La muerte adivinada de Martin Verfondern
La Guardia Civil halla el cuerpo del holand¨¦s que desapareci¨® hace cuatro a?os de un pueblo de Ourense. Antes de morir denunci¨® ser v¨ªctima del ¡°terrorismo rural¡±
La Interpol lo buscaba por el mundo, pero sus restos yac¨ªan a 12 kil¨®metros de casa en l¨ªnea recta y nadie fue capaz de darse cuenta en cuatro a?os y medio. Poco antes de que lo mataran viaj¨® a su pa¨ªs para contratar un seguro de vida y se dedic¨® a pertrechar su casa de c¨¢maras como si fuese un b¨²nker. Seg¨²n contaba a este diario cuatro meses antes de desaparecer, jam¨¢s sal¨ªa de su vivienda sin ¡°una grabadora de v¨ªdeo en posici¨®n stand by¡±, presta a rodar cualquier bronca, cualquier agresi¨®n que pudiera sufrir, para luego denunciarla en el juzgado. Dec¨ªa protegerse de algo que defin¨ªa como ¡°terrorismo rural¡±.
Martin Verfondern, nacido alem¨¢n, nacionalizado holand¨¦s y dispuesto a vivir y morir en Santoalla, un remoto, despoblado y arruinado pueblo de Pet¨ªn (Ourense) al que lleg¨® despu¨¦s de buscar por el mundo un para¨ªso ¡°libre de energ¨ªa nuclear¡±, se esfum¨® sin dejar rastro aparente el 19 de enero de 2010. Sus supuestos restos mortales yacen desde el s¨¢bado 21 extendidos y ordenados sobre la mesa de trabajo del forense Fernando Serrulla, al que le toca enfrentarse con buena parte de las historias truculentas en Galicia. A duras penas puede reconstruirse el 40% del esqueleto, el cr¨¢neo est¨¢ pr¨¢cticamente completo.
Verfondern era un pelirrojo obstinado de 52 a?os, dispuesto a enfrentarse a quien hiciera falta en el prop¨®sito de cumplir su sue?o de una vida en comuni¨®n con la naturaleza, tal y como ¨¦l la entend¨ªa, junto a su esposa, Margo Pool. Y con ese objetivo, seg¨²n denunci¨® a diestro y siniestro en sus ¨²ltimos meses, viv¨ªa inmerso en una guerra permanente con el poder local y tambi¨¦n con la ¨²nica familia nativa que quedaba, y queda, en el pueblo desde la ¨²ltima estampida masiva de la emigraci¨®n a Am¨¦rica. Santoalla do Monte era ya hace cuatro a?os y hoy todav¨ªa m¨¢s una desolada estampa de casas de pizarra que se desploman invadiendo las r¨²as de tierra cada vez que al tiempo, bastante malhumorado en invierno, le da por cabrearse.
En un extremo de este enclave apartado de casi todo vive un matrimonio anciano con dos de sus cuatro hijos varones. En otro, est¨¢n la casa y la tierra que compraron hace unos 16 a?os los holandeses. Al principio todos eran amigos. Los forasteros compart¨ªan mesa y mantel con los Rodr¨ªguez y reinaba una armon¨ªa que qued¨® retratada, como recuerda el alcalde socialista de Pet¨ªn, Miguel Bautista, en la escena de la matanza del cerdo del documental La Aldea: entre lo antiguo y lo nuevo, elaborado en 2000 por el cineasta Ignacio Vilar. El ¨²ltimo a?o, en cambio, Martin se afanaba en escribir el gui¨®n de otro filme, Escuela para sobrevivir en Santoalla, donde amenazaba con denunciar en clave de humor la tensi¨®n que reinaba en el lugar, los vertederos que cegaban el r¨ªo y el total abandono al que, dec¨ªa, condenaba a la localidad el Gobierno municipal.
Cuatro meses antes de desaparecer, jam¨¢s sal¨ªa de su vivienda sin ¡°una grabadora de v¨ªdeo en posici¨®n stand by¡±
La rivalidad con los vecinos, que seg¨²n Martin degener¨® en chirriante rencor, se origin¨® por la propiedad de los montes comunales. Los Verfondern reclamaron en los tribunales sus derechos sobre 500 hect¨¢reas. Sobre la madera de los pinos y tambi¨¦n sobre la fuerza del viento, despu¨¦s de que una e¨®lica prometiese unos 6.000 euros a los del pueblo por cada uno de los 25 molinos que quer¨ªa instalar.
