Descontrol
El ¨¦bola y las tarjetas b han sacado la cuesti¨®n catalana del primer plano
La irrupci¨®n imprevista de acontecimientos extraordinarios posee la capacidad de transformar la agenda p¨²blica. Acabamos de verlo una vez m¨¢s con el formidable impacto que est¨¢n tendiendo dos hechos cruciales: el esc¨¢ndalo de las tarjetas b de Bankia y el brote del ¨¦bola en la paciente ceroespa?ola. Como es l¨®gico, inmediatamente se ha desatado la epidemiolog¨ªa del alarmismo medi¨¢tico. Y en seguida el an¨¢lisis politizado se ha apresurado a calcular sus probables consecuencias electorales: pasto para Podemos, hundimiento del PP y oportunidad de una cierta recuperaci¨®n para el PSOE de S¨¢nchez.
Pero tambi¨¦n convendr¨ªa destacar otro efecto no menos interesante aunque menos advertido: y es que la doble irrupci¨®n del ¨¦bola y las tarjetas b ha hecho desaparecer la cuesti¨®n catalana del primer plano de la actualidad. Y eso justo cuando en la pel¨ªcula de los hechos programada por los guionistas del secesionismo nos acerc¨¢bamos a la hora de la verdad: el ansiado desenlace de la trama, que habr¨ªa de resolver en un sentido u otro (autodeterminaci¨®n o martirologio) la tensi¨®n del suspense artificialmente creado. Pues bien, puede decirse que el intento de monopolizar la agenda p¨²blica espa?ola con el proceso de secesi¨®n.cat ha terminado fracasando.
Y eso no s¨®lo por las propias contradicciones de su elenco protagonista (dadas las divisiones irreconciliables entre CiU y ERC) sino por la p¨¦rdida de credibilidad del proceso, comparado con la magnitud que revisten el esc¨¢ndalo de las tarjetas y la eclosi¨®n del ¨¦bola. Al lado del inequ¨ªvoco principio de realidad que aportan estos dos hechos grav¨ªsimos, el proceso catal¨¢n queda reducido a lo que verdaderamente es: una ficci¨®n escenogr¨¢fica que encandil¨® a sus espectadores participantes pero que ahora s¨®lo produce incredulidad, amenazando con caer en ese soberano rid¨ªculo contra el que alert¨® Mas.
Volvamos, pues, a la dura realidad de la corrupci¨®n y el fracaso sanitario. ?C¨®mo ha podido ocurrir algo as¨ª? Los diferentes factores que lo explican son muchos en ambos casos, pero hay un com¨²n denominador entre ellos que quiero subrayar aqu¨ª. Y es la falta del necesario control que deber¨ªan haber ejercido de oficio las autoridades p¨²blicas. Las direcciones de las cajas de ahorros repart¨ªan a su libre albedr¨ªo jugosas recompensas sin control externo alguno. Y lo mismo hicieron los responsables pol¨ªticos de la sanidad espa?ola y madrile?a cuando decidieron por electoralismo repatriar a dos misioneros moribundos sin adoptar las suficientes medidas de control.
Pero este com¨²n defecto originario resulta tambi¨¦n extensible al resto de casos de corrupci¨®n (B¨¢rcenas, los ERE, el Palau, la famiglia Pujol, el padrino del SOMA, etc.) y de fallo multiorg¨¢nico por dis-funci¨®n deficiente que afecta a todos nuestros servicios p¨²blicos (justicia, sanidad, ense?anza, instituciones locales), brutalmente sometidos a una extrema politizaci¨®n partidista. Pues el problema no es s¨®lo la mercenaria pasarela entre la pol¨ªtica y los negocios, revelada por la corrupci¨®n y las privatizaciones, sino tambi¨¦n la otra puerta giratoria que hay entre los pol¨ªticos que okupan las instituciones y los cuerpos de altos cargos de la administraci¨®n. Aqu¨ª todo ocurre sin control porque los interventores, los reguladores y los altos funcionarios est¨¢n sometidos al arbitrio discrecional de nuestros sectarios gobernantes.
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