Los establos de Aug¨ªas
A estas alturas, el silencio de Rajoy es indicio de culpabilidad personal y desprestigia al PP
Nuestra diferencia con el relato m¨ªtico consiste en que aqu¨ª nadie tiene voluntad de limpiar unos establos, cuya suciedad encierra el peligro de ahogarnos a todos. No solo en las democracias es ley de cumplimiento general que la corrupci¨®n es mucho m¨¢s que un subproducto ocasional del sistema pol¨ªtico, pues acaba infiltr¨¢ndose en su funcionamiento y en las relaciones de poder hasta pervertirlo.
Pero si en reg¨ªmenes autoritarios y dictaduras el imperio de la corrupci¨®n orquestada desde el v¨¦rtice forma parte de su naturaleza, en una democracia resulta incompatible con su supervivencia como tal. No lejos de esa situaci¨®n se encuentra hoy Espa?a. Resulta, en consecuencia, l¨ªcito plantear la exigencia de su eliminaci¨®n cuando la met¨¢stasis alcanza al nivel del Gobierno y este la tolera.
Solicitar la dimisi¨®n de Mariano Rajoy no es un acto demag¨®gico, en la medida que bajo su doble presidencia, del Gobierno y del partido, han tenido lugar espectaculares procesos de corrupci¨®n, con apropiaci¨®n de grandes cantidades de dinero p¨²blico, por individuos que desempe?aban posiciones relevantes en el organigrama del PP, sin que sobre todo ello existiera el necesario control. Adem¨¢s, hay indicios de trato ben¨¦volo por su parte en el caso B¨¢rcenas. Un l¨ªder pol¨ªtico en su posici¨®n no puede pretender que cuando actos delictivos tienen lugar a cargo de gentes de su partido, incluso con altas responsabilidades, nada de eso tenga que ver con ¨¦l. Y, por supuesto, no sirve esgrimir la presunci¨®n de inocencia hasta que se pronuncien los jueces en ¨²ltima instancia. Los casos G¨¹rtel y B¨¢rcenas, o el caso G¨¹rtel-B¨¢rcenas, ofrecen la imagen de un Partido Popular infectado por la corrupci¨®n, lo cual ciertamente a Rajoy debiera preocuparle por encima de los resultados electorales. Con negar una y otra vez la evidencia no se disipan las razonables sospechas.
Con negar una y otra vez la evidencia no se disipan las razonables sospechas
Desde hace mucho tuvo los medios para resolver la situaci¨®n, si de veras ignor¨® su g¨¦nesis, ya que no solo se trataba de comportamientos individuales, sino de actuaciones que compromet¨ªan al partido, proporcionando simult¨¢neamente a los corruptos grandes beneficios econ¨®micos. En su poder estaba haber puesto en marcha una investigaci¨®n interna, atendiendo as¨ª a un deber moral hacia los suyos y hacia la sociedad espa?ola, dado el punto a que hab¨ªan llegado las cosas. Nada hizo, y ampar¨® las palabras y los hechos de los dirigentes del PP neg¨¢ndolo todo. Ampar¨® tambi¨¦n la ofensiva de los suyos que contribuy¨® a la destrucci¨®n del juez descubridor de la trama.
Por los mensajes cruzados con B¨¢rcenas hasta mediados de marzo, conocemos tanto la puesta en pr¨¢ctica de su habitual t¨¢ctica de cautela, de no mojarse directamente, como el apoyo al extesorero, a quien aconseja resistir. Estas revelaciones del enriquecido personaje ofrec¨ªan a Rajoy la ocasi¨®n de al menos esbozar una explicaci¨®n de lo sucedido, ya que la estrecha relaci¨®n entre ambos se convert¨ªa en innegable. Tampoco lo hizo y dif¨ªcilmente lo har¨¢ el 1 de agosto. Solo que, a estas alturas de los acontecimientos, el silencio es indicio de culpabilidad personal y factor de desprestigio para el conjunto de su partido y para la propia democracia espa?ola.
Entre las virtudes pol¨ªticas de Rajoy se encuentra la de ofrecer un discurso que en s¨ª mismo apenas ofrece blancos para la cr¨ªtica. Nunca explica nada, se limita a afirmar que siempre hace lo que tiene que hacer, ser¨ªa peor que no lo hiciera y, en el plano econ¨®mico, que la culpa es de la herencia recibida. Era as¨ª ya como ministro, cuando tropezaba con un tema vidrioso ¡ªle recuerdo en el tema de los archivos de Salamanca y Catalu?a¡ª, buscando evitar todo desgaste. Ahora, a la vista del visto bueno dado por el Supremo a la actuaci¨®n de Jaume Matas, pues no otra cosa es su condena a unos meses, Rajoy jugar¨¢ a exigir respeto a la actuaci¨®n de los jueces sobre los casos que le conciernen. El tiempo pasar¨¢ y la factura pol¨ªtica quedar¨¢ impagada.
La debilidad de la oposici¨®n reside en que la basura de la corrupci¨®n tambi¨¦n la alcanza, si bien en menor medida. La dimisi¨®n de Gri?¨¢n en Andaluc¨ªa es al tiempo un signo y una buena noticia, ante la previsible evoluci¨®n del caso de los ERE. Pero tambi¨¦n aqu¨ª encontramos una actitud opaca de los gestores socialistas, sin la menor intenci¨®n de esclarecer las cosas por s¨ª mismos, incluso disfrazando la Junta su intervenci¨®n en el proceso como una acusaci¨®n p¨²blica que deviene instrumento de defensa. La riada depuradora de H¨¦rcules no deja por ello de ser necesaria.
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