Los Pactos de la Moncloa y la fugacidad de Fuentes Quintana
En el paso del franquismo a la democracia se retorcieron pasados para poder avanzar en la reconciliaci¨®n
No es f¨¢cil encontrar en la peque?a historia de la Transici¨®n, ni quiz¨¢ en la mayor, un caso tan notable como el de Enrique Fuentes Quintana, que con apenas ocho meses de permanencia en un Gobierno, marcara tanto ¡ªall¨ª ha quedado, con tinta indeleble ¡ª?su paso por la pol¨ªtica. Tras las primeras elecciones de junio de 1977, Adolfo Su¨¢rez, aquel cuasi desconocido que tan pocas esperanzas hab¨ªa despertado, entendi¨® que aquella incipiente apertura hacia una democracia plena necesitaba una apertura econ¨®mica ¡ªhacia la modernidad, hacia Europa¡ª?de similar envergadura. Cre¨® la figura de un vicepresidente econ¨®mico, ni siquiera un ministro de Econom¨ªa hab¨ªa existido hasta entonces, y encarg¨® la tarea a un profesor universitario de renombre y pasado en absoluto revolucionario. Y en tan poco tiempo, desde el 5 de julio de 1977 al 23 de febrero de 1978, tuvo tiempo Fuentes Quintana de articular, entre otras cosas, los Pactos de la Moncloa, de obligado recuerdo cuando se escarba en aquellos turbulentos tiempos. Peque?a digresi¨®n: un 23 de febrero (1981) fue el golpe de Estado de Tejero, otro 23 de febrero (1983) anunciaba Miguel Boyer la expropiaci¨®n de Rumasa, y el 23 de febrero de 1984 ETA asesinaba al senador socialista Enrique Casas.
El terremoto pol¨ªtico de aquellos d¨ªas est¨¢ en la memoria ¡ªvivida o le¨ªda ¡ª?de todos los espa?oles. ?Pero qu¨¦ panorama econ¨®mico contemplaban los ciudadanos mientras se emprend¨ªan aquellas enormes reformas? Pues ve¨ªan ante s¨ª un desastre, una ruina, una calamidad. Veamos algunos datos para intentar objetivar aquel caos.
La crisis petrol¨ªfera mundial de 1973 fue devastadora en todo el mundo occidental y terrible para Espa?a, que importaba el 66% de la energ¨ªa. Los ¨²ltimos Gobiernos de Franco nada hicieron para solucionar el problema, confiados en una absurda entelequia, la pretendida ¡°tradicional amistad entre Espa?a y los pa¨ªses ¨¢rabes¡±. Para fraternidades estaba la OPEP: el barril de petr¨®leo pas¨® en 12 meses de 1,63 a 14 d¨®lares. Para los espa?oles: el litro de gasolina subi¨® de 7,8 c¨¦ntimos de euro (12,98 pesetas) a 20,4 c¨¦ntimos de euro (33,94 pesetas) de 1973 a 1977. No muy distinta fue la evoluci¨®n del gasoil.
LO QUE DIJO EL PA?S: Ante la salida del Gobierno de Enrique Fuentes Quintana
"La crisis abierta en el gobierno Su¨¢rez tras la dimisi¨®n irrevocable del vicepresidente econ¨®mico no debe ser minimizada. La decisi¨®n irrevocable (sic) del profesor Fuentes de abandonar la responsabilidad pol¨ªtica y la defensa de su plan de reforma econ¨®mica amenaza a la realizaci¨®n del plan mismo (¡) Por los nombres de los nuevos ministros, lo que se ha podido saber entre pasillos y la evidencia de la situaci¨®n, la crisis supone un giro pol¨ªtico a la derecha del Gabinete, una intensificaci¨®n del color ucedista del Gobierno y un reforzamiento pol¨ªtico de la figura y el papel de los amigos personales del presidente Su¨¢rez. Las fricciones y dificultades con las que tropez¨® el se?or Fuentes no ten¨ªan un origen exclusiva ni primordialmente t¨¦cnico (¡) La intervenci¨®n progresiva de Fernando Abril en materias de pol¨ªtica econ¨®mica y la protesta creciente de sectores de UCD por lo que consideraban una pol¨ªtica que les restaba votos y credibilidad en el empresariado eran cuestiones previas al estallido de la pol¨¦mica con motivo del plan energ¨¦tico.
Las presiones del sector financiero motivadas por la reforma del sistema y las manifestaciones del ala m¨¢s conservadora del empresariado, junto a las maniobras para formar la gran derecha al margen de UCD, asustaron sin duda a los cuadros pol¨ªticos del partido y al propio Su¨¢rez. Y sin embargo ¨¦ste parece haber pretendido evitar hasta el final la marcha de su vicepresidente econ¨®mico, con el que se solidarizaba en p¨²blico hace s¨®lo unos d¨ªas, pero al que no le allanaba el camino de la acci¨®n.
