Cuando decid¨ª salir del Gobierno
A finales de 2008 Solbes considera agotada su ¡°larga paciencia¡± tras perder la batalla por el control del d¨¦ficit As¨ª lo recuerda el exministro en sus memorias 'Recuerdos' (Deusto)
Aunque he sido siempre, y lo sigo siendo, defensor del l¨ªmite del 3% del d¨¦ficit p¨²blico, ten¨ªa claro que no era un dogma y que ten¨ªamos que aprovechar los m¨¢rgenes de flexibilidad que contemplaba el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Sin embargo, no me sent¨ªa c¨®modo con la interpretaci¨®n que algunos hac¨ªan, y entre ellos estaba el presidente del Gobierno, de que en una situaci¨®n tan excepcional como la que est¨¢bamos viviendo [en 2008] y con una deuda p¨²blica por debajo del 40% nos pod¨ªamos permitir una especie de barra libre fiscal.
Mi obsesi¨®n en ese momento, y en ello insist¨ªa a Zapatero, era dise?ar un paquete de medidas de naturaleza temporal que fueran compatibles con el plan de salida de esa situaci¨®n coyuntural de d¨¦ficit y que nos permitieran recuperar la estabilidad presupuestaria en el medio plazo y garantizar la sostenibilidad de nuestras finanzas p¨²blicas en el largo plazo. Si gener¨¢bamos una situaci¨®n de d¨¦ficit insostenible, tendr¨ªa efectos en nuestra financiaci¨®n y volver¨ªamos a situaciones parecidas a las que ya hab¨ªa vivido en 1994-1995. El presidente del Gobierno no compart¨ªa esa preocupaci¨®n y defend¨ªa que recuperar el crecimiento era la prioridad y que todav¨ªa ten¨ªamos margen para seguir utilizando el gasto p¨²blico como instrumento para impulsar la actividad econ¨®mica.
Sus tesis encajaban con una visi¨®n que encontrar¨ªa eco internacional en la cumbre que el G-20 celebr¨® en Washington el 15 de noviembre de 2008. El FMI propuso en la reuni¨®n de Washington que se destinaran 1,2 billones de d¨®lares, el 2% del PIB mundial, a poner en marcha acciones para reactivar la econom¨ªa mediante la inyecci¨®n de dinero p¨²blico.
Era todo cuanto necesitaba Zapatero para orillar definitivamente mis advertencias sobre los riesgos del d¨¦ficit p¨²blico y la necesidad de defender la estabilidad presupuestaria que tanto esfuerzo nos hab¨ªa costado conseguir. Zapatero volvi¨® de Washington convencido de que ¨¦l ten¨ªa raz¨®n frente a mi postura que siempre hab¨ªa considerado excesivamente prudente. Ahora hac¨ªan falta medidas audaces, y Zapatero asumi¨® su puesta en marcha con una actitud cada vez m¨¢s desconfiada hacia m¨ª y hacia la interpretaci¨®n de la situaci¨®n que se hac¨ªa desde el Ministerio de Econom¨ªa y Hacienda. Volvimos, pues, de Washington, con la instrucci¨®n de poner en marcha un macroplan de inversi¨®n p¨²blica, a trav¨¦s de los Ayuntamientos.
El Consejo de Ministros del 28 de noviembre aprob¨® la creaci¨®n del Fondo de Inversi¨®n Municipal para la realizaci¨®n de actuaciones urgentes especialmente generadoras de empleo. El fondo estaba dotado con 8.000 millones de euros (el Plan E).
El presidente ten¨ªa su propia visi¨®n de la crisis y su hoja de ruta no coincid¨ªa con la m¨ªa. Yo era un ministro inc¨®modo
La puesta en marcha de esta medida abri¨® todav¨ªa m¨¢s la brecha que me separaba del presidente del Gobierno y mi distanciamiento con ¨¦l empez¨® a adquirir tintes irreversibles. Discut¨ª con ¨¦l, tanto la dotaci¨®n del fondo como su duraci¨®n. Creo que ante mi matizado entusiasmo Zapatero decidi¨® que fuera el Ministerio de Administraciones P¨²blicas el que coordinara las actuaciones del fondo.
De acuerdo con el Banco de Espa?a, si el impulso fiscal en 2008 hab¨ªa sido de algo m¨¢s de 18.000 millones de euros, en 2009 lo incrementamos a 22.000. De ellos, 14.000 se realizaban v¨ªa ingresos y eran en gran medida consecuencia de decisiones anteriores, con 8.000 millones de impacto permanente y 6.300 de impacto temporal.
Desde noviembre de 2008 era ya evidente que la situaci¨®n econ¨®mica segu¨ªa empeorando y era urgente actuar. Mantuvimos varias reuniones con Moncloa, algunas a solas con el presidente y otras con varios participantes. Le expliqu¨¦ mi visi¨®n con enorme preocupaci¨®n. Le se?al¨¦ que un pa¨ªs como Espa?a no pod¨ªa permitirse ir m¨¢s lejos en t¨¦rminos de d¨¦ficit o deuda p¨²blica porque empezamos a generar desconfianza sobre la sostenibilidad de nuestras finanzas p¨²blicas y sobre nuestras posibilidades de recuperaci¨®n, algo que empezaba a intuirse en los mercados. Tambi¨¦n subray¨¦ que la econom¨ªa espa?ola se enfrentaba a una profunda recesi¨®n y que as¨ª lo ¨ªbamos a reconocer en la revisi¨®n del Programa de Estabilidad.
