El viaje de Tour¨¦ choca con la valla
Un inmigrante que espera al otro lado de la frontera para saltar a Melilla relata su traves¨ªa "He saltado la valla en cuatro ocasiones, pero la Guardia Civil me ha devuelto a Marruecos" Los subsaharianos que aguardan en Marruecos denuncian malos tratos de la Gendarmer¨ªa
La traves¨ªa de Tour¨¦ Mocta comenz¨® hace cinco meses en Camer¨²n y se detiene, por ahora, en una alambrada. Lo ha intentado una y otra vez; lo ha intentado hasta cuatro veces y lo seguir¨¢ intentando. Pero hasta ahora no ha logrado quedarse m¨¢s all¨¢ de la valla que separa Melilla y Marruecos. El relato de su viaje inconcluso es una muestra de la desesperaci¨®n que padecen quienes malviven al otro lado de la frontera.
Tour¨¦ Mocta tiene una mirada demasiado profunda para sus 25 a?os. Habla en voz muy baja y, a pesar de su aspecto cansado y sus ropas gastadas, se resiste a olvidar su sonrisa. Solo aparece t¨ªmidamente cada vez que menciona c¨®mo podr¨ªa ser su vida en Espa?a. Mocta es uno de los subsaharianos (alrededor de 1.000, seg¨²n la Delegaci¨®n de Gobierno; muchos menos, aseguran varias ONG que trabajan en la zona) que permanecen en los alrededores de la ciudad aut¨®noma a la espera de una oportunidad para saltar la valla, tal como ha ocurrido en varias ocasiones en los ¨²ltimos d¨ªas. Tal y como viene ocurriendo peri¨®dicamente desde hace a?os, desde que la cr¨ªtica situaci¨®n de los pa¨ªses subsaharianos comenz¨® a expulsar a millares de personas hacia el sue?o de una vida mejor. Un camino que conduce siempre a Europa.
¡°Soy hijo ¨²nico y mis padres murieron¡±, arranca el camerun¨¦s su historia. ¡°No me queda nadie en mi pa¨ªs¡±. Por eso, se puso como meta llegar hasta Valencia o Barcelona, ciudades espa?olas en las que viven algunos de sus amigos de la infancia. El largo trayecto le hizo atravesar gran parte del norte de ?frica, de Nigeria a N¨ªger y de ah¨ª hasta Argelia. Unos 5.000 kil¨®metros desde el ?frica negra hasta el desierto que marca el paso entre el pa¨ªs argelino y Marruecos.
Para conseguir dinero con el que proseguir su aventura, Mocta realizaba peque?os trabajos all¨ª por donde pasaba. "En esa zona, no tuve problemas para moverme, entre los negros nos entendemos¡±, explica en franc¨¦s a las afueras de Nador, a unos 12 kil¨®metros de la frontera espa?ola. All¨ª, pasa los d¨ªas en el bosque cercano a la ciudad magreb¨ª, durmiendo al raso y sin apenas alimentos. A veces se acerca hasta el casco urbano para mendigar algo de comida o un poco de dinero. ¡°No podemos estar en la ciudad mucho tiempo, porque la polic¨ªa est¨¢ siempre detr¨¢s de nosotros y algunos marroqu¨ªes nos tiran piedras¡±, cuenta.
Al igual que otros muchos subsaharianos, Mocta atraves¨® por Oujda, la frontera del reino alau¨ª, y recorri¨® a pie los m¨¢s de 145 kil¨®metros que la separan de la ciudad aut¨®noma. Una caminata de varios d¨ªas, refugi¨¢ndose en los bosques para huir de la polic¨ªa marroqu¨ª, que le pisaba los talones. Al llegar a los alrededores de Melilla, sigui¨® los pasos de millares de emigrantes obligados por la miseria. Durante varios d¨ªas, aguard¨® en el cercano monte Gurug¨². All¨ª le toc¨® convivir con otros inmigrantes de Nigeria, Camer¨²n, Senegal, Mal¨ª, Costa de Marfil y Congo... Un grupo de unos 200, seg¨²n sus c¨¢lculos.
