¡°Comenc¨¦ a escrachar al encontrarme en un bar al torturador de mi padre¡±
Los fundadores de H.I.J.O.S, la organizaci¨®n argentina que inici¨® los se?alamientos p¨²blicos, explican c¨®mo fue evolucionando esa actividad pol¨ªtica
Paula Maroni y Carlos Pisoni trabajan ahora en un edificio de la antigua y tenebrosa Escuela Mec¨¢nica de la Armada (ESMA), el mayor centro de tortura y exterminio durante la ¨²ltima dictadura argentina (1976-1983). Ella tiene 36 a?os y ¨¦l 35. Pertenecen a la asociaci¨®n Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio (H.I.J.O.S). Sus padres desaparecieron durante la dictadura cuando ellos eran beb¨¦s. Cuando ten¨ªan 17 y 18 a?os, en diciembre de 1996, decidieron escrachar a un m¨¦dico de la ESMA. Ser¨ªa el primero de una larga lista. Nunca pensaron que aquella actividad, con ese mismo nombre, terminar¨ªa llegando a Espa?a. Y que ser¨ªa empleada por ciudadanos que est¨¢n siendo obligados a salir de sus casas tras el impago de sus cr¨¦ditos bancarios. Convocados por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), cientos de personas han protestado en las ¨²ltimas semanas frente a los hogares de varios diputados del Partido Popular. El origen hay que buscarlo entre aquellos adolescentes argentinos.
¡°Escrachar se usaba siempre en el lunfardo, el lenguaje popular de Buenos Aires¡±, explica Carlos Pisoni. ¡°Su ra¨ªz no est¨¢ muy clara, pero significa poner en evidencia a alguien. Y al principio fue algo muy espont¨¢neo. Nos enteramos de que Jorge Luis Magnacco, que era un m¨¦dico que atend¨ªa los partos de las mujeres secuestradas en la ESMA, trabajaba como jefe de obstetricia en un hospital de Buenos Aires. Y que viv¨ªa muy cerca de ese hospital. En aquella ¨¦poca era imposible aplicar justicia. Estos genocidas viv¨ªan con total impunidad, ocupaban puestos de responsabilidad en la sociedad. As¨ª que empezamos arrojando bombitas de pintura roja en sus casas, repart¨ªamos informaci¨®n entre los vecinos y nos ¨ªbamos. Tem¨ªamos tambi¨¦n por nuestra seguridad. A Paula Maroni llegaron a montarla en un coche y darle vueltas por Buenos Aires. Despu¨¦s nos dimos cuenta de que lo importante no era s¨®lo se?alarlos, sino que la sociedad los condenara. Que el panadero no le vendiera el pan ni el carnicero la carne¡±.
¡°Escrachar se usaba en el lenguaje popular de Buenos Aires. Su ra¨ªz no est¨¢ muy clara, pero significa poner en evidencia a alguien"
¡°Al cabo de un a?o el trabajo la actividad se hizo m¨¢s compleja. Hac¨ªamos un trabajo previo de informaci¨®n en los barrios que pod¨ªa durar unos tres meses¡±, contin¨²a Paula Maroni. ¡°Cit¨¢bamos a las organizaciones sociales del barrio y cre¨¢bamos una mesa del escrache. Ya no se trataba de una acci¨®n en s¨ª. No ten¨ªa que ver con el hecho fascista que puede suponer decir yo digo que vos sos culpable de algo, voy, te marco y me marcho. Lo nuestro era una construcci¨®n pol¨ªtica en el tiempo. Llegamos a disfrazarnos de carteros para comprobar que en tal casa viv¨ªa quien nosotros cre¨ªamos que viv¨ªa. Inform¨¢bamos paso a paso, semana a semana, al barrio. Y el d¨ªa del escrache era s¨®lo la culminaci¨®n de un proceso que hab¨ªa culminado mucho antes¡±, a?ade Maroni.
Hab¨ªa unos 200 miembros de Hijos en la capital y 500 en el pa¨ªs. Escracharon a m¨¢s de 50 personas en Buenos Aires y a una centena en Argentina. ?Se habr¨ªa conseguido enjuiciar a muchos militares sin aquellos escraches en los domicilios? ¡°Fuimos un granito de arena muy importante¡±, explica Carlos Pisoni. ¡°Yo comenc¨¦ a escrachar cuando me encontr¨¦ en un bar al que tortur¨® a mi padre. Pod¨ªa haber optado por partirle una botella en la cabeza, pero pens¨¦ que la salida tendr¨ªa que ser colectiva. Y conseguimos implicar a la sociedad¡±.
En 2004, tras la llegada de N¨¦stor Kirchner al Gobierno y con la reapertura de los juicios contra los militares entendieron que ya no ten¨ªa sentido continuar con los escraches, salvo en casos puntuales. Uno de esos casos concretos fue el del general Jorge Rafael Videla. ¡°Le hab¨ªamos hecho un escrache en 1998 y despu¨¦s otra modalidad que le llamamos el escrache m¨®vil. ?bamos en bicicleta, motos y autos, por casas que ya hab¨ªamos pasado otras veces¡±, relata Pisoni. ¡°Pero en 2006 el ten¨ªa prisi¨®n en su domicilio. Era el s¨ªmbolo de la dictadura y nos propusimos que fuera a una c¨¢rcel com¨²n. Logramos que se revocara la prisi¨®n domiciliaria¡±.