La crisis se ha resuelto as¨ª con la ca¨ªda del protagonista de la pol¨ªtica econ¨®mica de Su¨¢rez y una amenaza coherente de un cambio de signo hacia una pol¨ªtica expansionista. Sin duda la permanencia de Fern¨¢ndez Ord¨®?ez significa un intento de continuidad del plan y la presencia de un islote gubernamental con un tono m¨ªnimamente progresista. Pero la direcci¨®n de la econom¨ªa cambia de manos y al ministro de Hacienda ya le bastar¨¢ con defender la reforma fiscal¡±.
(Editorial del 25 de octubre de 1978).
El paro alcanz¨® en 1977 el 5,7%, y subi¨® hasta el 7,6 al a?o siguiente. Se super¨® por primera vez en la historia el list¨®n del mill¨®n de parados. Cifras rid¨ªculas hoy, por supuesto, pero preocupantes entonces, sobre todo porque la progresi¨®n era espectacular.
La deuda exterior acumula 14.000 millones de d¨®lares entre 1973 y 1977, un importe que superaba el triple de las reservas de oro y divisas del Banco de Espa?a. De nuevo la comparaci¨®n odiosa. Hoy, 2014, la deuda exterior es de 1,67 billones de euros, el 163% del PIB. Pero ese es otro cantar¡
Por ¨²ltimo, para no alargar en exceso estos trazos, la inflaci¨®n se mov¨ªa en niveles ¡ªahora s¨ª¡ª?inimaginables: del 20% de 1976 se pas¨® a mediados de 1977 al 44%. Para un mejor entendimiento del dato, el promedio de los pa¨ªses de la OCDE estaba en el 10%. Era habitual que los bancos aplicaran un inter¨¦s cercano a ese 20% a los pr¨¦stamos a particulares para adquirir un coche o una casa.
Hay que sumar a todo ello que no exist¨ªa una Hacienda que de verdad recaudara impuestos para sostener el Estado. Los capitales se iban y nadie cumpl¨ªa con unas obligaciones fiscales rid¨ªculas. Al tiempo, la conflictividad laboral estallaba por todas partes para intentar romper las costuras de un r¨¦gimen todav¨ªa atado a las leyes franquistas, tan restrictivas con las libertades m¨ªnimas de asociaci¨®n sindical o manifestaci¨®n, por no hablar del derecho a la huelga. Era, en definitiva, un r¨¦gimen econ¨®mico arcaico para intentar integrarse en Europa, basado, adem¨¢s, en la pura represi¨®n de las reivindicaciones laborales, cada vez m¨¢s apremiantes, consecuencia l¨®gica de esos datos econ¨®micos que antes cit¨¢bamos.
As¨ª que aquel primer Gobierno salido de las urnas no tuvo m¨¢s remedio, si quer¨ªa sobrevivir, que encarar de frente la cat¨¢strofe que amenazaba con dejar en puras ruinas lo poquito construido. Dec¨ªamos que para ello sit¨²a Adolfo Su¨¢rez a Enrique Fuentes Quintana en la vicepresidencia econ¨®mica. Lo primero, como reconoci¨® Fuentes, fue quitarse de encima al ministro de Hacienda del Gobierno de Carlos Arias Navarro, Juan Miguel Villar Mir, a quien consideraba un desastre y de quien no se fiaba ni un pelo. Como la vida es breve y complicada, es el mismo Villar Mir que 30 a?os despu¨¦s tan generosamente llenaba las arcas del PP con suculentas entregas al hoy conocido recluso de Soto del Real, Luis B¨¢rcenas Guti¨¦rrez. En su lugar se nombr¨® a Francisco Fern¨¢ndez Ord¨®?ez.
Todav¨ªa tuvo Fuentes que vencer algunos importantes obst¨¢culos, fuera y dentro del Gobierno, incluido el escepticismo de Su¨¢rez, m¨¢s proclive a buscar un empr¨¦stito a bajo inter¨¦s como soluci¨®n a la crisis, para poner en marcha la ¨²nica salida que entrevi¨® para salvar al pa¨ªs del desastre: el consenso. Ese resquicio implicaba poner de acuerdo a todos los partidos pol¨ªticos en que se responsabilizaran, el primero el Gobierno, en unos m¨ªnimos que acabaran con aquella hemorragia que arrastraba al precipicio a la debil¨ªsima democracia. La tarea parec¨ªa imposible, tal y como les hemos ido contando:?un Ej¨¦rcito que se negaba a los cambios y amenazaba con golpes de Estado, una Iglesia remolona con la modernizaci¨®n de la sociedad, una violencia terrible con centenares de muertos¡ y algunos partidos todav¨ªa dominados por los sectores m¨¢s extremistas. Por si eran pocos los problemas, hab¨ªa que contar con unos sindicatos de legalidad reci¨¦n estrenada, porque todos eran conscientes de que sin la aprobaci¨®n de los trabajadores nada ser¨ªa posible: aunque no estamparan su firma en aquellos acuerdos, hab¨ªa que conseguir que dieran su aprobaci¨®n, aunque fuera ¡ªcomo ocurri¨®¡ª?a rega?adientes. Eran las ¨¦pocas, adem¨¢s ¡ªimposible explicar aqu¨ª por qu¨¦¡ª?, de los enfrentamientos feroces entre UGT y CCOO.
