La doctrina del magistrado L¨®pez
El juez del Constitucional deja abundante opini¨®n de temas sobre los que deber¨¢ pronunciarse
Enrique L¨®pez y L¨®pez se siente estos d¨ªas el hombre m¨¢s feliz del mundo. El pasado jueves, con 50 a?os reci¨¦n cumplidos y su flamante novia, la televisiva Silvia Jato, grabando la escena con el m¨®vil como si fuera una graduaci¨®n de estudiantes, el hasta ahora juez de la Audiencia Nacional tomaba solemne posesi¨®n de su cargo como uno de los doce magistrados del Tribunal Constitucional, el templo de la ¨¦lite judicial en Espa?a. Adem¨¢s de la toga, las pu?etas y la medalla con el escudo del alto tribunal, el nuevo notable luc¨ªa una indisimulada sonrisa de satisfacci¨®n en el rostro.
Perfectamente consciente de que su pol¨¦mica designaci¨®n por el Gobierno ¡ªdiscutida por cumplir raspadamente con los requisitos de curr¨ªculo (hasta el punto de que la mitad del Constitucional vot¨® en contra de su ingreso) y por su palmaria y antigua cercan¨ªa ideol¨®gica con el Ejecutivo del PP que ahora le premia con el puesto¡ª era la comidilla de los corrillos, no hab¨ªa nada ni nadie capaz de amargarle la fiesta. Llevaba a?os pugnando por un puesto semejante. Y no precisamente en silencio. Adem¨¢s de su nutrida colaboraci¨®n con FAES, el laboratorio de ideas del PP, y de su presencia habitual en tertulias conservadoras, como la de El gato al agua en Intereconom¨ªa, en su ¨¦poca de portavoz del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), el magistrado se ha revelado como un prol¨ªfico articulista.
Es consciente de que suscita pol¨¦mica, pero nadie puede amargarle la fiesta
Recto, le¨ªdo, pedag¨®gico, conservador. Un hombre de ley y orden disertando sobre lo divino y lo humano con profusi¨®n de citas de Ortega y Churchill, y una acusada querencia por las met¨¢foras futbol¨ªsticas. Un opinador de sal¨®n con un tonito de yo ya lo dije, una pizca de ex¨¦gesis de s¨ª mismo y un punto de pedanter¨ªa no exenta de cierto estilo literario. Ese es el Enrique L¨®pez que emerge a trav¨¦s de la tribuna semanal que ha escrito en el diario La Raz¨®n desde 2008, a?o en que ces¨® en su cargo de portavoz del CGPJ ¡ªad¨®nde le aup¨® en 2001 el Gobierno de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar¡ª, y hasta solo un par de d¨ªas antes de ingresar en el Constitucional. El magistrado toma de excusa la actualidad para expresar su postura sobre las que, por la frecuencia con la que las aborda, parecen sus obsesiones profesionales.
La mitad del alto tribunal cree que L¨®pez no cumple los requisitos
La reivindicaci¨®n del papel de los jueces: ¡°No somos transformadores sociales, y el que lo crea se ha equivocado de profesi¨®n. Estamos sometidos a la presi¨®n de la ley¡±. La lucha contra el terrorismo: ¡°Hace a?os padecimos la irresponsabilidad de alguien que intent¨® acabar con ETA negociando, me opuse y lo sigo pagando¡±. La receptividad al sistema de tasas judiciales para aligerar los juzgados: ¡°Es una clara opci¨®n pol¨ªtica¡±. La defensa de sus ideas, en fin, en variopintos terrenos: ¡°Es parad¨®jico que los mismos que entienden natural la existencia de l¨ªmites del derecho a la vida, como el aborto y la eutanasia, no admitan que se hable de l¨ªmites a otros derechos, como el de reuni¨®n y manifestaci¨®n¡±.
L¨®pez denuncia la ¡°elefantiasis¡± de la Administraci¨®n. Aboga por la cadena perpetua: ¡°Me he involucrado de hoz a coz en el debate. Defiendo su regulaci¨®n en Espa?a¡±. Defiende los recortes sociales: ¡°Ciertas medidas son como la quimioterapia contra el c¨¢ncer; a corto plazo suponen un empeoramiento, pero a la larga suelen devolver la salud al enfermo¡±. Deplora los nacionalismos: ¡°Si la Constituci¨®n establece que se fundamenta en la indivisible unidad de la Naci¨®n espa?ola, ?por qu¨¦ se crean y amparan nuevos conceptos de naci¨®n?¡±. Y, siempre, alterna con la pol¨ªtica: ¡°Un momento como este requiere pol¨ªticos de raza, entregados a su ciudadan¨ªa, y no pol¨ªticos de sal¨®n, encerrados en su ideolog¨ªa, su bandera y sus intereses¡±, pontifica.
