Edipo en La Moncloa
Rajoy es el primer caso de un l¨ªder pol¨ªtico que se presenta a s¨ª mismo como superfluo
¡°No quiero subir impuestos, pero no lo descarto. Dependemos de las previsiones de crecimiento y de d¨¦ficit¡±. Esto, en Rajoy-speak, significa que no tenemos m¨¢s remedio que hacer lo que nos mandan, aunque todav¨ªa no sabe c¨®mo traducirlo en decisiones concretas. Puede que sea esto o lo otro, ya se ver¨¢. No depende de ¨¦l, har¨¢ ¡°lo que haya que hacer¡±.
Con esto nuestro Presidente del Gobierno se confirma una vez m¨¢s como el primer caso de la historia de la pol¨ªtica en la que un l¨ªder se presenta a s¨ª mismo como in¨²til, superfluo. Poco a poco va adquiriendo el perfil de un personaje shakesperiano. No, algo m¨¢s tr¨¢gico todav¨ªa, como un personaje de S¨®focles. Las causas del sufrimiento que infringe a sus ciudadanos las presenta como si fueran el producto de la maldad de los dioses, de un destino ciego o de los funestos designios de otros. ?l pasaba por all¨ª. Es lo que tiene gobernar en tiempos oscuros, en tiempos donde nos gobiernan aquellos a los que no hemos elegido y donde aquellos que hemos elegido no gobiernan. La Moncloa se parece cada vez m¨¢s al palacio de Edipo Rey, en ella sus pobres inquilinos se esfuerzan en descifrar los enigmas encerrados en las maquinaciones de la troika.
Aunque, bien pensado, los personajes tr¨¢gicos somos los ciudadanos. Se nos dice que nuestro destino ya est¨¢ trazado, pero no se nos indica c¨®mo va a discurrir. Hay que esperar al viernes para saber cu¨¢l es el nuevo recado de la pitonisa vicepresidenta, que en su ritual medi¨¢tico semanal nos cantar¨¢, en lenguaje de opositora, una nueva sentencia, un nuevo recorte, una subida de impuestos, un sacrificio m¨¢s. Los dioses exigen nuevas libaciones: ?M¨¢s sangre mediterr¨¢nea! Hoy es uno de esos d¨ªas en los que toca transmitir el mensaje, el aciago ritual de cada viernes. Ella al menos da la cara. ?l se refugia en las pantallas de plasma o en las comparecencias sin preguntas de la prensa. Cultiva con fruici¨®n su condici¨®n de ¡°acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma¡±, por volver a Shakespeare. Dan ganas de decirle eso que un sacerdote exige a Edipo: ¡°?Vamos, t¨², el m¨¢s destacado de los mortales, levanta la ciudad!¡±. Palabras vanas dirigidas al l¨ªder m¨¢s esquivo, al personaje que quiso ser presidente del Gobierno sin nunca pensar en liderar.
S¨ª, pobres ciudadanos, hu¨¦rfanos de todo proyecto, sujetos a lo que a todas luces parece pura improvisaci¨®n. Porque as¨ª no se puede vivir. Como dec¨ªa Hannah Arendt, en el oc¨¦ano de incertidumbre que es por definici¨®n el futuro hay que establecer algunas ¡°islas de seguridad¡±, la posibilidad de creer en las promesas que vinculan a quienes las hacen y nos proyectan a un porvenir con un m¨ªnimo de seguridad, estabilidad, continuidad. ?Ha pensado Rajoy en las consecuencias psicosociales de vivir sin saber lo que nos depara el futuro? Es preferible que nos digan de una vez cu¨¢les son los sacrificios que nos van a imponer, por duros que sean, antes que soportar esta gota malaya de los viernes precedida de tanto titubeo discursivo. Porque la precariedad del discurso acaba proyect¨¢ndose sobre la precariedad de nuestra existencia personal y colectiva. No es ya solo que no sepamos cu¨¢ndo nos vayamos a jubilar, que es suficiente motivo de ansiedad para quienes ya cre¨ªan tener planificada su vida; es que vidas enteras se han arrojado a la frustraci¨®n y la labilidad, como ocurre con los j¨®venes.
Entendemos que la pol¨ªtica es contingencia; que hubo que hacer un duro ajuste financiero y salarial para recobrar competitividad, y hemos de permanecer alerta para no caer en los viejos vicios. A eso llegamos. Pero la pol¨ªtica, que sin duda se mueve entre la necessit¨¤ y la fortuna, que dir¨ªa el florentino, es tambi¨¦n acci¨®n, capacidad para sortearlas, ah¨ª reside la virt¨² del gobernante. No, al parecer, para nuestro presidente de la patchwork politics, de la pol¨ªtica de parches a plazos con vencimiento semanal en viernes. Tiene por delante toda la reforma del sector p¨²blico, pero ah¨ª apenas ha entrado. El duro ajuste ha reca¨ªdo hasta ahora sobre el sector empresarial y sobre los asalariados y los beneficiarios de prestaciones sociales. ?Para cu¨¢ndo una aut¨¦ntica reforma del Estado, de sus multiplicidades y laber¨ªnticas superposiciones de ¨®rganos? ?A qu¨¦ espera para convertirse en un l¨ªder activo y respetado en Europa? ?Qu¨¦ ha pensado para resolver la ya insoportable crisis institucional? Nada, silencio. Como el silencio de los corderos que acuden a su sacrificio ritual del viernes dirigido por un presidente que parece habitar en un domingo sin fin.
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