Diario de un aplaudidor
La asistencia como p¨²blico a programas de televisi¨®n se convierte en ¨²ltimo recurso econ¨®mico para parados o jubilados, que cobran unos 10 euros por jornadas de 10 horas
Todas las ma?anas regresa de la oficina del INEM y revisa las ofertas del peri¨®dico. Nada. O eso de ¡°mande el curr¨ªculum y le llamaremos¡±. Manuel Mart¨ªn, padre de dos hijos, tiene 49 a?os y est¨¢ en paro desde hace tres. Solo recibe la ayuda de 426 euros y su exesposa le ha denunciado por no pasarle la pensi¨®n. Mientras encuentra algo, vive en casa de un amigo que le deja una habitaci¨®n en el barrio madrile?o de Carabanchel. Lo ha perdido todo, lamenta. As¨ª que hoy ha llamado a aquel tel¨¦fono que le dieron para ir a la tele como p¨²blico. Aplaudidor, lo llaman. Por la tarde, tras media hora de viaje en un autocar lleno de gente con mil historias, se encuentra en medio de un pol¨ªgono industrial de Algete (a 30 kil¨®metros de Madrid) haciendo cola para entrar en un plat¨® del que no sabe cu¨¢ndo saldr¨¢. Solo le han dicho que recibir¨¢ ocho euros.
¡°Los que ya ten¨¦is¡ venga, ?id hacia all¨¢! ?No es tan dif¨ªcil!¡±, suelta una especie de capataz con forro polar mientras saca en plena calle bocadillos y refrescos de cajas de cart¨®n. Manuel no tiene hambre, pero lo coge. Como ¨¦l, m¨¢s de 400 personas desaf¨ªan al fr¨ªo desde hace una hora y media con una lata helada de Pepsi en la mano. Hay jubilados, chavales de veintitantos a?os y muchos extranjeros: polacos, rumanos, lituanos, latinoamericanos. Han venido en autocares desde distintos puntos de Madrid y la mayor¨ªa est¨¢ en paro, o sin ninguna prestaci¨®n. Son aplaudidores profesionales, ese p¨²blico que aparece de fondo pas¨¢ndolo en grande en los programas de la parrilla televisiva espa?ola. Han subido al autocar a las cuatro de la tarde y hoy muchos llegar¨¢n a su casa sobre las dos de la madrugada. Adem¨¢s del bocadillo de chorizo, que algunos guardan en los bolsos para la cena, se llevar¨¢n esos ocho o nueve euros por una jornada que en total durar¨¢ casi 10 horas. Porque las puertas del plat¨® de TVE siguen sin abrirse a las siete menos cuarto. El aplauso ya no cotiza, suelta Borja, un chaval de 20 a?os resignado y muerto de fr¨ªo.
Este mundo de risas y bailes artificiales es hoy el de Manuel, que durante a?os fue pocero y se ocup¨® de alcantarillas. Pero tambi¨¦n es ahora el de la peruana Jezzy, el de los colombianos ?lex y Fernando o del lituano Roberto Pukctys. Al menos hasta que les salga un trabajo. Uno de verdad. Supieron de esto por una captadora de p¨²blico para programas de televisi¨®n que les ofreci¨® la posibilidad de pasar un rato y volver a casa con ocho, nueve o diez euros. Porque esa es la gracia. Pueden hacerlo varias veces a la semana y sacar unos 150 euros al mes. El l¨ªmite lo pone su aburrimiento. Antes de entrar, todav¨ªa en el autocar, firman un papel donde renuncian a sus derechos de imagen y acreditan, por anticipado, haber recibido los ocho euros. O diez en un buen d¨ªa.