La v¨ªctima dec¨ªa??protegerse de algo que defin¨ªa como ¡°terrorismo rural¡±
La ley, recuerda el regidor, dice que para ser comunero ¡°la chimenea tiene que echar humo al menos seis meses al a?o¡±. Y, en esas condiciones, en Santoalla solo hab¨ªa dos viviendas. El ambiente, supuestamente por esta causa, se volvi¨® irrespirable. Las dos familias cruzaron denuncias. Seg¨²n contaban los gallegos, ellos tambi¨¦n llevaban golpes. Efectivamente, existen v¨ªdeos grabados y difundidos por el propio Martin en los que se puede ver alguno de esos choques violentos, aunque se intuye que el holand¨¦s tambi¨¦n los provocaba.
A?pesar de lo mal que se llevaban, la familia natural de Pet¨ªn, interrogada en su d¨ªa por la Guardia Civil, siempre ha negado tajante tener algo que ver con la misteriosa ausencia del extranjero. Hoy, alguno de sus miembros todav¨ªa dice que, en el fondo, lo quer¨ªan.
La denuncia por la falta de Verfondern la present¨® un israel¨ª que aprend¨ªa en su casa agricultura biol¨®gica. Era uno m¨¢s entre las decenas de voluntarios internacionales, desde ejecutivos y abogados hasta profesores y libreros, que contactaban con la pareja por Internet para cambiar de vida por unos d¨ªas. Tras la desaparici¨®n de su pareja, Margo Pool, que el d¨ªa de los hechos declar¨® que estaba en Alemania (cuidando de un t¨ªo de Martin enfermo de alzheimer), no se plante¨® marchar de Santoalla. Sigue viviendo aislada cuando cae la nieve, cultiva la huerta y cr¨ªa su reba?o de cabras. Los animales le hacen compa?¨ªa mientras espera, con una calma que a muchos les cuesta comprender, noticias sobre su marido.
La que ahora ya se sabe viuda no suele llorar. Puede hacer c¨¢balas sobre las causas de la muerte de su esposo sin perder la compostura. Aunque en los primeros meses de ausencia se le quebraba la voz cuando confesaba que alguien le hab¨ªa venido con el cuento de que Martin podr¨ªa estar ¡°en Argentina, con otros alemanes, junto a otra mujer¡±. La idea de la traici¨®n s¨ª le empa?aba los ojos. Con el tiempo, y ante el fracaso de la orden de b¨²squeda internacional, se hizo firme en ella el convencimiento de que el holand¨¦s no era en absoluto errante, sino que el cad¨¢ver de aquel hombre empecinado segu¨ªa oculto en alg¨²n recodo de la imponente postal que se ve desde la carretera de Santoalla.
Los ¨²ltimos testigos de su existencia vieron al holand¨¦s enfilando esta rizada v¨ªa, pasada la rotonda de Pet¨ªn, despu¨¦s de hacer su compra en Lidl e intentar entrar en su Facebook ¡ªsin ¨¦xito porque fallaba la l¨ªnea¡ª en un cibercaf¨¦. Los amigos de Martin (en la comarca ten¨ªa unos cuantos) siempre hab¨ªan pedido que se peinasen las rutas de monta?a que part¨ªan desde el pueblo. Aseguran que con un coche como el de ¨¦l ¡°se puede llegar hasta Portugal sin ser visto¡±. La Polic¨ªa Judicial, por su parte, pensaba, y en esto acert¨®, que lo primero que aparecer¨ªa, bajo el agua o entre matorrales, ser¨ªa el coche, un Chevrolet Blazer ¨²nico en la comarca, aparatoso y destartalado. Este se?alar¨ªa en el retorcido paisaje de monta?a, cuajado de barrancos profundos y oscuros pantanos, el lugar en el que empezar a investigar lo que entonces todav¨ªa no se sab¨ªa si era accidente u homicidio.
Desde el pasado mi¨¦rcoles 18, la primera opci¨®n est¨¢ descartada. Dos guardias civiles que sobrevolaban la comarca de Valdeorras en labores de asistencia de un incendio forestal vislumbraron desde el helic¨®ptero una mancha extra?a en medio de un pinar del municipio de A Veiga, pr¨®ximo a Pet¨ªn. Se conoce que nadie hab¨ªa pasado por aquel punto del mapa durante todo este tiempo. Los agentes enseguida pensaron en Verfondern y en el mamotreto a manchas que conduc¨ªa, quiz¨¢s porque el propio forense Serrulla les hab¨ªa refrescado la memoria con una b¨²squeda que organiz¨® en marzo de este a?o, con resultado negativo, despu¨¦s de movilizar un s¨®nar y dos c¨¢maras especiales, geot¨¦rmica y de infrarrojos.?
