El ¨²ltimo d¨ªa de Asunta
El juez reconstruye las horas finales de la ni?a y sit¨²a a sus padres en todas las escenas
La asfixia por sofocaci¨®n, con un objeto blando, ¡°no se produjo de forma r¨¢pida y constante, sino con interrupciones¡±. El juez que ha investigado el asesinato de Asunta, la ni?a de 12 a?os cuyo cad¨¢ver fue hallado en septiembre pasado en una pista forestal cercana a Santiago, sabe que la cr¨ªa se resisti¨® por determinadas hemorragias leves en los pulmones y el aparato digestivo que se hallaron durante la autopsia. Jos¨¦ Antonio V¨¢zquez Ta¨ªn, en el auto con el que se despide del caso y abre juicio oral, cree que los asesinos no pudieron acabar con ella de un tir¨®n porque Asunta, drogada con una sobredosis de Orfidal que le fue suministrado poco a poco, desde la comida, luch¨® semiinconsciente contra las intenciones de sus verdugos. Y esto a pesar de que uno de ellos, que llevaba guantes de l¨¢tex, la at¨® previamente de pies y manos. Los ¨²nicos imputados que ir¨¢n a juicio por este asesinato son sus padres adoptivos, Rosario Porto y Alfonso Basterra, y el instructor los sit¨²a a ambos, juntos, en todos los escenarios del crimen.
La mano del asesino que at¨® a Asunta logr¨® efectivamente no dejar ni rastro de su ADN sobre los nudos, pero fall¨® al escoger el cordel de la misma bobina que guardaban en el chal¨¦ de Teo (a seis kil¨®metros de Santiago), para dominar las matas de flores, los jardineros que daban un repaso a la finca de los abuelos dos veces al a?o. Los cabos hallados junto al cad¨¢ver, en la pista forestal donde fue abandonado en torno a las nueve de la tarde del 21 de septiembre, resultaron tener la misma ¡°composici¨®n qu¨ªmica y tintado¡± naranja que el descubierto por un guardia civil en la papelera de mimbre de la habitaci¨®n que hab¨ªa sido de la madre, Rosario Porto, en su infancia y que despu¨¦s fue ocupada por Asunta. La dram¨¢tica lucha por vivir de esa hija ejemplar que se convirti¨® en un estorbo para sus desquiciados padres se produjo entre las 18.33 y las 20.53 horas, momentos exactos de la desconexi¨®n y nueva conexi¨®n de la alarma en el chal¨¦ de la familia en Teo. ¡°Lo m¨¢s probable¡±, comenta el juez Ta¨ªn, ¡°es que la muerte se produjera en torno a las 19 horas¡±.
El juez instructor cree que fue el padre de la menor, Alfonso Basterra, quien se encarg¨® de atarla teniendo cuidado de enfundarse los guantes. En la habitaci¨®n hab¨ªa tambi¨¦n otro par, supuestamente para otro de los asesinos, pero esos aparecieron precintados. Nadie los us¨®. Adem¨¢s, la Guardia Civil encontr¨® la funda de dos mascarillas desechables 3M. Un indicio que apunta a la participaci¨®n de dos personas en el asesinato.
Aunque hay otro m¨¢s que el juez se?ala con insistencia: ¡°Dos agentes [de la polic¨ªa cient¨ªfica] que recorrieron toda la casa de rodillas no detectaron que la menor fuese arrastrada, luego alguien debi¨® de ayudar a Rosario a mover el cad¨¢ver¡±. Ella, la madre, no hab¨ªa tenido cuidado alguno en ponerse los guantes, comenta el juez Ta¨ªn, porque su ADN todav¨ªa fresco, junto al de su hija, estaba en un par de pa?uelos hallados junto al cabo de cuerda. Esa papelera es, en realidad, el punto de partida de toda la investigaci¨®n.
