¡°Para escraches, los nuestros¡±
Un d¨ªa con los m¨¦dicos y pacientes de la Cl¨ªnica Dator de Madrid Se trata del primer centro privado autorizado para practicar abortos desde 1985
¡ªHermano G¨¢rate, 14.
¡ªEso es la cl¨ªnica Dator.
¡ªS¨ª. ?La conoce? ?Lleva a muchas pasajeras all¨ª?
¡ªA bastantes. A mi hija, sin ir m¨¢s lejos. Entran llorando y salen llorando. Pobrecitas m¨ªas.
Los taxistas de Madrid, como este afable cincuent¨®n que nos cuenta su vida, est¨¢n acostumbrados a llevar a mujeres a esta direcci¨®n. Las miran y remiran por el retrovisor presumiendo saber a lo que van. Todos est¨¢n al tanto de que aqu¨ª se practican abortos desde que, en 1985, la Dator, como la conoce todo el mundo, fuera la primera cl¨ªnica privada autorizada para realizar interrupciones de embarazo despu¨¦s de que el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez lo despenalizara mediante la conocida como Ley de los tres supuestos. Desde entonces, decenas de miles de mujeres han puesto fin a una gestaci¨®n no deseada en este centro situado en los bajos de un bloque de vecinos de un barrio bien de la capital. Lo que pocos taxistas saben, salvo el que nos ha tocado, es lo que se vive dentro.
Son las doce de la ma?ana de un mi¨¦rcoles y se respira tranquilidad en los pasillos de la Dator. La angustia, el alivio, las emociones encontradas se viven en la sala de espera, las consultas y los quir¨®fanos.
Hoy no hay muchas pacientes. Los d¨ªas punta son viernes y s¨¢bados. Las mujeres prefieren ser intervenidas en esas fechas para recuperarse el fin de semana y no dar explicaciones en el trabajo. La anunciada reforma de la Ley de Plazos, que va a endurecer las condiciones para abortar legalmente, incluso en caso de malformaciones del feto, tiene a los profesionales ¡ªginec¨®logos, cirujanos, enfermeros, psiquiatras, asistentes sociales¡ª en vilo. Las pacientes, sin embargo, al menos las de hoy, tienen otras preocupaciones y otras prioridades. Para cuando se apruebe la ley Gallard¨®n, ya habr¨¢n pasado el trance.
La decisi¨®n m¨¢s dolorosa
En el primer piso de la Cl¨ªnica Dator hay una salita de espera especial, aislada del resto de dependencias. Es, quiz¨¢, la que m¨¢s dolor encierra de todo el centro. Es donde se cita a las gestantes que van a interrumpir su embarazo por riesgo de anomal¨ªa graves en el feto. En los datos oficiales de 2011, fueron solo el 3% de todos los abortos practicados en Espa?a. Pero cada caso es una tragedia.
Dator es, por la experiencia acreditada de casi 30 a?os de sus cirujanos, el centro de referencia nacional para los casos de malformaci¨®n fetal m¨¢s severos. Aquellos "incompatibles con la vida, o con enfermedad extremadamente grave o incurable", que deben obtener la aprobaci¨®n de un Comit¨¦ ?tico Cl¨ªnico, y para los cuales no hay l¨ªmite de tiempo, dado que algunas enfermedades no se diagnostican hasta fases tard¨ªas del embarazo. A¨²n no se sabe si la 'reforma Gallard¨®n' mantendr¨¢ el supuesto de legalidad del aborto para estos casos. Pero la sola posibilidad de que se elimine espanta a los profesionales. "Es la decisi¨®n m¨¢s dolorosa para una futura madre", constata Olga Sancho, enfermera y portavoz de Dator. "Son embarazos desead¨ªsimos. Obligar a esas mujeres, y a sus hijos a una vida de sufrimiento, con el a?adido de los recortes en dependencia, es de una crueldad inconcebible".
"No necesito que nadie me diga lo que tengo o puedo hacer. No puedo afrontar una maternidad ahora. Tengo pareja, tengo trabajo, pero no estar¨ªamos bien. Ni yo, ni el ni?o", dice, al borde del llanto, una mujer de 38 a?os que acaba de recibir la informaci¨®n del proceso ¡ª-y el obligatorio sobre con las alternativas al aborto¡ª para que se repiense su decisi¨®n durante las preceptivas 72 horas de reflexi¨®n que impone la Ley de Plazos a las mujeres que desean abortar sin esgrimir causa hasta las 14 semanas de gestaci¨®n.
Se la ve segura, pero tocada. Tanto, que prefiere pagar los 350-400 euros que cuesta la intervenci¨®n, antes que demorarla los 15 ¨® 20 d¨ªas que le llevar¨ªa validar su expediente para que el Servicio Madrile?o de Salud (Sermas), con el que Dator mantiene un concierto, se hiciera cargo de la factura.
