?Una mayor¨ªa indestructible?
En la fase final de la campa?a, sucede que los que infunden miedo a disentir de la ola populista se presentan como v¨ªctimas
Artur Mas, candidato de la coalici¨®n Convergencia i Uni¨® (CiU), se lanz¨® el 29 de septiembre a la b¨²squeda de una ¡°mayor¨ªa indestructible¡±, que considera necesaria para llevar a cabo el refer¨¦ndum y la subsiguiente secesi¨®n de Catalu?a. Pero las mayor¨ªas en democracia carecen de esa virtualidad, est¨¢n por su propia naturaleza sometidas a los agentes de la erosi¨®n, se oxidan, se alteran, cambian de sentido. Las mayor¨ªas que se llamen indestructibles quedan fuera de los sistemas democr¨¢ticos, donde se forjan como suma de voluntades individuales sometidas a mutaci¨®n. La negaci¨®n de ese margen de oscilaci¨®n es ajena a las democracias. All¨ª, ning¨²n resultado est¨¢ predeterminado y los electores tienen la capacidad de ejercer su derecho inalienable a enviar a los partidos a la oposici¨®n o al gobierno seg¨²n sus cambiantes preferencias.
Son otros sistemas bien conocidos, originados en caudillismos y totalitarismos varios y especializados en la tergiversaci¨®n electoral mediante candidaturas ¨²nicas y otras simulaciones falsarias, los que se sustentan en mayor¨ªas indestructibles. Se conciben para durar milenios, piensan haber descubierto el movimiento continuo, como sucedi¨® entre nosotros, pero resultan en el caso m¨¢s favorable incapaces de sobrevivir a sus fundadores, desaparecidos los cuales surgen inevitables los fen¨®menos de la desestalinizaci¨®n, desmaoizaci¨®n, desfranquizaci¨®n y as¨ª sucesivamente. En democracia ninguna opci¨®n partidista se vota de una vez para siempre. La libertad de opci¨®n regresa intacta al elector concluido el periodo establecido, para que reconsidere a favor de qu¨¦ contendiente quiere echar su papeleta.
Ya se sabe que las campa?as electorales producen excitaciones que empujan hacia posiciones en el borde de la irracionalidad, donde cunde la preferencia por las exageraciones y la descalificaci¨®n de los adversarios, con escasa consideraci¨®n a los electores y a sus intereses directos, que muchas veces desaparecen en la polvareda de la propaganda sectaria. El cruce de acusaciones distorsiona la realidad y se opta por rehuir los esclarecimientos reclamados con la invocaci¨®n de la santidad de los propios objetivos. Se cumple as¨ª la leyenda de aquella vi?eta de El Roto de que ¡°una buena bandera lo tapa todo¡± y se ocultan las consecuencias que subrayaba esa otra seg¨²n la cual ¡°los sue?os de la naci¨®n producen exilios¡±.
Como sucede con los peri¨®dicos y otros medios de comunicaci¨®n, que andan siempre exigiendo transparencia y ofreciendo opacidad, los partidos contendientes en las elecciones sospechan de la honradez de sus rivales, pero guardan ominoso silencio sobre los abusos registrados en sus propias filas, que han tenido buen cuidado en pasar por alto sin procurar remedio. Porque los partidos, a los que tanto se incita al consenso para buscar las mejores salidas al inter¨¦s general, prefieren mantener abiertas sus hostilidades, que solo deponen en casos excepcionales, cuando calculan los beneficios mutuos derivados de la oscuridad, a costa de los contribuyentes.
Por eso, muchas veces el antagonismo es luminoso y, como suced¨ªa con las antiguas m¨¢quinas de proyecci¨®n cinematogr¨¢fica, de la chispa del arco voltaico que cerraba el circuito entre ¨¢nodo y c¨¢todo sal¨ªa la luz merced a la cual los espectadores ve¨ªan la pel¨ªcula en el patio de butacas. Mientras que, cuando se anula la diferencia de potencial, es decir, cuando se opta por el consenso encubridor, todo queda a oscuras y los espectadores ciegos para seguir la cinta. Como dec¨ªa Cuco Cerecedo, los g¨¢nsteres que discuten en un garaje por el reparto del bot¨ªn huyen juntos en el mismo coche al o¨ªr la sirena de la polic¨ªa. Nos falta saber qu¨¦ sirena se oy¨® el 25 de febrero de 2005 en el Parlament, pero el presidente Maragall, denunciante de las comisiones del 3% en las adjudicaciones de la obra p¨²blica durante los Gobiernos de Pujol, y el denunciado Mas, entonces l¨ªder en la oposici¨®n de CiU, convinieron ese d¨ªa un apag¨®n indefinido. La amenaza de Mas fue que dejar¨ªan de ser posibles las cosas importantes que requer¨ªan un cierto c¨ªrculo de confianza entre PSC y CiU. As¨ª que, en aras del nuevo Estatuto, Maragall puls¨® el interruptor y fuimos a negro.
Ahora, en la fase final de la campa?a, sucede que los que infunden miedo a disentir de la ola populista, los que han inducido el silencio de los discrepantes, los que han engrasado con subvenciones la adhesi¨®n inquebrantable de los medios de comunicaci¨®n, se presentan como v¨ªctimas. Porque, como escribi¨® Orwell, ¡°el buen nacionalista, adem¨¢s de rehuir la desaprobaci¨®n de los errores cometidos por su propio bando, desarrolla una notable capacidad de sordera para percibirlos¡±. Atentos.
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