Esperando la tercera v¨ªa
El conflicto de Catalu?a destila un fuerte tufo a masculinismo pol¨ªtico primario
Ya ha pasado el esperado 10-M y se detecta m¨¢s de lo mismo, un PP enrocado en la Constituci¨®n y un soberanismo ansioso por pasar del acto c¨ªvico-pol¨ªtico a un refer¨¦ndum de verdad. Persiste la polarizaci¨®n entre la frialdad de lo legal y la emocionalidad de lo identitario. La racionalidad pol¨ªtica sigue ausente. Al menos aquella digna de tal nombre. Impera la otra, la puramente instrumental, m¨¢s atenta a recoger los esperables beneficios electorales y a no perder pie entre sus mariachis m¨¢s radicales que a resolver un problema de Estado. La partida se juega entre los dos extremos, el irredentismo nacionalista y el ya exasperante dolcefarniente de Rajoy. Lo curioso es que ambos se creen ganadores de la ¨²ltima prueba. Uno por haber movilizado a m¨¢s de dos millones de personas en un acto que era, de facto, de desobediencia civil; y el otro, por haber dejado en casa a casi dos tercios de los potencialmente llamados a votar. Y ambos se equivocan. Es muy probable que esa mayor¨ªa que no se ha pronunciado no est¨¦ ni con uno ni con otro. Aguarda, con un silencio que clama, a que alguien le ofrezca una percha de la que poder colgarse, una v¨ªa media por la que poder transitar.
Todo este conflicto destila un fuerte tufo a masculinismo pol¨ªtico primario. Falta sutileza, empat¨ªa, voluntad para el entendimiento. Y sobra chuler¨ªa, ¡°astucia¡± y estrategia sectaria. Uno se cree ungido por la gracia de conducir a su pueblo a la tierra prometida; el otro ejerce de guardi¨¢n de las esencias de un orden constitucional y un r¨¦gimen que hace agua por todos lados. Mientras, nosotros, los espectadores afectados por este desaguisado, asistimos incr¨¦dulos a lo que cada vez tiene m¨¢s aire de farsa.
Llevamos ya cerca de tres a?os esperando a que se sienten y se pongan a negociar, a que ejerzan como pol¨ªticos; es decir, a que resuelvan el problema con valent¨ªa y amplitud de miras. Y eso no ser¨¢ posible sin cesiones por ambas partes. Para empezar, la que representa al Gobierno catal¨¢n deber¨ªa renunciar a la independencia como horizonte inmediato o como fin a medio plazo; y la que representa al Gobierno del Estado tendr¨¢ que comenzar reconociendo a Catalu?a su estatus de naci¨®n y la renovaci¨®n de su situaci¨®n fiscal. Es el m¨ªnimo imprescindible para que tenga sentido el inicio de una negociaci¨®n. Y deber¨¢n hacerlo incorporando el mayor n¨²mero de voces posibles. Puede hacerse, como sugiere S. Mu?oz Machado, empezando por una revisi¨®n del Estatut, que luego exigir¨ªa la correspondiente reforma constitucional, o metiendo el bistur¨ª a fondo en la organizaci¨®n territorial del Estado para darle un giro federalizante.
La forma y los resultados posibles son muchos y tampoco se augura una salida f¨¢cil. Pero siempre tendr¨¢ menos riesgos que esta situaci¨®n de impase, de falta de acci¨®n y de iniciativa. Y es porque en el fondo no hay voluntad de renunciar a la dimensi¨®n electoral y sobra cobard¨ªa para dar el salto a lo inesperado. Cuanto m¨¢s se deje pasar el tiempo m¨¢s estrechos ser¨¢n tambi¨¦n los cauces para una soluci¨®n razonable.
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