En defensa de la Constituci¨®n, reforma
Proponemos afrontar una reforma constitucional, no un proceso constituyente
Han pasado 35 a?os desde que los espa?oles decidimos las reglas con las que quer¨ªamos ordenar nuestra convivencia. Hoy es un buen d¨ªa para decir que aquella decisi¨®n fue un completo acierto. Un logro fruto de la voluntad colectiva de encontrar un punto de encuentro a partir de las opciones que leg¨ªtimamente nos diferencian.
Nunca en nuestra historia una Constituci¨®n dur¨® tanto. Nunca en nuestra historia una Constituci¨®n ha dado tantos resultados positivos: con ella conquistamos la democracia, con ella hemos conocido el bienestar, el progreso, la protecci¨®n social, un conjunto riqu¨ªsimo de derechos y libertades; con ella hemos tenido un proyecto colectivo que, al tiempo, ha permitido el reconocimiento de identidades diferentes.
Pero el mundo cambi¨®. Nuevas realidades, nuevos compromisos, nuevas amenazas, nuevas oportunidades¡ han sobrepasado las previsiones que formulamos hace 35 a?os. Ahora, ese cambio se ha acelerado. Desde 2008, un vendaval azota la econom¨ªa internacional, y tambi¨¦n la espa?ola, con una intensidad que ha desbordado todas las previsiones y ha puesto en evidencia las limitaciones de algunas normas b¨¢sicas de nuestra convivencia: en el mundo, en Europa y tambi¨¦n en Espa?a.
Proponemos afrontar una reforma constitucional, no un proceso constituyente
Los grandes cambios que vive nuestro pa¨ªs, en parte como consecuencia de la crisis, deben tener su reflejo en la Ley Fundamental. Igual que los espa?oles de mi generaci¨®n tuvimos la posibilidad de votar las reglas fundamentales de nuestra convivencia, ese 60% de espa?oles que no pudo votar la Constituci¨®n porque era demasiado joven para hacerlo o porque naci¨® tras ella, deber¨ªa tener la oportunidad de definir qu¨¦ cambios hemos de introducir para que la Constituci¨®n siga incluyendo unos valores compartidos por la gran mayor¨ªa.
En algunos casos, esos cambios tendr¨ªan que recoger todo lo que hemos aprendido a lo largo de estos ¨²ltimos 35 a?os. Ser¨ªa conveniente, desde luego, incorporar las garant¨ªas debidas para que nuestro Estado del bienestar mantuviera cotas de dignidad acordes con ese nombre, incluso en tiempos de crisis. La sanidad debiera integrarse en el cap¨ªtulo de derechos fundamentales de la Constituci¨®n. Como deben incluirse en la misma nuestro sistema de servicios sociales y los avances que en materia de familia y de igualdad de derechos entre hombres y mujeres hemos desarrollado en este tiempo.
La reforma de la Constituci¨®n deber¨ªa permitir, tambi¨¦n, cambios en el sistema pol¨ªtico para hacer frente a la crisis actual de nuestra democracia representativa. Me refiero al sistema electoral, cuya constitucionalizaci¨®n ¡ªpor ejemplo, la inclusi¨®n en el actual texto de la provincia como obligada circunscripci¨®n electoral¡ª dificulta alguna de sus posibles reformas. O a la insuficiente regulaci¨®n de los partidos pol¨ªticos.
Finalmente, la reforma constitucional habr¨ªa de incluir las modificaciones necesarias para abordar la crisis territorial que vivimos en la actualidad. No me cabe ninguna duda de que el Estado auton¨®mico ha sido uno de los grandes ¨¦xitos de la Constituci¨®n del 78. Ha permitido encauzar nuestro hist¨®rico debate territorial y ha propiciado el desarrollo social de muchas comunidades a las que el centralismo anterior hab¨ªa condenado a la miseria. Sin embargo, el Estado de las autonom¨ªas vive hoy dos tensiones contrapuestas, que no se anulan entre s¨ª. Antes bien, se suman. Tensiones derivadas de sus ineficacias, que permiten a algunos rememorar las viejas estructuras centralistas; y otras, de signo opuesto, que reflejan problemas de convivencia entre algunas comunidades, singularmente Catalu?a en estos momentos, y el resto de Espa?a, que est¨¢n siendo aprovechadas para reclamar la independencia por quienes creen que sus aspiraciones nacionales no tienen cabida si no es en el marco de un Estado propio.
Los que defendemos la Constituci¨®n debemos salir al paso de ambas tensiones, para seguir viviendo juntos en una Espa?a cuya fortaleza reside, entre otras cosas, en reconocernos como somos: diversos. Por eso proponemos la evoluci¨®n de nuestro Estado auton¨®mico en una direcci¨®n federal. Para incorporar a nuestro texto constitucional los preceptos que aseguren el respeto a la identidad de las distintas comunidades, a su lengua, a su historia y a sus instituciones. Para clarificar nuestro intrincado reparto competencial actual, origen de muchos de nuestros conflictos. Para convertir el Senado en una verdadera c¨¢mara territorial, perfilar mejor el sistema de financiaci¨®n y garantizar la cooperaci¨®n y la lealtad institucional necesarias en un Estado compuesto como ya es el nuestro. Y, por supuesto, para asegurar la igualdad de todos los espa?oles en el ejercicio de sus derechos sociales b¨¢sicos, hayan nacido donde hayan nacido. En suma, para incorporar rasgos que, con sus respectivas especificidades, pa¨ªses federales como Alemania o Austria recogen en sus constituciones.
Ignorar la necesidad de estos cambios no es defender la Constituci¨®n, sino facilitar su obsolescencia. Solo los imprudentes desprecian los riesgos que anuncian las grietas de su casa. Derribar las paredes y dinamitar los cimientos para arreglar esas grietas ser¨ªa tambi¨¦n una temeridad. Por eso proponemos afrontar una reforma constitucional, no abrir un proceso constituyente.
Rehusar cualquier intento de ofrecer una respuesta compartida a estas necesidades por miedo al fracaso equivale a desconfiar de la voluntad de entendimiento de los espa?oles, y despreciar la capacidad de los agentes pol¨ªticos para interpretar y respetar los intereses generales.
Los socialistas creemos que hay que actuar y que hay que hacerlo ya.
Estas que he expuesto en sus l¨ªneas generales son nuestras ideas. Sabemos que no ser¨¢n las ¨²nicas ni queremos que lo sean. Sabemos que no todas las propuestas que formulemos en cada uno de estos temas saldr¨¢n adelante. Sabemos que el resultado final ser¨¢ el que derive de un consenso amplio, mayoritario, compartido, fruto de renuncias rec¨ªprocas y de soluciones pactadas. Pero tambi¨¦n sabemos que la reforma dar¨¢ la oportunidad de iniciar un tiempo nuevo de cambios y de pactos, que la sociedad espa?ola est¨¢ reclamando.
Alfredo P¨¦rez Rubalcaba es secretario general del PSOE.
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