All¨ª la situaci¨®n se repite. Los inmigrantes malviven en el bosque, duermen en el suelo y apenas tienen comida. Unas condiciones que se agravan con la llegada del fr¨ªo. Por eso, en estas fechas son muchos los que intentan desesperadamente saltar la frontera.
"He conseguido superar la valla en cuatro ocasiones, pero la Guardia Civil me ha devuelto todas a Marruecos a trav¨¦s de las puertas de la alambrada", afirma el camerun¨¦s. En teor¨ªa, una vez que un inmigrante irregular pisa suelo espa?ol, la Ley de Extranjer¨ªa establece que se le debe aplicar un proceso de expulsi¨®n. Sin embargo, seg¨²n el relato de Mocta, los agentes se habr¨ªan saltado este procedimiento todas esas veces.?
La Delegaci¨®n de Gobierno en la ciudad niega que se realicen este tipo de pr¨¢cticas y asegura que todas las expulsiones se llevan a cabo conforme a la ley. Frente a esta explicaci¨®n, la misma experiencia de Mocta la relatan, de la misma forma, muchos de los inmigrantes que esperan en estos momentos en el monte Gurug¨².
Tour¨¦ Mocta asegura adem¨¢s que los guardias civiles no son violentos, pero denuncia golpes y brutalidad por parte de los gendarmes de Marruecos, cada vez que ha intentado saltar la valla. ¡°Los agentes marroqu¨ªes me pegaron con palos, me rompieron las dos rodillas y me golpearon en los brazos, en las manos y en la cabeza¡±, dice.
Nleha Ramses, de 22 a?os y tambi¨¦n camerun¨¦s, repite ese mismo testimonio, al igual que otros inmigrantes que esperan su oportunidad de cruzar la frontera. "Cuando pis¨¦ suelo espa?ol, los guardias civiles me devolvieron al otro lado de la valla. Aqu¨ª, los guardias marroqu¨ªes me pegaron en la cabeza y me maltrataron", dice con amargura, mientras muestra las heridas producidas por las agresiones -una de ellas en la nuca- y mira de reojo a Melilla desde el Gurug¨².
Tambi¨¦n lo atestigua la ONG M¨¦dicos Sin Fronteras (MSF), que ha constatado que, en los ¨²ltimos d¨ªas, al menos 30 inmigrantes han sido atendidos por golpes y palizas en el hospital de Oujda, la ciudad a la que las autoridades marroqu¨ªes los llevan despu¨¦s de atraparlos. Y la asociaci¨®n Prodein, que recaba testimonios de inmigrantes cuando consiguen llegar a Melilla.
?C¨®mo se decide cu¨¢l es el mejor momento para saltar? "Nosotros controlamos la frontera durante muchos d¨ªas y, si vemos que los guardias est¨¢n distra¨ªdos, lo intentamos", explica el camerun¨¦s. "Pero no hay un momento mejor que otro para saltar la valla".
Antes de cada intento, los subsaharianos hacen un recuento para saber cu¨¢ntos van a probar suerte y, m¨¢s tarde, vuelven a contar qui¨¦nes no lo han conseguido. "En cada intento, alguien muere por los golpes de la Gendarmer¨ªa", se?ala Mocta. El subsahariano cuenta que, hace un mes, la ¨²ltima vez que intent¨® saltar la alambrada, falleci¨® uno de sus amigos.
D¨ªas despu¨¦s de este relato, el camerun¨¦s fue detenido, una vez m¨¢s, por la polic¨ªa marroqu¨ª en las afueras de Nador. Y ha vuelto a retroceder, explica por tel¨¦fono. Su destino vuelve a ser Oujda, desde donde arrancar¨¢, por quinta vez, la ¨²ltima etapa de este viaje, otra vez sin dinero y otra vez a pie. "Voy a volver a intentar saltar la valla, porque no tengo dinero para comprar un billete de avi¨®n ni un pasaporte, ni para montar en una patera", asegura Mocta, con determinaci¨®n. Asegura que no tiene otra opci¨®n. En Marruecos no puede vivir: "No somos bienvenidos".
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