Rubalcaba: tiempos y posici¨®n
Parecer¨ªa que Alfredo P¨¦rez Rubalcaba, secretario general del partido socialista, tiene medidos los tiempos. Su experiencia le dicta una gran econom¨ªa de calendario y, al fin, en el Comit¨¦ Federal del PSOE ha conseguido el consenso sobre los procedimientos y las fechas para las convocatorias de primarias, donde se seleccionen los candidatos a la presidencia del Gobierno, a las Comunidades Aut¨®nomas y a los Ayuntamientos, dejando una puerta abierta para su alteraci¨®n, si as¨ª lo prefirieran las federaciones regionales competentes. Un observador a distancia concluir¨ªa que, despu¨¦s de la ¨²ltima Conferencia Pol¨ªtica de noviembre, Rubalcaba logra fijar un rumbo inteligible que pudiera permitir la salida del marasmo de las luchas intestinas para aplicarse a las tareas de oposici¨®n que por todas partes le reclaman. Algunos de los candidatables aprovecharon la oportunidad de la convocatoria para acercarse a las alcachofas y avivar sus ambig¨¹edades, y Carme Chac¨®n prefiri¨® la figura de inconformista, de animal pol¨ªtico rumiante entregado a tribulaciones y desconsuelos a distancia.
El secretario general del PSOE fija un rumbo para zanjar las luchas intestinas
Explica Georges Didi-Huberman en su libro Cuando las im¨¢genes toman posici¨®n (Antonio Machado Libros. Madrid, 2013) que para saber hay que tomar posici¨®n y que tomar posici¨®n requiere situarse dos veces. Primero, porque se trata de afrontar algo sin dejar de contar con todo aquello de lo que nos apartamos, es decir, con el fuera-de-campo que existe detr¨¢s de nosotros, condicionante de nuestro movimiento. Segundo, porque es preciso situarse en el tiempo, ya que tomar posici¨®n es desear, exigir algo, sobre el fondo de una temporalidad que nos precede, nos engloba, apela a nuestra memoria y lo hace incluso en nuestras tentativas de olvido, de ruptura, de novedad absoluta, de adanismo inaugural. En definitiva, que para saber, hay que saber lo que se quiere pero, tambi¨¦n, hay que saber d¨®nde se sit¨²an nuestro no-saber, nuestros miedos latentes y nuestros deseos inconscientes.
Y a?ade Huberman que para saber hay que contar por lo menos con dos resistencias: la que dicta nuestra voluntad de romper las barreras de la opini¨®n y la que dicta nuestra propensi¨®n ps¨ªquica a erigir otras barreras en el acceso a nuestro deseo de saber. Porque sucede que no sabemos nada en la inmersi¨®n pura, en el en s¨ª, en el mantillo del demasiado cerca. Tampoco sabemos nada en la abstracci¨®n pura, en la trascendencia altiva, en el cielo demasiado lejos. O sea, que para saber hay que tomar posici¨®n, lo cual supone moverse y asumir constantemente la responsabilidad de tal movimiento. Un movimiento que es tanto acercamiento como separaci¨®n. Acercamiento con reserva, separaci¨®n con deseo. Movimiento que supone un contacto, interrumpido, roto, imposible hasta el final.
Ya habr¨¢ deducido el lector avisado que este es el adiestramiento al que se entrega ahora la Comisi¨®n de Garant¨ªas del PSC y que mientras se despe?a el r¨ªo se est¨¢ secando la huerta, como dijo Pem¨¢n en El Divino impaciente.
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