No somos lo mismo
Ca?ete le¨ªa sin rubor, sin entonaci¨®n, sin ganas. Valenciano ten¨ªa que pelear contra su oponente y contra s¨ª misma
Los candidatos, l¨®gicamente exhaustos tras los m¨ªtines y la sucesi¨®n insensata de acuerdos, desacuerdos, suspensiones y aplazamientos, aparecieron en la pantalla poco frescos, como si los hubieran sacado del congelador dos horas antes. Y aunque cada uno ocupaba un extremo de la mesa, muchos espectadores los ve¨ªamos enredados como dos trepadoras vecinas. Un juicio previo consecuente a ese sinf¨ªn de negaciones: No somos lo mismo, hab¨ªan venido pregonando en los m¨ªtines. No somos lo mismo. No somos lo. No somos. No.
No eran lo mismo, excepto que Schulz, el candidato socialdem¨®crata a la presidencia de la Comisi¨®n Europea, cuya sombra advert¨ªamos detr¨¢s de Valenciano, gobernaba con Merkel. No eran lo mismo, excepto que Juncker, el candidato conservador, cuya silueta se dibujaba detr¨¢s de Ca?ete, hac¨ªa campa?a con un cartel de Merkel. No eran lo mismo, excepto que Gonz¨¢lez Pons hab¨ªa mostrado un tuit ¡ªno desmentido¡ª de Schulz apoyando las reformas de Rajoy. No eran lo mismo pese a que a la hora del debate nadie ignoraba el rumor ¡ªbastante fundado¡ª de que el PP y el PSOE podr¨ªan estar perge?ando un gobierno de concentraci¨®n para el futuro. No eran lo mismo, excepto que seg¨²n Willy Meyer, eurodiputado de IU, el PSOE y el PP ven¨ªan votando juntos en Europa en el 73% de los casos. La cifra se disparaba al 78% en asuntos de Justicia e Interior y al 81% en cuestiones de agricultura. En proyectos de pol¨ªtica exterior, coincid¨ªan en el 68% de las veces.
Ca?ete le¨ªa y le¨ªa sin rubor, sin entonaci¨®n, sin ganas
A quien m¨¢s da?o hac¨ªa la mismidad era a Valenciano, porque la mismidad en la izquierda tiene mala prensa. Valenciano intent¨® entonces no ser la misma, mientras que Ca?ete se ensimism¨®. Daba, en efecto, la impresi¨®n de que le costaba salir de s¨ª mismo. Nos encontr¨¢bamos ante un Ca?ete disminuido que se aferraba con manos temblorosas a los papeles, a los gr¨¢ficos, a los datos que le hab¨ªan proporcionado. Un Ca?ete que le¨ªa y le¨ªa sin rubor, sin entonaci¨®n, sin ganas. Un Ca?ete serio, casi asustado, con la seriedad y el susto de quien acabara de recibir un diagn¨®stico m¨¦dico alarmante. Un Ca?ete que, por primera vez desde que lo conocemos, no estaba c¨®modo en su cuerpo.
La lucha se presentaba desigual porque Valenciano, pensaba uno, ten¨ªa que pelear contra Ca?ete y contra s¨ª misma. Ca?ete no le present¨® problemas. Tal vez eso desarm¨® a la candidata, que hubo de pelearse con el formato que ella misma hab¨ªa pactado y que era un disparate, pues no estaban permitidas las interrupciones. Dos minutos de reloj para cada uno en los que resultaba imposible tanto el encuentro como el desencuentro.
No eran lo mismo, que es a lo que ¨ªbamos, y ah¨ª estaban, dispuestos a demostrarlo a la hora de las series de televisi¨®n, en un horario, pues, de m¨¢xima audiencia, bajo la cobertura que les daba una televisi¨®n p¨²blica en fase de desmantelamiento moral y econ¨®mico. Y bajo la batuta moderadora de Maria Casado, que reparti¨® el tiempo entre cinco bloques tem¨¢ticos, cinco asaltos, cabr¨ªa decir, que se ganar¨ªan o perder¨ªan a cara o cruz, quiz¨¢ a los puntos (el K. O. estaba fuera de toda posibilidad). El p¨²blico asistente, suponemos que irresoluto, reba?aba en el interior de su alma los restos de ingenuidad pol¨ªtica de que a¨²n dispon¨ªa para no parecer c¨ªnico delante de los hijos, que exig¨ªan el cambio de canal bajo la amenaza de retirarse a su habitaci¨®n (es un suponer) a masturbarse.
Valenciano ten¨ªa que pelear contra su oponente y contra s¨ª misma
Bueno, algo de onanismo desfallecido hab¨ªa tambi¨¦n en las intervenciones ordenadas y mortalmente aburridas de los contendientes. Significa que, pese a las apariencias, no interactuaban, si interactuar quiere decir lo que quiere decir. Tras la pausa, y quiz¨¢ por el consejo de sus asesores, hubo tal vez un par de minutos estimulantes, pero el antidebate comenz¨® enseguida a agonizar de nuevo. Hubo un momento en el que Valenciano, quiz¨¢ consciente de la pesadilla en la que se hab¨ªan instalado ella misma, Ca?ete y la moderadora, la pesadilla que estaban haciendo vivir a la audiencia, debi¨® de acordarse de que no eran lo mismo y solt¨® la frase: "Usted y yo no pensamos lo mismo".
Pero el problema era ese: la falta de pensamiento. Hab¨ªa pautas, s¨ª, y repeticiones, y lugares comunes, todos los lugares comunes que llevamos escuchando desde hace meses, a?os, pero el pensamiento brillaba por su ausencia. Como Europa, por cierto, que solo aparec¨ªa cuando se acordaban de s¨²bito de que estaban all¨ª para hablar de la Uni¨®n. Fue duro, muy duro, asistir a ese encuentro, o lo que quiera que fuese. Lo dej¨® a uno deprimido, hundido en la miseria, tirado en el sof¨¢, sin fuerzas para irse a la cama, como si se hubiera tomado una de las p¨ªldoras que daba la impresi¨®n de haberse metido Ca?ete y que tambi¨¦n le hicieron efecto, incre¨ªblemente, a Valenciano.
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