Estabilidad y cambio
Dos de las actividades m¨¢s dif¨ªciles en pol¨ªtica son el control de los tiempos y el delicado ajuste entre estabilidad y cambio
Dos de las actividades m¨¢s dif¨ªciles de realizar en pol¨ªtica son el control de los tiempos ¡ªcu¨¢ndo hacer o dejar de hacer algo¡ª y el delicado ajuste entre estabilidad y cambio; o sea, promover reformas sin remover las bases sobre las que se sustentan las instituciones y transita la pol¨ªtica ¡°normal¡±. En las ¨²ltimas d¨¦cadas hemos insistido tanto en la dimensi¨®n de la estabilidad, en los ¡°ahora no toca¡± y en la inmutabilidad del edificio constitucional, que es hasta casi natural que demos paso a lo contrario, a las propuestas de ponerlo todo en cuesti¨®n. El cambio ha sido reprimido durante tanto tiempo que ahora nos est¨¢ estallando en la cara ignorando los mecanismos de frenada. La ley del p¨¦ndulo.
El ¡°cambio¡±, cambiar, son las palabras m¨¢s sexis de la vida pol¨ªtica, aunque su sem¨¢ntica nunca est¨¦ clara. Vivimos en una sociedad sujeta al paroxismo de la novedad, algo que promueven activamente los medios de comunicaci¨®n y de lo que nos hemos contagiado todos. Pero, ?qu¨¦ de lo que se nos vende como nuevo lo es en realidad? No, desde luego, la disputa entre Monarqu¨ªa y Rep¨²blica, ya centenaria en nuestro pa¨ªs, o la eclosi¨®n de los nacionalismos con su vuelta a las fronteras y al calorcito de los v¨ªnculos primarios de una supuesta comunidad originaria perdida en la historia. M¨¢s banderas y emociones, m¨¢s ocasiones para discrepar, m¨¢s fracturas en nombre de lo aparentemente soterrado. El pasado se erige como la fuente de los conflictos del presente cuando lo que en realidad necesitamos son soluciones de futuro. Nos sobra ret¨®rica y nos faltan ideas. Destruir, separar y descalificar es lo f¨¢cil; construir y consensuar, lo dif¨ªcil. Y eso es lo que lamentablemente no se otea en el horizonte.
La pol¨ªtica de nuestros d¨ªas se ha dado la vuelta como un calcet¨ªn. Ya no puede regular por s¨ª sola la vida de un pa¨ªs; ni los Estados son lo que eran, ni las ideolog¨ªas tradicionales nos sirven para orientarnos en un mundo radicalmente transformado. Pero en vez de indagar en ello nos seguimos aferrando a los arquetipos, se?al inequ¨ªvoca de que el desconcierto y las emociones se est¨¢n imponiendo. El resultado obvio es el populismo, la aparici¨®n de orates que hablan en nombre del ¡°pueblo¡± y se?alan al culpable de sus muchos males, siempre alguna ¨¦lite perversa o un Estado opresor. La dial¨¦ctica del amo y el esclavo en clave del siglo XXI. Una nueva vuelta de tuerca en la infantilizaci¨®n de la pol¨ªtica.
Nos sobran l¨ªderes impecables a los que se les llena la boca hablando de ¡°justicia¡± o del destino de patrias insatisfechas y nos faltan pol¨ªticos honestos dispuestos a resolver los verdaderos problemas de la gente. Menos metaf¨ªsica y m¨¢s pol¨ªtica. De la de verdad, la que se sabe contingente, valora sus limitaciones y aun as¨ª no renuncia a ser valiente y a emprender los cambios necesarios sin prescindir de un paraca¨ªdas, de ese valor que ahora parece en desuso, una m¨ªnima estabilidad institucional.
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