con otros cientos de personas. Volvi¨® al d¨ªa siguiente y consigui¨® recuperar alguna cosa: una pr¨®tesis dental que hab¨ªa perdido en el fango. ¡°Yo vivo con muy poco dinero. Estoy jubilado y me vine aqu¨ª con mis ahorros. Si hubiera perdido la pr¨®tesis no me habr¨ªa podido comprar una nueva. Me he quedado con lo que llevo puesto, el d¨ªa y la noche¡±, cuenta con la voz distorsionada por las ganas de llorar.
El torrente arranc¨® paredes y se llev¨® por delante en esa misma calle a una mujer de 52 a?os
Junto a ¨¦l, Momo, un vecino checo que trabaja de gog¨® en la noche almeriense, mira el suelo sentado en una silla, rodeado de enseres inservibles llenos de fango que se amontonan en la calle. Alfonso s¨ª pudo rescatar a sus perros; ¨¦l, no. A su perra, una rottweiler llamada Daisy, se la llev¨® la riada. Antes de perderla pudo rescatar a una mujer mayor de su casa forzando la puerta. A pocos metros de all¨ª, Antonio Gonz¨¢lez, el socorrista, se lamenta de que tendr¨¢ que regresar a Madrid: ¡°Me gustaba la vida aqu¨ª, pero ya no hay nada. Se acab¨®. Tendr¨¦ que volver y buscar trabajo en otro sitio. Aunque ya no hay nada en ning¨²n lado¡±. Y Raquel, la mujer que estaba preparando las lentejas, cuenta c¨®mo se sorprendi¨® a s¨ª misma colocando en la encimera la olla expr¨¦s, que estaba flotando en el agua. ¡°C¨®mo si sirviera de algo¡±, dice la se?ora.
Juan Sebasti¨¢n Elcano es una extensa avenida de dos carriles que da acceso a la playa y que marcha paralela a la desembocadura del r¨ªo Antas. Es de las pocas calles de la zona en la que hay comercios. Adem¨¢s de urbanizaciones con cientos de apartamentos, hay cuatro bares, un supermercado, dos restaurantes, un despacho de abogados, dos centros de est¨¦tica, una piscina, pistas de tenis, un asador de pollos, una tienda er¨®tica, un cajero, un estudio de arquitectura y siete inmobiliarias, la mayor¨ªa de ellas cerradas por la crisis del ladrillo.
Las primeras urbanizaciones en la zona no se planearon hasta finales de los setenta. En 1982, los terrenos por donde pasa hoy la calle de Juan Sebasti¨¢n Elcano fueron calificados por el Ayuntamiento como urbanizables. Por esas fechas llegaron los primeros pobladores, la mayor¨ªa ingleses, italianos, noruegos, alemanes y austriacos que se hicieron con algunas casas de multipropiedad. ¡°Pero el mayor desarrollo empez¨® en 1995¡±, dice la alemana Karin Radomsky, residente en una zona que conoce desde 1989.
La magnitud del desastre es visible estos d¨ªas y resulta complicado hacerse una idea de c¨®mo era la calle antes de la riada. Los propietarios se esfuerzan en sacar de sus casas el barro, una pasta espesa y oscura llena de ca?as que se ha incrustado en todos los ¨¢ngulos de las viviendas. En muchas de ellas, una se?al negra marca el nivel que alcanz¨® el agua, los 2,80 metros. Fuera, la calzada es un basurero en el que se acumulan los muebles y electrodom¨¦sticos. Las neveras viven en las copas de los ¨¢rboles y hay todav¨ªa coches encajados en lugares inveros¨ªmiles. Hay cuadrillas formadas por extranjeros que ayudan a limpiar por unos euros. Las botas de agua se han agotado en los pueblos de alrededor.
En 1982, los terrenos por donde pasa hoy la calle fueron clasificados como urbanizables a pesar de estar en zona de riadas
En ese ambiente surgen las preguntas de los residentes. Con m¨¢s o menos virulencia, quienes han perdido sus bienes arremeten contra las Administraciones y buscan a los responsables. Por ahora no aparecen. ¡°Le he preguntado al alcalde que c¨®mo se ha podido construir aqu¨ª. No se le deja salida a la naturaleza¡±, dice Luis Antonio Petit, un profesional del mundo de la publicidad que vive en Madrid y posee una segunda residencia en la urbanizaci¨®n Playas del Sur, donde 170 viviendas han quedado destrozadas. El propietario tambi¨¦n se?ala la falta de limpieza en el cauce del r¨ªo, algo que hab¨ªa sido demandado por los vecinos, muchos de los cuales ve¨ªan el peligro de anteponer el inter¨¦s paisaj¨ªstico y ecol¨®gico de la Laguna a la seguridad de los vecinos.
En cualquier caso, lo cierto es que todo el mundo sab¨ªa que Pueblo Laguna, la zona en donde se levanta la calle de Juan Sebasti¨¢n Elcano, y Puerto Rey, ambas en la desembocadura del r¨ªo, ya han sufrido inundaciones en el pasado. Una en el a?o 1973, que tambi¨¦n arras¨® otros pueblos y que caus¨® cientos de v¨ªctimas por todo el litoral. A partir de ah¨ª ha habido varias riadas. Quiz¨¢ la de 1989 sea la que m¨¢s recuerdan algunos vecinos. ¡°Ya estuve as¨ª una vez. Esto que me ves haciendo ya lo hice entonces¡±, dice un ingl¨¦s que trata de sacar el barro fuera de su restaurante.
