Coronaci¨®n en el bar Merani
Las calles no han estado a tope. Hay quien no se pierde "el d¨ªa hist¨®rico" y quien lo ha visto por televisi¨®n
"Tranquila, no se parece en nada al Rey de Mal¨¦fica", Carmen tranquiliza a Chloe, de seis a?os, sobre las intenciones de Felipe VI. Son las nueve y media de la ma?ana y van a ver el desfile de la coronaci¨®n. "Esto pasa una vez en la vida y quiero que se acuerde", dice la madre. "?Y la reina nueva ir¨¢ con un vestido de princesa?", pregunta la ni?a. Con expectativas Disney, el look de la gran fiesta de monarqu¨ªa constitucional est¨¢ destinado a parecerle un poco rollo.
?ngela, profesora de instituto retirada, agradece la discreci¨®n. Ella tambi¨¦n ha optado por llevar con prudencia un peque?o pin republicano en la solapa. "Esto tambi¨¦n se paga con mis impuestos, as¨ª que vengo a disfrutarlo y a comprobar que van a ser comedidos", dice en la Plaza de Neptuno, a la que ha venido con su "pack del 15-M": un taburete plegable y una pamela contra el sol.
Su pin es una excepci¨®n. En la plaza reina el rojo y gualda. En banderitas (que regalan los voluntarios del Ayuntamiento y vende, pocas, por tres euros, un se?or de Bangladesh) y en banderones, que la gente lleva a modo de capa de superh¨¦roe espa?ol. Jes¨²s de Dios Orozco lleva los colores en la capa, el cuello y el gorro. Ha sido Guardia Real y ahora ense?a protocolo en la universidad. "Vengo a apoyar a la Monarqu¨ªa que nos ha dado 40 a?os de paz y de libertad y a demostrar mi confianza en Felipe VI; vengo a formar parte de un d¨ªa hist¨®rico, aunque para verlo, habr¨ªa sido mejor quedarme en casa y poner la tele".
Mucha gente debi¨® pensar lo mismo, porque ni Callao, ni Sol, ni Neptuno est¨¢n a tope. Aun as¨ª la polic¨ªa no deja pasar a una zona acordonada donde se ve mejor y hay espectadores pero cabr¨ªan muchos m¨¢s. "Agente, es que mi marido lleva all¨ª desde las ocho guard¨¢ndome el sitio". "Se?ora, que esto no es la cabalgata...", contesta el susodicho con una sonrisa.
La familia Crespo (cinco adultos, cinco ni?os) no piensa igual. "Nos hemos tra¨ªdo la escalera para ver a los Reyes, sirve para los magos y para estos", dicen. Tres ni?os se apelotonan en el ¨²ltimo escal¨®n y bromean con la gente que les pide subir pidi¨¦ndoles un euro a cambio. Su escalera es la ¨²nica manera de atisbar la entrada al Congreso, y la gente se consuela tirando fotos y saludando con las banderas a los dos helic¨®pteros que no paran de sobrevolar la plaza. Muchos llevan un auricular enganchado a la radio del m¨®vil y van retransmitiendo lo que pasa a escasos 100 metros.
"No se ve, pero se siente", dice Mar¨ªa Rosa Bolado D¨ªaz, que fue enfermera y conoci¨® al nuevo Rey cuando ten¨ªa cuatro a?os. "Era un trasto", dice. "Nada que ver con sus ni?as. Me maravilla como est¨¢n educadas, se nota que su madre se ocupa de ellas, es muy perfeccionista".
?Artur Mas se lleva varios "sinverg¨¹enza" y una pitada de la plaza?
As¨ª es la calle, una de cal, una de arena. Una de "esto es un d¨ªa hist¨®rico" otra de "ten¨ªan que haberlo organizado mejor y haber puesto altavoces". Para enterarse de lo que est¨¢ pasando dentro del congreso, una treintena de personas llenan el cercano bar Casa Merani y algunos se asoman a su pantalla desde fuera del escaparate. El due?o, peruano, est¨¢ acostumbrado, se le llena cada vez que hay una manifestaci¨®n. Francisco P¨¦rez ha llegado a las seis desde Alicante, para ver Madrid en un d¨ªa especial, y se r¨ªe de la iron¨ªa de acabar vi¨¦ndolo por la tele. Sin embargo, acaba emocionado. El nuevo Rey se pone a jurar la constituci¨®n y se hace un silencio total. "Shhhh...", pide la concurrencia cuando alguien pide un cortado. Solo con el ruido de la m¨¢quina de caf¨¦ de fondo Felipe VI jura en el bar Merani. Y cuando acaba, hay aplausos y vivas y alguna lagrimilla.
En la plaza de Callao s¨ª hay pantalla gigante, pero no mucho p¨²blico. Un par de asistentes llevan la voz cantante de los Viva Espa?a, Viva el Rey. La m¨¢s aplaudida es la Reina Sof¨ªa, por las se?oras. Lo m¨¢s chasqueado, la errata del subtitulado: ponen vital, con B, y encima, may¨²scula. El que sale m¨¢s escaldado, Artur Mas, que se lleva varios, "sinverg¨¹enza" y una pitada de la plaza cuando niega su aplauso al monarca. "Vete a tu pa¨ªs", le espeta un se?or. "Pap¨¢, por favor", le dice su hijo de unos diez a?os. "Vale, vale, ya paro, que es un d¨ªa de fiesta".
Fiesta sorpresa para algunos, como Ben y Stacey, que aterrizaron ayer de Nueva Zelanda y flipan con el parque m¨®vil de la puerta del Sol. "It's wonderful", dicen aunque se les ha chafado el d¨ªa de shopping. Hay tiendas cerradas, pero otras aprovechan el tir¨®n del evento. En Preciados, una tienda vende souvenirs: de un plato con la cara de Felipe y Letizia (16.50 euros) a un im¨¢n de nevera (3 euros). Aunque lo que m¨¢s ¨¦xito tiene es el p¨®ster de los nuevos reyes que han colgado fuera, junto al que lo pocos paseantes se hacen fotos (gratis) para recordar que ellos tambi¨¦n estuvieron el d¨ªa que fueron coronados.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.