Cubillo, el abogado de la guerra de las ondas
La vida laber¨ªntica de Cubillo pendi¨® siempre de un hilo en una trama donde esp¨ªas y mercenarios se cruzaron en su camino
La revoluci¨®n de Antonio Cubillo Ferreira era de naturaleza radiof¨®nica y se distingui¨®, en su rocambolesco autodestierro argelino, por un estilo descarado, que le granje¨® al principio simpat¨ªas en Canarias. Las opiniones se dividieron cuando comenz¨® a poner bombas caseras. Su muerte, en la madrugada del lunes, en su domicilio de Santa Cruz de Tenerife, tuvo que esperar 34 a?os, pues sobrevivi¨® en el 78 a un atentado mortal de necesidad, una tarde argelina de f¨²tbol con las calles desiertas, en que la ambulancia lo llev¨® volando al hospital mientras se desangraba.
La ¨²ltima vez que lo vi, escasos d¨ªas antes de morir, fue tras la proyecci¨®n en la Televisi¨®n Canaria del documental biogr¨¢fico que le dedic¨® su sobrino Eduardo Cubillo (preseleccionado para los Goya). Era mucho tiempo el que distaba entre el apu?alamiento y ese instante, y no parec¨ªa impresionado. Cubillo fue indemnizado por ese intento crimen de Estado, cuya m¨¢xima autor¨ªa no logr¨® demostrar, pese a apuntar al exministro de la Gobernaci¨®n, Rodolfo Mart¨ªn Villa. S¨ª fue condenado a 20 a?os de reclusi¨®n Jos¨¦ Luis Espinosa, confidente del excomisario Conesa, que muri¨® antes del juicio. Marcelino Oreja, titular de Exteriores, no cej¨® en viajar por ?frica para contrarrestar al independentista. Lorenzo Olarte, exasesor de Su¨¢rez, y amigo de Cubillo, le reprochaba con media sonrisa que ¡°una vez me quisiste matar¡±, como si se tratara de una broma macabra entre ambos.
"Propaganda armada"
El discurso africanista con el que abogaba (era abogado laboralista de profesi¨®n) por la independencia de Canarias, donde hab¨ªa nacido en 1930, contrastaba con el de las fuerzas democr¨¢ticas en la Transici¨®n a favor de la integraci¨®n europea. Con sarcasmos y canciones a trav¨¦s de Radio Argel explot¨® el fil¨®n indigenista, desenterrando al aborigen. Pronto, escuchar a Cubillo se volvi¨® sospechoso, tras ordenar poner "petardos" (c¨®cteles molotov) y hacer ostentaci¨®n de unas "fuerzas armadas guanches". La radio, que empez¨® siendo su mejor arma de proselitismo, se resinti¨® ante una "propaganda armada" que cost¨® la vida a un tedax cuando desactivaba un explosivo en una caja de zapatos. Y un d¨ªa de marzo de 1977, uno de aquellos artefactos hizo explosi¨®n en la florister¨ªa del aeropuerto de Gando (Gran Canaria). Dos de los aviones desviados a Los Rodeos (Tenerife) colisionaron en la mayor tragedia de la aviaci¨®n. Aquella ¨²ltima vez le insist¨ª si sent¨ªa remordimiento, pero nunca se dej¨® vencer por este.
La propia vida laber¨ªntica de Cubillo, casado y padre de tres hijos, pendi¨® siempre de un hilo en una trama donde esp¨ªas y mercenarios se cruzaron en su camino. Uno de sus amigos de correr¨ªas juveniles muri¨® durante un experimento qu¨ªmico en la azotea de su casa. Cubillo, de vocaci¨®n jaranera, se consideraba uno de los fundadores del Carnaval en su ciudad natal, La Laguna. Hab¨ªa desafiado al r¨¦gimen franquista promoviendo huelgas en los sesenta, y engendrado con Fernando Sagaseta y Carlos Su¨¢rez (el l¨¢tigo negro) el Movimiento Canarias Libre. Sufri¨® prisi¨®n, pero logr¨® huir hacia un exilio accidentado.
En Argel, acogido por Ben Bella, se hizo amigo de Bumedi¨¢n, tras un golpe de Estado, y goz¨® de protecci¨®n hasta la llegada de Benjedid, en que su amigo el socialista Alberto de Armas y el delegado del Gobierno en Canarias, Eligio Hern¨¢ndez, organizaron su retorno en tiempos de Felipe Gonz¨¢lez (agosto de 1985). En el hotel Mencey se fundi¨® en un abrazo con el escritor Domingo P¨¦rez Minik, que le dio la bienvenida desde su propio exilio interior. Cubillo nunca goz¨® del favor de los votos, pero s¨ª populariz¨® la bandera tricolor con siete estrellas verdes y lleg¨® a redactar una constituci¨®n para una "rep¨²blica canaria" y las semimorias Tr¨®pico gris.
Fue gracias a la ocupaci¨®n marroqu¨ª del S¨¢hara que Argelia, viendo frustrada su salida al mar, redobl¨® el apoyo a Cubillo brind¨¢ndole la emisora. Espa?a combat¨ªa diplom¨¢ticamente su guerrilla de baja intensidad (que ¨¦l atribu¨ªa a un consejo del Che de hacer ¡°una batalla de pulgas¡±) y, sobre todo, el inusitado respaldo a su Movimiento por la Autodeterminaci¨®n e Independencia del Archipi¨¦lago Canario (MPAIAC) por parte de la Organizaci¨®n para la Unidad Africana (OUA), dispuesta a llevarlo ante el comit¨¦ de descolonizaci¨®n de la ONU.
Pero en la v¨ªspera de un viaje a Nueva York con este fin, el 5 de abril de 1978, Cubillo sufri¨® un atentado en el zagu¨¢n de su casa de Argel, que lo oblig¨® a usar muletas para siempre. Juan Antonio Alfonso, el hombre que lo acuchill¨® por encargo de los servicios policiales espa?oles (en connivencia con los alemanes, seg¨²n investig¨® el Parlamento de Baja Sajonia), y el propio Cubillo se reencontraron 34 a?os despu¨¦s para el citado documental. Se miraron a los ojos. Cubillo lo perdon¨®. En el programa El Envite, de la TVC, el periodista Leopoldo Fern¨¢ndez le pregunt¨®, pocos d¨ªas antes de la muerte del abogado, si ¨¦l ped¨ªa tambi¨¦n perd¨®n, y dijo que no era consciente de haber hecho da?o a nadie.
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