En todo caso percib¨ª en aquellas reuniones que est¨¢bamos en un momento cr¨ªtico y en estos meses mi, por lo general, larga paciencia, hab¨ªa llegado al l¨ªmite. Tuve siempre muy claro que cuando uno ocupa un puesto p¨²blico, en teor¨ªa, puede marcharse en cualquier momento y conseguir el impacto p¨²blico que puede implicar una dimisi¨®n, pero esa decisi¨®n puede tomarse solo una vez, y hay que valorar tambi¨¦n los posibles da?os. En la anterior legislatura pens¨¦ en hacerlo en un par o tres de ocasiones y siempre llegaba a la conclusi¨®n de que era mejor aguantar, pues la salida pod¨ªa resultar personalmente satisfactoria, pero no resolv¨ªa ning¨²n problema.
A finales de a?o, pasados nueve meses desde las elecciones, estaba ya totalmente convencido de que la idea por la que decid¨ª ir a las mismas, que mi presencia en el Gobierno pudiera ser ¨²til para ayudar a resolver la crisis, no era correcta. El presidente ten¨ªa su propia visi¨®n de la crisis y su hoja de ruta y no coincid¨ªa con la m¨ªa. Yo era un miembro del Gobierno inc¨®modo para ¨¦l y la situaci¨®n era, cada vez, m¨¢s enojosa para m¨ª ya que, por lealtad, ten¨ªa que apoyar una pol¨ªtica y unas medidas con las que en no pocas ocasiones estaba en desacuerdo. Hab¨ªa llegado el momento de aclarar las cosas y decidir de una vez para siempre si val¨ªa la pena quedarse o no. Las vacaciones de Navidad eran un buen momento de reflexi¨®n as¨ª que le se?al¨¦ al presidente que le presentar¨ªa unas propuestas despu¨¦s de las vacaciones y que si est¨¢bamos de acuerdo con el diagn¨®stico y sobre todo con las medidas a adoptar estaba dispuesto a quedarme pero que en otro caso prefer¨ªa marcharme.
Al final le entregu¨¦ a primeros de enero un documento titulado Una estrategia para la recuperaci¨®n de la econom¨ªa espa?ola. En el documento, de fecha 8 de enero de 2009, se llevaba a cabo un an¨¢lisis de la econom¨ªa espa?ola en los ¨²ltimos a?os, y se destacaban los desequilibrios generados, todos relacionados entre s¨ª. Se resum¨ªan tambi¨¦n las actuaciones del Gobierno desde 2004 para hacer frente a esa situaci¨®n. En mi opini¨®n, deber¨ªa insistirse en las reformas estructurales.
La respuesta de pol¨ªtica econ¨®mica exig¨ªa, para recuperar la competitividad y dinamizar el crecimiento de la productividad, un proceso de ajuste con los siguientes elementos fundamentales: reducir nuestros niveles de endeudamiento y de d¨¦ficit exterior, lo que supondr¨ªa trasvase de ciertos sectores productivos a otros (cobrando especial importancia el sector exterior), recuperar de manera r¨¢pida al menos parte de la competitividad perdida desde 1999 (consecuencia tanto de presiones de demanda como de factores estructurales en la formaci¨®n de precios y salarios). Al no poder recurrir a la devaluaci¨®n como se hab¨ªa hecho en el pasado, era necesaria una flexibilidad suficiente en los precios y salarios relativos, creciendo menos que los de nuestros competidores. Hab¨ªa igualmente que mejorar el funcionamiento de los mercados de productos y factores, incluida una moderaci¨®n salarial y un menor crecimiento de precios y m¨¢rgenes empresariales. Y todo ello en un marco de finanzas p¨²blicas sostenibles a largo plazo. El presidente me se?al¨® que me dar¨ªa su opini¨®n en unos d¨ªas.
La respuesta de Zapatero lleg¨® a finales de enero: ¡°Pedro, este documento es inaceptable. Lo que propones lleva impl¨ªcitas dos huelgas generales¡±. Le se?al¨¦ que si no se llevaban adelante esas propuestas, no evitar¨ªamos la huelga general y se producir¨ªa en condiciones econ¨®micas y sociales mucho m¨¢s dif¨ªciles. La respuesta, no por esperada, me impact¨® menos. Interpret¨¦ sus palabras como una clara negativa a lo que yo le propon¨ªa y era evidente para m¨ª que desde ese momento mi presencia en el Gobierno pr¨¢cticamente hab¨ªa terminado; solo quedaba por definir el momento de esa salida y era consciente de que era a Zapatero al que le tocaba administrar los tiempos y decidir cu¨¢ndo hacer la crisis de Gobierno.
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