Desde el oeste del Ebro
A un lado se oye: ¡°Espa?a nos roba¡±; el otro replica: ¡°Catalu?a derrocha¡±
Al oeste del Ebro, las cosas no se ven, l¨®gicamente, igual. Para empezar, ahora como hace un a?o, la inmensa mayor¨ªa de quienes no residen en Catalu?a (el 79% en el momento actual) afirma no albergar, personalmente, sentimiento alguno de desafecto o recelo hacia dicha Comunidad. Sin embargo, al mismo tiempo, uno de cada dos sospecha que no ocurre lo mismo, a su respecto, en la otra ribera: nos quieren menos all¨ª de lo que nosotros les queremos a ellos aqu¨ª ¡ªparecen concluir¡ª. Quienes a uno y otro lado del r¨ªo-divisoria deber¨ªan propiciar la rec¨ªproca concordia parecen estar logrando m¨¢s bien una cosecha de sospecha y recelo mutuos. ¡°Son ellos, son ellos¡±, parecemos acusarnos mutuamente desde una a otra ribera, como en una disputa de patio de colegio. Lo cierto es que ahora cuando un castellano (o un gallego, o un andaluz) va a Catalu?a suele asombrarse de lo cort¨¦s y afable que se le muestra la gente all¨ª. Y lo mismo ocurre con los catalanes que viajan por el resto de Espa?a. Triste ¡ªy por fortuna ef¨ªmero¡ª logro del extendido enciza?amiento¡
Por otro lado, la idea predominante entre toda la ciudadan¨ªa espa?ola (la expresa el 49%) es que su respectiva comunidad aut¨®noma recibe del Estado menos de lo que en cambio le aporta: solo un 14% cree que su regi¨®n sea beneficiaria neta, y solo un 16% cree que aporte tanto como recibe. Respecto del concreto caso de Catalu?a, los espa?oles que residen en otras comunidades distan mucho de compartir en este punto la idea que, en cambio, predomina de forma clara entre los catalanes: el grupo m¨¢s numeroso (37%) cree que Catalu?a recibe del Estado m¨¢s de lo que aporta; un 16% estima que recibe lo que le corresponde; y solamente un 18% piensa que recibe menos de lo que aporta, que es en cambio la idea masivamente dominante en Catalu?a. Un claro punto de desencuentro que, quienes a uno y otro lado del Ebro deber¨ªan haber contribuido a clarificar (lo que en principio no parece tan dif¨ªcil: todo lo cuantificable es razonablemente sencillo de delimitar y pactar) parecen, en cambio, haber tenido rotundo ¨¦xito en embrollar y enconar.
En cuanto a las dificultades financieras y a la enorme deuda p¨²blica catalanas, quienes viven en el resto de Espa?a parecen tenerlo muy claro: no es resultado de que los ¨²ltimos gobiernos de Espa?a hayan hurtado a Catalu?a los recursos que realmente le corresponden sino que son consecuencia de la mala gesti¨®n de los ¨²ltimos gobiernos de la Generalitat. As¨ª lo piensa el 65%. Es decir, al ¡°Espa?a nos roba¡± que se oye en un lado se contrapone un ¡°Catalu?a derrocha¡± en el otro. Una vez m¨¢s, un inquietante malentendido del que no cabe exculpar a quienes representan a ambas ciudadan¨ªas: estas han dado reiteradas pruebas de sensatez y prudencia en fuerte contraste con los continuos chalaneos de muchos que se dicen sus respectivos portavoces.
Finalmente, el viento de la opini¨®n p¨²blica parece estar empezando a virar, en forma ya tan claramente perceptible como novedosa, en el siempre embarullado y debatido tema de la forma deseable para nuestro Estado. Una cuarta parte (26%) sigue varada en la a?oranza de un Estado unitario, sin comunidades aut¨®nomas. Una proporci¨®n id¨¦ntica (25%) apuesta por un Estado de las Autonom¨ªas como el actual. Y ¡ªesta es la novedad¡ª un porcentaje ya muy cercano (21%) opta por un Estado federal, algo por lo que en estos ¨²ltimos a?os se inclinaba apenas el 10%. Tiende a decaer, en cambio, el apoyo a una ampliaci¨®n de las actuales competencias auton¨®micas, y se mantienen en torno al 10% ¡ªen el conjunto de la poblaci¨®n espa?ola¡ª los que se definen independentistas.
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