Si se pregunta a las distintas Administraciones por la causa de las inundaciones, la respuesta es diferente. Para el Ayuntamiento, lo que ha ocurrido est¨¢ ligado a la falta de adecuaci¨®n del r¨ªo. ¡°Le hemos rogado a la Junta de Andaluc¨ªa que limpiara y encauzara el r¨ªo Antas de matorrales y ca?as¡±, dice el alcalde de Vera, Jos¨¦ Carmelo Jorge Blanco, del PP, que lleva un a?o y medio en el cargo (antes la alcald¨ªa estaba en poder del Partido Andalucista) y se?ala que no es momento de buscar culpables. ¡°Estamos desbordados. Necesitamos ayuda para hacer que la gente que vive aqu¨ª no sufra m¨¢s las inundaciones¡±.
En Vera 4.300 viviendas y 130 locales sufrieron da?os y unos mil coches fueron arrastrados por la corriente
La Junta de Andaluc¨ªa asegura que en agosto de 2008 se autoriz¨® al Ayuntamiento a encauzar el r¨ªo, pero que este no lo acab¨® haciendo por razones presupuestarias. S¨ª, ha tumbado otros proyectos. Uno de ellos no obtuvo el visto bueno porque estaba ligado a una operaci¨®n urban¨ªstica que consist¨ªa en desviar el cauce de una rambla ¡°con el ¨²nico prop¨®sito de liberar terrenos inundables para nuevas promociones inmobiliarias¡±, seg¨²n un informe de la Consejer¨ªa de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente del pasado 3 de octubre. La Junta asegura que, si bien la Administraci¨®n auton¨®mica es la encargada de desautorizar un plan urban¨ªstico, esto solo es as¨ª desde 1994, cuando se aprob¨® la Ley de Protecci¨®n Ambiental de Andaluc¨ªa. ¡°Puerto Laguna y Puerto Rey fueron construidas a mediados de los setenta. Los promotores han podido levantar las viviendas ¡ªen aquellos a?os o posteriormente¡ª solo con la licencia municipal¡±, se defiende un portavoz de la Junta.
¡°Todas las administraciones tienen su parte de responsabilidad, y tambi¨¦n algunos propietarios que se opusieron ferozmente a la propuesta de deslinde de Playa Vera, que declaraba la zona como inundable¡±, afirma el catedr¨¢tico de Ingenier¨ªa Hidr¨¢ulica de la Universidad de Granada, Miguel ?ngel Losada. El experto es autor de un informe muy cr¨ªtico con la nueva Ley de Costas del Gobierno. En ¨¦l se recoge precisamente el ejemplo de Playa Vera, que ahora suena como una advertencia de lo que m¨¢s tarde o m¨¢s temprano iba a ocurrir. ¡°Proteger Playa Vera puede costar cinco millones de euros. La nueva reforma grava sobre los presupuestos del Estado el gasto de las inundaciones. Pero qui¨¦n debe pagarlo. Deber¨ªan ser los que han construido en esas zonas. Si ponemos urbanizaciones y carreteras junto a los ramblas y las riberas del mar tendremos m¨¢s desastres como el de Playa Vera. Es una locura¡±, dice Losada.
Suena la voz de un contestador al otro lado del tel¨¦fono: ¡°Est¨¢ usted en contacto con el Consorcio de Compensaci¨®n de Seguros¡±, dice. Esa es la respuesta que ahora mismo reciben quienes han sufrido la riada. Tienen que esperar 72 horas a que alguien de la empresa estatal vaya a supervisar los da?os y se haga cargo de la situaci¨®n. ¡°Te dicen que no toques nada¡±, se?ala una afectada en el bar La Cala, donde un grupo come unos bocatas mientras tratan de asimilar lo que les ha ocurrido. Est¨¢n cansados y en sus caras se puede ver la indignaci¨®n que surge despu¨¦s de pasar horas enfangados. ¡°Creo que no hemos recibido el apoyo moral que debi¨¦ramos. Nos han dejado solos¡±, dice la mujer. ¡°Ni siquiera unos bocadillos o agua gratis para los que estamos aqu¨ª limpiando. No he visto im¨¢genes como las del chapapote en Galicia y, en general, los medios de comunicaci¨®n no han hecho mucho caso a lo que ha pasado aqu¨ª¡±, se queja la mujer.
En los aleda?os de Juan Sebasti¨¢n Elcano, las cuadrillas prosiguen con el trabajo. El barro se acumula en las aceras. Algunas casas no se tocan. Pertenecen a extranjeros que a¨²n no han podido llegar o bien son de los bancos, casas de hipotecas impagadas que siguen vac¨ªas.
El olor empieza a hacerse m¨¢s espeso en esas viviendas. Crist¨®bal, un hombre que prefiere no dar su apellido, busca una tele de plasma en el lugar donde ha ido colocando todas las cosas que estaban en su casa. Ya no est¨¢. En los ¨²ltimos d¨ªas se ha hablado de pillaje, de algunos grupos que van buscando algo que llevarse aprovechando el desorden tras la riada.
¡°No s¨¦ qui¨¦n puede querer eso, si ya no sirve para nada¡±, dice Crist¨®bal. Y pide que todo sea expropiado, que les den un dinero y que nunca se vuelva a construir en la desembocadura del r¨ªo.
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