Pues a pesar de todo ello, millones de problemas uno tras otro, se logr¨® el acuerdo, y los pactos se firmaron, de forma solemne, en el Palacio de la Moncloa en octubre de 1977. Poco despu¨¦s, Fraga se descuelga del acuerdo. Si los partidos de la oposici¨®n hab¨ªan puesto su firma en aquellos documentos porque se aprobaban, al tiempo, una serie de medidas para implantar las libertades que entonces a¨²n faltaban ¡ªreforma econ¨®mica, s¨ª, pero tambi¨¦n pol¨ªtica¡ª?el l¨ªder de AP, el nombre de entonces del Partido Popular de hoy, Manuel Fraga ¡ªVitoria, Montejurra, ¡°La calle es m¨ªa¡±¡ª?todav¨ªa no aceptaba la democracia como tal.
El texto ¨ªntegro, 40 p¨¢ginas, de los Pactos de la Moncloa?era, en realidad, todo un plan econ¨®mico de muy largo alcance (reforma fiscal, control de gasto p¨²blico, pol¨ªtica de urbanismo, suelo y vivienda¡ reforma de la seguridad social y del sistema financiero, pol¨ªtica energ¨¦tica), que hubiera necesitado para su cumplimiento una estabilidad pol¨ªtica posterior de la que careci¨® el pa¨ªs. Pero solo con la implantaci¨®n de las medidas inmediatas que se propon¨ªan, con la reforma fiscal en primer plano, ya se logr¨® mucho.
?nase a ello lo que significaron los cambios pol¨ªticos que all¨ª se firmaron, con acuerdos tan inauditos para la mentalidad de hoy como la despenalizaci¨®n del adulterio y el amancebamiento. Se quer¨ªa acabar con este art¨ªculo del C¨®digo Penal que castigaba el primero de los supuestos: ¡°El adulterio ser¨¢ castigado con la pena de prisi¨®n menor. Cometen adulterio la mujer casada que yace con var¨®n que no sea su marido, y el que yace con ella, sabiendo que es casada, aunque despu¨¦s se declare nulo el matrimonio¡±. Tambi¨¦n se acord¨® regularizar, y por tanto despenalizar, la expedici¨®n de anticonceptivos. Por no hablar de una modesta puesta al d¨ªa de las fuerzas de orden p¨²blico, etc¨¦tera. Hay que recordar que en aquel momento todav¨ªa no hab¨ªa Constituci¨®n, que no llegar¨ªa hasta un a?o despu¨¦s, por lo que fue la primera vez que se ensay¨® un cambio pol¨ªtico con el acuerdo de la oposici¨®n, un magn¨ªfico entrenamiento para las posteriores dosis de consenso que hicieron viable la Constituci¨®n de 1978 que a¨²n rige nuestra convivencia.
A que los pactos alcanzaran sus objetivos colaboraron tambi¨¦n los sindicatos ¡ªmuchos de sus dirigentes reci¨¦n salidos de la c¨¢rcel, como Marcelino Camacho, el l¨ªder de Comisiones Obreras- que aceptaron medidas muy duras de congelaci¨®n o reducci¨®n salarial, y que finalmente, en los primeros a?os ochenta, firmaron importantes acuerdos marco con las patronales. Fuentes Quintana sab¨ªa de las dificultades y trat¨® de repartir las cargas, pero poco le dur¨® el impulso regeneracionista a la derecha que hab¨ªa aceptado los Pactos, que enseguida vio ¡ªal igual que la CEOE¡ª?que el cumplimiento real de aquellos Pactos pon¨ªa en peligro sus privilegios. Salta del Gobierno Fuentes Quintana apenas cuatro meses despu¨¦s, y el ala m¨¢s derechista de UCD vuelve a hacerse con los mandos. La ¨²nica excepci¨®n, Francisco Fern¨¢ndez Ord¨®?ez, al que dejan acabar ¡ªcomo ya vimos¡ª la reforma fiscal.
Contaba Fuentes Quintana en una entrevista a Carlos S¨¢nchez, en 2002, que lo primero que iba a hacer cuando llegara al cielo ¡ªmuri¨® en 2007, v¨ªctima del alzh¨¦imer¡ª?era ¡°presentar a San Pedro un gr¨¢fico para demostrarle que gracias a los Pactos de la Moncloa la inflaci¨®n espa?ola pas¨® del 40% de mediados del a?o 77 hasta el 2% en 1998, lo que permiti¨® a este pa¨ªs formar parte del euro desde el primer d¨ªa¡±.
Paso fugaz el de Fuentes Quintana. Pero perdurable.
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