¡°Soy cat¨®lico, pero cuando trabajo me dejo la ideolog¨ªa en casa¡±, dice el juez
Nada distinto de lo que hacen a diario otros tantos articulistas y tertulianos. La paradoja es que, desde su nuevo esca?o en el parlamento judicial paralelo que es de hecho el Tribunal Constitucional, el magistrado L¨®pez tendr¨¢ que pronunciarse sobre algunos de esos temas. Sobre la mesa de ese tribunal esperan resoluci¨®n los recursos contra la ley del aborto, los recortes, las tasas judiciales, la reforma laboral, el plan soberanista de Catalu?a o el caso Otegi. ?Le plantea eso alg¨²n conflicto?
¡°Decir lo que se piensa no es posicionamiento pol¨ªtico. Es el ejercicio de la libertad de expresi¨®n, que los jueces no tienen limitada¡±, responde. ¡°Jam¨¢s he puesto ni pondr¨¦ ninguna convicci¨®n, idea o valor moral por encima de la ley. Soy cat¨®lico, pero cuando trabajo me dejo la ideolog¨ªa en casa. Si alguien desea recusarme, estar¨¢ en su derecho, y el Derecho resolver¨¢. Me llaman sectario porque no pueden acusarme de nada¡±.
L¨®pez habla con tono grave, sin levantar la voz ni gesticular m¨¢s all¨¢ del tic de colocarse el pelo y la corbata para componer una figura perfecta. El juez ha aceptado tomar un caf¨¦ r¨¢pido el d¨ªa siguiente de su toma de posesi¨®n. Llega, en su coche oficial, de una entrevista en Radio Nacional, hecho ins¨®lito en un magistrado del Constitucional. Alto, apuesto, con el flequillo canoso que le ha hecho acreedor entre sus colegas del apodo El flequi o Juez Clooney, L¨®pez anda con el tumbao que llevan los guapos al caminar, como dice la canci¨®n de Rub¨¦n Blades. Aunque los polic¨ªas que custodian el Constitucional no hubieran dispuesto de su foto para franquearle el paso el pasado jueves, L¨®pez hubiera logrado pasar seguro. Por su aplomo, parece haber nacido pisando m¨¢rmol.
Quiz¨¢ en ese momento, L¨®pez tuvo un pensamiento para su padre, obrero de Endesa, empresa p¨²blica que pag¨® las becas con las que este chico de El Bierzo (Le¨®n) pudo estudiar Derecho en Oviedo. Eran los a?os del baby boom, los n¨²meros clausus y las facultades atestadas. Las buenas notas y las ayudas p¨²blicas fueron su ascensor social. Tras estrenarse como juez en A Coru?a en 1989, pas¨® por juzgados de Le¨®n y Valladolid, antes de ganar la oposici¨®n a letrado del CGPJ en 1998. En 2001 fue promovido a vocal y elegido portavoz del Consejo.
Como portavoz del CGPJ se convirti¨® en vocero de los vocales conservadores
El resto est¨¢ en los papeles. Durante el mandato de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, L¨®pez se moj¨® en todos los charcos. El portavoz del CGPJ se erigi¨® de hecho en vocero de los vocales conservadores. Hasta el punto de que el magistrado Juan Carlos Campo se constituy¨® en portavoz oficioso de los progresistas. Los periodistas sab¨ªan que, si convocaba L¨®pez, Campos hablar¨ªa despu¨¦s para equilibrar la informaci¨®n.
¡°De aquellos polvos, estos lodos¡±, dice un magistrado que ha convivido a?os con L¨®pez en el Consejo. ¡°Enrique es un animal pol¨ªtico. Ha llegado donde quer¨ªa, pero no creo que pare. Saldr¨¢ del Constitucional con menos de 60 a?os, veremos d¨®nde acaba. Ahora, comparar a Xiol con L¨®pez es como comparar un Ferrari y un 600¡±. Jos¨¦ Antonio Xiol, presidente de la Sala de lo Civil del Supremo, accede al Constitucional al tiempo que L¨®pez, el primer magistrado del alto Tribunal que no cumple con la regla no escrita de haber pasado por el Supremo.
El aludido no se ofende. ¡°?Ambicioso? Digamos que tengo ambici¨®n sana: me planteo retos y trato de alcanzarlos. Y un juez de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional merece el mismo respeto que un catedr¨¢tico. No me siento ni m¨¢s ni menos que nadie. Dicho esto, asumo la cr¨ªtica. A partir de ahora, me reivindicar¨¦ y hablar¨¦ solo por las sentencias¡±, anuncia. El jueves, minutos antes de jurar su cargo, el magistrado L¨®pez y L¨®pez a¨²n devolv¨ªa las llamadas perdidas de desconocidos. ¡°Hasta pronto¡±, se titulaba su ¨²ltimo art¨ªculo en La Raz¨®n. Veremos cu¨¢nto tarda en volver a la palestra.
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