A la ma?ana siguiente del hallazgo, los investigadores llegaron a pie a este lugar a 1.400 metros de altitud, conocido como Portela do Eixo. Y confirmaron al instante que aquel auto oxidado era el todoterreno verde claro, lijado en tiempos por su due?o para repintar, que hab¨ªan buscado hasta la saciedad con perros de rastreo, buzos, equipos de rescate de alta monta?a, partidas de voluntarios y cazadores de la zona.?
Curiosamente, durante estos a?os, la vista a¨¦rea del coche del labrador holand¨¦s hab¨ªa estado expuesta a ojos de quien fuese capaz de descubrirlo en el visor SigPac de im¨¢genes de sat¨¦lite; sobre un peque?o terreno de forma triangular limitado por dos cortafuegos y una de esas pistas de tierra que conectan con otras y llevan a todas partes ¡°sin ser visto¡±. Los guardas forestales explican que quien condujo hasta aquel lugar el Chevrolet conoc¨ªa bien el monte, sus usos y sus ritmos. En ese pinar no se da la caza, y los ¨¢rboles que hay all¨ª plantados son a¨²n muy j¨®venes. Podr¨ªa pasar todav¨ªa una d¨¦cada antes de que sus due?os pensasen en ir a talarlos.
El titular del juzgado mixto n¨²mero 2 de O Barco, Roberto Barba, empieza ahora desde el principio sus pesquisas sobre un suceso que ya se investig¨® en 2010 y que lleva dando que contar desde entonces a periodistas de varios pa¨ªses y rastreadores de misterios imposibles de desenredar. El juez, que ha declarado el secreto de sumario, afirma en un auto ¡°con rotundidad absoluta¡± que Verfondern muri¨® a manos de otras personas, y no hace otra cosa que buscarlas.
El holand¨¦s, socio de Amnist¨ªa Internacional, colaborador de un proyecto transfronterizo de agricultura ecol¨®gica, comparte espacio ahora en la unidad de Antropologia Forense del Instituto de Medicina Legal de Galicia (Ver¨ªn, Ourense) con el cad¨¢ver de un narco venezolano que apareci¨® congelado 11 d¨ªas antes, en un piso de Ponteareas (Pontevedra), con las piernas amputadas para que cupiese en el arc¨®n. A Serrulla ya lo apodan el Bones (Huesos) gallego, aunque se presenta en todas partes con su instrumental de siempre metido en el entra?able malet¨ªn que le regal¨® su padre al terminar la carrera. En sus recursos, m¨¢s bien escasos, nada tiene que ver con la serie estadounidense.
Es pr¨¢cticamente seguro que el esqueleto hallado en el pinar de A Veiga, compatible con el de un var¨®n de mediana edad y estatura aproximada a la de la v¨ªctima, es el de Verfondern, pero la confirmaci¨®n definitiva, si hay que esperar a la prueba de ADN, podr¨ªa llegar tras el verano. De todas formas, seg¨²n el protocolo, en estos casos lo primero que se hace es buscar radiograf¨ªas y fichas dentales fiables, que en esta ocasi¨®n quiz¨¢s aparezcan en Holanda o Alemania. Con ellas en la mano, un antrop¨®logo forense puede llegar a determinar en pocas horas la identidad sin margen de error. Hace cuatro a?os no hab¨ªa cuerpo del delito. Ahora est¨¢n el veh¨ªculo, el esqueleto devorado, el ordenador y otros enseres del difunto que aparecieron a poca distancia del coche junto a una fogata. Y los agentes de Criminal¨ªstica est¨¢n convencidos de que aparecer¨¢n huellas y de que quienes lo mataron ¡°no eran profesionales¡±.
M¨¢s que un crimen perfecto, como se le pod¨ªa considerar hasta ahora, el de Verfondern es un homicidio en el que los autores han tenido, simplemente, buena suerte. ¡°Creyeron que con quemar los asientos delanteros, donde es probable que hubiese sangre, borrar¨ªan todas las pistas¡±, comentan fuentes de la Guardia Civil en Ourense. ¡°Tambi¨¦n le prendieron fuego a una rueda y parte de la chapa, pero no funcion¨® porque el mal tiempo, puede que la nieve, apag¨® las llamas¡±. Los agentes atribuyen el traslado del coche y el cuerpo hasta este lugar solitario a ¡°al menos dos personas¡±. Creen que la segunda conduc¨ªa otro coche en el que huyeron luego. Desde aquel d¨ªa, los autores de la muerte adivinada de Martin Verfondern callan como tumbas. Pero la Guardia Civil est¨¢ convencida de que en el coche van a aparecer se?ales, y que ¡°en cuanto se concrete una prueba, alguno se va a derrumbar¡±.
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