En otra sala, una mujer china de 30 a?os, explica con infinitivos y se?as que ya tiene un hijo de 10 a?os y ni quiere ni puede hacerse cargo de otro beb¨¦. Ha venido a trabajar, arguye, y no quiere regresar con dos ni?os a su pa¨ªs, donde sigue imperando psicol¨®gicamente la pol¨ªtica del hijo ¨²nico.
A pesar de su precario espa?ol, esta se?ora conoce sus derechos como inmigrante legal, y va a solicitar al Sermas la financiaci¨®n de su interrupci¨®n de embarazo.
Diego Fern¨¢ndez y Olga Sancho, gerente y portavoz respectivamente de Dator, llevan 27 a?os escuchando historias como estas. Ambos forman parte del "n¨²cleo duro de sanitarios militantes", en sus palabras, que fund¨® el centro con la idea de normalizar el derecho al aborto en una ¨¦poca en que era anatema, y no solo para los cat¨®licos m¨¢s conservadores.
Eso ha cambiado, pero no tanto. "Para escraches, los que sufrimos desde 1985 hasta hoy", relata Sancho. "Nos han rociado con pintura roja. Nos han disparado al r¨®tulo con una escopeta. Nos han seguido al metro llam¨¢ndonos asesinos. Los de la Misa de las Familias, nos mandan a los chavales a la puerta. Lo que no saben es que, alguna de esas chicas, ha venido despu¨¦s con o sin sus padres pidiendo nuestros servicios. 'nuestro caso es distinto', dicen. Pues no, miren, es el dolor de todas".
La Ley de Plazos, sostienen estos profesionales, ha ayudado a las mujeres a vivir el trauma del aborto con menos dramatismo. "No es necesario evidenciar tus problemas econ¨®micos, tu mala relaci¨®n de pareja, tu angustia. Gallard¨®n quiere acabar con el libre albedr¨ªo de las mujeres, retroceder 30 a?os. ?Violencia contra la embarazada? La violencia es obligarla a continuar con una maternidad que no desea. Somos aut¨®nomas, no necesitamos que ning¨²n poder pol¨ªtico ni religioso nos tutele", se indigna Sancho.
"Adem¨¢s", a?ade Fern¨¢ndez, "est¨¢ demostrado que restringir el derecho al aborto no disminuye su n¨²mero. Lo dice la OMS. Si la gestante tiene medios, abortar¨¢ fuera. Y si no, lo har¨¢ en condiciones de clandestinidad, con el consiguiente peligro para su salud".
Pese a que a¨²n no est¨¢n disponibles las cifras oficiales ¡ªlas ¨²ltimas, las de 2011, hablaban de un repunte de un 5% de los abortos debido, quiz¨¢, a la crisis¡ª en Dator sostienen que, sin embargo, los abortos han disminuido un 10%-12% en 2012. Al menos, en su centro.
El aumento del uso de la p¨ªldora poscoital, el ¨¦xodo de inmigrantes a sus pa¨ªses, y el aumento general de precauciones por miedo al embarazo en tiempos de crisis, podr¨ªan estar detr¨¢s de este descenso.
?Y el negocio? "No somos una ONG, pero no tenemos especial inter¨¦s en que se aborte. Hacemos salud sexual. Nos encantar¨ªa que subiera el uso de la ginecolog¨ªa, y bajara el del quir¨®fano. Pero no se puede ignorar la realidad", dice Sancho.
Una caja de pa?uelos preside la consulta de uno de los psiquiatras de Dator. Con la Ley de Plazos, su dictamen ya no es preceptivo en las 14 primeras semanas, pero ¨¦l estima que su papel es relevante. "No soy qui¨¦n para decidir qui¨¦n aborta y qui¨¦n no, pero podemos prevenir problemas psicol¨®gicos antes y despu¨¦s del mismo".
Ni este, ni otros de los m¨¦dicos de Dator dan su nombre. La pr¨¢ctica del aborto sigue generando un estigma que determina, que, seg¨²n los cirujanos, haya dif¨ªcil relevo generacional en su campo. "Es un bald¨®n en el curr¨ªculo. Si te dedicas a esto, siempre ser¨¢s el abortero".
Al final del viaje, el taxista quiere darnos el tel¨¦fono de su hija para que cuente su historia. "Ten¨ªa 18 a?os, qued¨¦ embarazada y quer¨ªa tenerlo, pero ten¨ªa el virus del papiloma, hab¨ªa riesgo para mi salud y decid¨ª abortar. Sufr¨ª mucho. Pero no me gustar¨ªa que nadie me hubiera impedido hacerlo. Ni entonces, ni nunca".
Tras el quir¨®fano y la reanimaci¨®n, las pacientes salen a la calle. Muchas vienen con su pareja o su familia. Pero otras llegan solas y no est¨¢n para el bus, ni el metro. Por eso, muchas, por pobres que sean, piden un taxi. Puede que sea el caso de la chica que ocupa el asiento que dejamos libre.
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