¡°Nuestra aparici¨®n revitaliz¨® la lucha que hab¨ªan iniciado antes las madres y las abuelas de la plaza de Mayo¡±, se?ala Maroni. ¡°En ese momento ellas segu¨ªan dando vueltas a la plaza todos los jueves sin que la sociedad acompa?ara esa acci¨®n. De pronto empezamos a escrachar y casi toda la sociedad y los medios de comunicaci¨®n nos apoyaron¡±. En 2001, cinco a?os despu¨¦s de los primeros escraches, sobrevino el corralito en Argentina. Millones de personas se vieron privados de acceder a sus ahorros en el banco. ¡°Hubo cientos de escraches¡±, recuerda Carlos Pisoni. ¡°A empresas, a pol¨ªticos, a banqueros, a las compa?¨ªas telef¨®nicas... La gente iba a sus puertas y les romp¨ªa los vidrios¡±. ?Y qu¨¦ hicieron ellos? ¡°Lo que hizo el pueblo¡±, contesta Paula Maroni. Escracharon.
¡°Despu¨¦s esa pr¨¢ctica se la apropi¨® el pueblo y nosotros ya no tenemos nada que decir sobre c¨®mo cada uno la traduce¡±. ?Y qu¨¦ piensan de los escraches que se est¨¢n produciendo en Espa?a ante las casas de los pol¨ªticos del Partido Popular¡±. ¡°Cuando una sociedad busca medidas alternativas es porque hay un contrato social que se ha roto. El escrache es producto de la impunidad y la impunidad tiene mucho que ver con la impotencia¡±, se?ala Maroni. ?Y no se podr¨ªa limitar el se?alamiento p¨²blico al lugar en que la persona en cuesti¨®n desempe?a su trabajo? ¡°Les dar¨ªa igual. Hasta que no tocas el timbre de la casa del tipo no surte efecto el escrache¡±, contesta Maroni.
El escrache sigui¨® funcionando de forma espor¨¢dica en Argentina. Sus defensores y detractores se encuentran por igual dentro y fuera del peronismo y dentro y fuera del Gobierno. An¨ªbal Fern¨¢ndez, uno de los senadores peronistas m¨¢s conocidos en Argentina, ha sufrido varios escraches y los ha criticado tambi¨¦n cuando se ejerc¨ªan sobre pol¨ªticos opositores. ¡°No se puede aceptar que se agreda o se insulte o se escrache, todo este invento nazi que han tra¨ªdo a la Argentina y tiene un comportamiento espantoso, so pretexto de defender una ideolog¨ªa", declar¨® en 2009?tras el escrache a un senador de la oposici¨®n.
Sus defensores y detractores en Argentina se encuentran por igual dentro y fuera del peronismo y dentro y fuera del Gobierno
En los escraches m¨¢s recientes de Argentina las v¨ªctimas han sido miembros del Gobierno. En septiembre de 2012 varios manifestantes acudieron con sus cacerolas a la casa del secretario de Estado de Comercio, Guillermo Moreno. Y el pasado febrero, el viceministro de Econom¨ªa, Axel Kicillof, cerebro de la expropiaci¨®n de YPF a Repsol, sufri¨® otro escrache?cuando viajaba con su esposa y dos hijos en un buqueb¨²s desde Montevideo a Buenos Aires. Kicillof tuvo que ser trasladado junto a su familia a primera clase para evitar el abucheo. "La verdad, fue muy angustiante", relat¨® su esposa, Soledad Quereilhac. "Yo le ped¨ªa a la gente que no fuera irrespetuosa porque est¨¢bamos con nuestros hijos de 1 y 4 a?os".
¡°A Axel nosotros lo conocemos desde que empez¨® nuestro movimiento. Su grupo universitario participaba en nuestros escraches¡±, recuerda Pisoni. ¡°Y no estamos de acuerdo con el escrache que sufri¨®. Sin embargo, estamos de acuerdo con que se vaya a protestar ante las empresas el¨¦ctricas cuando se producen cortes de luz porque no invirtieron lo que ten¨ªan que invertir¡±.
?Y apoyar¨ªan una protesta ante la casa del director de cualquier empresa el¨¦ctrica?
¡°Claro que s¨ª¡±, contesta Paula Maroni. ¡°El escrache tiene sentido cuando no ten¨¦s otra herramienta para obtener un resultado. Si vos le neg¨¢s al pueblo el canal para encontrar una soluci¨®n¡ Tal vez el tipo que se esconde detr¨¢s de un escritorio de una empresa privada va a salir a la terraza. Y te puedo asegurar que se le cae la cara de verg¨¹enza delante de sus hijos, de sus vecinos¡±.
El escritor y bloguero Jorge Asis suele ser muy cr¨ªtico con el Gobierno de Cristina Fern¨¢ndez. Pero cuando escracharon a Moreno y Kicillof repudi¨® p¨²blicamente el escrache. ¡°Creo que se trata de una expresi¨®n neo fascista. Es un acto de cobard¨ªa colectiva de se?ores que necesitan purificarse en la protesta ante cualquiera que mantenga la arbitraria representaci¨®n del culpable¡±, indica As¨ªs.
¡°Acaso por haber sido escrachado yo mismo durante a?os en presencia, incluso, de mis hijos, en un restaurante o por la calle, pienso que saldr¨ªa a defender a mis adversarios pol¨ªticos si los escracharan en mi presencia. S¨¦ que se los intenta comprender por razones que aluden a la impotencia, por la necesidad de descargarse que tiene quien se siente v¨ªctima de alguna injusticia. Conozco de memoria los argumentos. Pero la democracia no se hizo para legitimar estos desatinos¡±, concluye As¨ªs.
Por su parte, Paula Maroni, cree que no existe una vara ¨²nica para medir o valorar los escraches. ¡°Esto es pol¨ªtica, no matem¨¢ticas. Y cada persona tiene que hacerse cargo de su opci¨®n ideol¨®gica¡±.
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