Despu¨¦s de comer todos juntos en el piso del padre en Santiago aquellos champi?ones en los que, supuestamente, se le empezaron a suministrar las pastillas machacadas de Orfidal, la ni?a regres¨® a la cercana vivienda que compart¨ªa con la madre y m¨¢s tarde, a las 18.18 horas, fue vista con Basterra esperando a Porto en las inmediaciones del garaje donde ella guardaba el Mercedes. En las c¨¢maras de seguridad no se ve al padre, tampoco en la que recoge la instant¨¢nea de la madre y su ni?a a bordo del coche verde, enfilando la salida hacia Teo. Ta¨ªn cree que Basterra se ocultaba en el ¨¢ngulo muerto del asiento de atr¨¢s.
Si fuese as¨ª, apoyar¨ªa los pies en una de las dos alfombrillas traseras que, presuntamente luego, tras la matanza, alguien hizo desaparecer para eliminar las manchas. Se sabe, por ese tramo intermedio que no alcanzan a cubrir las alfombrillas, que Asunta vomit¨® y orin¨® una vez muerta, ¡°por la l¨®gica relajaci¨®n de los esf¨ªnteres¡±, cuando fue trasladada a lo largo de cuatro kil¨®metros, oculta en el hueco entre las plazas, hasta el camino de tierra donde se hall¨® su cuerpo.
¡°Sin duda, alguien quiso asesinarla el 5 de julio¡±
La intrahistoria que subyace bajo este crimen es tan retorcida que supera los giros argumentales de cualquier follet¨ªn y conjuga, supuestamente, las pasiones m¨¢s bajas de una pareja rota desde primeros de 2013 pero unida por su mutua dependencia y una hija com¨²n que les molestaba a ambos. Es la hip¨®tesis que sostiene el juez: el asesinato de Asunta fue un siniestro c¨®ctel de intereses pecuniarios, despecho, celos, chantaje dom¨¦stico, ¡°dominaci¨®n psicol¨®gica y maltrato f¨ªsico espor¨¢dico¡± de Basterra hacia Porto.
Hay, adem¨¢s, seg¨²n los investigadores, visos de perversi¨®n sexual. Basterra habr¨ªa tratado de borrar archivos comprometedores de su port¨¢til, que apareci¨®, sorpresivamente, en el tercer registro de su piso. Este hecho prueba la complicidad de un tercero (porque los dos imputados est¨¢n en prisi¨®n) cuya identidad ha quedado desdibujada.
La muerte de Asunta resulta de un plan ¡°premeditado y gradual¡± ideado por sus padres de adopci¨®n, dice el juez, que ensayaron el crimen al menos en una ocasi¨®n anterior, o en dos. Ta¨ªn habla de una noche de julio y un d¨ªa de septiembre en el que Asunta falt¨® a clase y Basterra estuvo ¡°aireando armarios¡± en el chal¨¦ de Teo, justo en la misma semana en la que finalmente lograron matarla.
¡°No es posible dudar de que en la madrugada del 5 de julio alguien intent¨® asesinarla¡±, sentencia el instructor en el auto. Se refiere al descabellado episodio que luego la madre achac¨® a un supuesto intruso que se col¨® en su piso para atacarlas.
El crimen de la hija compartida, la ni?a que aparec¨ªa en clase de m¨²sica con apariencia de estar drogada, hubiera sido ¡°imposible sin la participaci¨®n o el consentimiento de ambos imputados¡±, concluye el juez Ta¨ªn. A la madre, ¡°sumisa¡± y ¡°siempre subyugada a Alfonso¡±, la muerte de la cr¨ªa le despejaba el camino a una vida m¨¢s despreocupada con su amante. Para el padre, ¡°dominante¡± y ¡°humillado¡± por la infidelidad, la desaparici¨®n de Asunta supon¨ªa la llave del chantaje para que su exmujer ¡°le asegurase el sustento econ¨®mico del que carece¡±, resume el magistrado acotando el posible m¨®vil.
Porto y Basterra, divorciados pero unidos, aprovecharon el verano para acostumbrarse a vivir sin su hija. Seg¨²n el testimonio de la madrina ¡ªque la cuidaba en Vilagarc¨ªa porque estaba ¡°tirada, sin que nadie le hiciera caso¡±¡ª, los padres, ambos en paro, pasaron casi mes y medio sin ir a verla. El juez asegura que Asunta ¡°pasaba d¨ªas, e incluso noches, sola¡±.
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