Benedicto XVI acab¨® con la teor¨ªa de que la ropa sucia se lava en casa
Juan Pablo II cre¨ªa que airear los abusos sexuales desprestigiaba a la Iglesia
Llevar¨¢ generaciones reparar el da?o que ha hecho al catolicismo romano su actitud ante los pederastas con sotana, algunos de ellos altos prelados. Lo reconoci¨® Benedicto XVI cuando dio, apenas hace tres a?os, la orden de tolerancia cero ante esa lacra, que ha arruinado a muchas di¨®cesis. Espa?a no ha sido una excepci¨®n, pese a la prudencia con que los medios de comunicaci¨®n han tratado este tipo de esc¨¢ndalos, quiz¨¢s como consecuencia de que durante los 40 a?os de la dictadura franquista, la Iglesia cat¨®lica, poderosa, estaba proclamada en el BOE como ¡°sociedad perfecta¡±. As¨ª lo dice el segundo art¨ªculo del Concordato de 1953: ¡°El Estado espa?ol reconoce a la Iglesia cat¨®lica el car¨¢cter de sociedad perfecta y le garantiza el libre y pleno ejercicio de su poder espiritual y de su jurisdicci¨®n¡±.
Hasta la muerte del polaco Juan Pablo II, que cre¨ªa que airear los abusos sexuales por sacerdotes solo buscaba el desprestigio de su iglesia, en Roma imper¨® la doctrina de que la ropa sucia se lava en casa. S¨®lo cuando la suciedad empez¨® a salir por las ventanas, su sucesor, el alem¨¢n Benedicto XVI, tom¨® la decisi¨®n de castigar. El primero en caer en desgracia fue el fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, notorio pederasta desde hac¨ªa d¨¦cadas. A?os antes, Ratzinger hab¨ªa ordenado sigilo a los obispos de todo el mundo y que le remitieran los casos a su despacho de presidente de la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe, que es como se llama ahora el Santo Oficio de la Inquisici¨®n.
La decisi¨®n fue tan desafortunada que, a la muerte de Juan Pablo II, el entonces cardenal Ratzinger alert¨® a los cardenales reunidos en c¨®nclave de que la suciedad estaba ahogando el prestigio de su iglesia y que hab¨ªa que poner coto inmediatamente, sin decir entonces c¨®mo. Aquel discurso le vali¨® ser elegido Papa d¨ªas despu¨¦s.
En conversaci¨®n con el periodista alem¨¢n Peter Seewald, Benedicto XVI explic¨®, en 2010, el proceso de su conversi¨®n. Dijo: ¡°Imperaba entre nosotros la consciencia de que la Iglesia no deb¨ªa ser la Iglesia del derecho, sino la Iglesia del amor, que no deb¨ªa castigar. Pero, de pronto, tanta suciedad. Ha sido estremecedor para todos nosotros. Ha sido como el cr¨¢ter de un volc¨¢n, del que de pronto sali¨® una nube de inmundicia que todo lo ensuci¨®, de modo que el sacerdocio apareci¨® como un lugar de verg¨¹enza, y cada sacerdote se vio bajo sospecha de ser tambi¨¦n as¨ª. Algunos sacerdotes han manifestado que ya no se atrev¨ªan a dar la mano a un ni?o, y ni hablar de hacer un campamento de vacaciones con ni?os¡±.
Pese a todo, persisten prejuicios que conducen al encubrimiento, como ahora en Granada. Lo confes¨® el Papa em¨¦rito con esta sorprendente afirmaci¨®n: ¡°Salta a la vista que la informaci¨®n de la prensa no estaba guiada por la pura voluntad de transmitir la verdad, sino que hab¨ªa tambi¨¦n un goce en desairar a la Iglesia y en desacreditarla lo m¨¢s posible¡±.
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