Catarsis
El resultado de las elecciones griegas puede marcar nuestro destino
El nuevo a?o reci¨¦n iniciado se va a desenvolver en clave no econ¨®mica, como pretender¨¢ hacernos creer el Gobierno, sino marcadamente electoral, puesto que comienza con los inmediatos comicios griegos cuyo resultado quiz¨¢ reabra la crisis del euro, seguir¨¢ con las elecciones locales y auton¨®micas que le costar¨¢n al PP la p¨¦rdida de su hegemon¨ªa pol¨ªtica, y se cerrar¨¢ con las decisivas elecciones generales en las que una fragmentada izquierda recuperar¨¢ la mayor¨ªa natural que le corresponde por la orientaci¨®n ideol¨®gica de la ciudadan¨ªa. Ahora bien, lo m¨¢s interesante es que esas tres convocatorias est¨¢n vinculadas entre s¨ª de tal modo que los efectos de la primera predeterminar¨¢n los resultados de las otras dos. Podemos decir por tanto que la catarsis griega marcar¨¢ nuestro destino ¨²ltimo, y eso ser¨¢ debido sobre todo a la identidad pol¨ªtica que hay entre Syriza y Podemos.
Ambos partidos se presentan ante las urnas con el mismo relato justiciero, que demanda tanto castigar a las ¨¦lites culpables de la crisis como resarcir al pueblo por el injusto sacrificio que se le ha infligido. Un relato que ha pasado a ser cre¨ªdo por la mayor¨ªa de los ciudadanos, no por la propaganda medi¨¢tica de Pablo Iglesias y compa?¨ªa sino porque fundamentalmente est¨¢ en lo cierto, resultando veros¨ªmil e irrebatible para el sentido com¨²n. En efecto, demagogias aparte, puede decirse que la pol¨ªtica de austeridad ejecutada a partir de 2010 por nuestras ¨¦lites bipartidistas (en Grecia y Espa?a como en Italia o Portugal) ha sido tanto un error como un crimen. Un error porque su naturaleza contrac¨ªclica abort¨® la incipiente salida de la crisis y determin¨® la ca¨ªda en una segunda recesi¨®n de la que a duras penas nos estamos recuperando. Y un crimen porque el coste de esa pol¨ªtica de austeridad s¨®lo recay¨® sobre las clases populares m¨¢s pobres e inermes, a las que se sacrific¨® innecesariamente mientras las ¨¦lites se enriquec¨ªan. Siendo esto as¨ª, ?c¨®mo no indignarse, si encima les asiste toda la raz¨®n?
Pero el relato de Syriza y Podemos prosigue demandando no s¨®lo el justo castigo a los culpables sino la necesaria reparaci¨®n a las v¨ªctimas: hay que devolver al pueblo los derechos sociales que se le recortaron, y no s¨®lo por hacer justicia sino como plan de choque para reactivar la deprimida demanda agregada. Una vez m¨¢s, puro sentido com¨²n keynesiano, que as¨ª es favorablemente comprendido por la mayor¨ªa de la opini¨®n p¨²blica. Ahora bien, aqu¨ª es donde surge el gran problema, pues como afirma el refr¨¢n, el infierno est¨¢ empedrado de buenas intenciones. Por moralmente justificado que est¨¦, el voluntarismo de Syriza y Podemos puede acarrear efectos imprevistos y contraproducentes. En concreto, de aplicarse el plan de choque propuesto, las clases populares podr¨ªan sufrir un nuevo castigo inmerecido comparable al anterior. O incluso peor, ya que llover¨ªa sobre mojado.
De ah¨ª el inter¨¦s del experimento que se dispone a ejecutar Syriza si llegase al Gobierno tras las pr¨®ximas elecciones. La nueva pol¨ªtica econ¨®mica que se adopte podr¨ªa abortar la incipiente recuperaci¨®n griega y, en tal caso, las clases populares m¨¢s castigadas podr¨ªan volver a sufrir nuevas penalidades doblemente inmerecidas. Esa es la verdadera lecci¨®n que tanto Podemos como sus posibles electores futuros tendr¨¢n que extraer de la inmediata catarsis griega.
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