As¨ª funciona el submundo del p¨²blico en la televisi¨®n espa?ola. En la mayor¨ªa de casos ¡ªlos programas en directo, como El Hormiguero o Buenafuente, suelen tener un p¨²blico m¨¢s vocacional¡ª se trata de personas sin ingresos o con una exigua pensi¨®n reclutadas por agencias (en Madrid Penelope o Makers Actions TV son las m¨¢s importantes) o por captadoras a comisi¨®n con dichas empresas: dos euros por cada aplaudidor. Muchos hacen un modo de vida de esto. Manuel es la segunda vez que viene. Nunca pens¨® que habr¨ªa algo m¨¢s duro que ser pocero. Est¨¢ horrorizado con el trato que recibe, como en la ¨¦poca de los caciques, dice. ¡°Pero estoy desesperado¡±, dice. ¡°No me da verg¨¹enza decirlo. Y la desesperaci¨®n te trae a estos sitios. Con lo que me den puedo comprar una barra de pan y un paquete de tabaco¡±.
Antes hab¨ªa menos gente y pagaban m¨¢s¡±, explica una captadora de p¨²blico
El autob¨²s ha llegado a Algete a las cinco, pero hasta las siete el plat¨® no abrir¨¢ las puertas. Da igual si fuera la gente est¨¢ helada. Este trabajo tambi¨¦n ha cambiado, cuenta una captadora que empez¨® como p¨²blico hace m¨¢s de veinte a?os y ahora mueve a diario autocares con 50 personas. ¡°Antes hab¨ªa menos gente y pagaban m¨¢s. Hoy es un abuso. Da mucha pena c¨®mo les tratan, como ganado. A veces me da verg¨¹enza hasta traerlos¡±, relata como diciendo "es lo que hay".
Esta noche en el remoto pol¨ªgono se ruedan algunas partes de la final de Hit, la canci¨®n. Un programa de TVE presentado por Jaime Cantizano y repleto de ubicuas estrellas de la m¨²sica espa?ola como Melendi, Mojinos Escoc¨ªos o Bustamante. Pero cuando los m¨²sicos llegan en coche y atraviesan la marabunta, nadie puede pedirles un aut¨®grafo o una foto. Algunos lo intentan. ¡°Ahora no¡±, vuelve a intervenir el capataz del forro polar. Toca entrar. Dentro, el plat¨® est¨¢ abarrotado: m¨¢s de 400 personas para lograr ese brillo de feliz fin de fiesta. Es ¡°el chow-bussiness¡±, dice un regidor hiperactivo y esforzadamente gracioso mientras exige movimientos de brazos, aplausos e infinito entusiasmo a un respetable que, en realidad, no tiene estos d¨ªas nada que celebrar.
Ana Bel¨¦n, trabajadora social en paro desde hace dos a?os y medio, lleva 16 viniendo intermitentemente. Vive de lo que le da su familia y de lo que saca aqu¨ª. Hace lo que le dicen, como todo el mundo. Si el regidor pide palmas, las da; y si hay que levantarse y re¨ªr, se r¨ªe y agita los brazos. ¡°Al principio me hac¨ªa ilusi¨®n venir y me pon¨ªa en primera fila para que me vieran. Ahora siempre me escondo en la ¨²ltima¡±, explica resignada ya en el plat¨®. Para ella la espera es lo peor en esta tragicomedia de focos y tomas falsas. Y la monoton¨ªa. Encima acaba de perder el m¨®vil. ¡°Menudo negocio¡±, dice. Con los ocho euros no le llega ni para el duplicado de la SIM. Pero sigue aplaudiendo.
Puede que el m¨®vil, sospecha ella, se le haya ca¨ªdo en uno de los ocho ba?os de quita y pon que la productora acondiciona en el exterior para cientos de personas. Cuando empieza el programa, solo se puede ir cuando alg¨²n regidor o el hombre del forro polar dan permiso tras pedirlo varias veces (este cronista lo consigui¨® a la tercera). Al final de la tarde, completamente a oscuras, entrar en uno de ellos es un desaf¨ªo higi¨¦nico extremo. ¡°Mi mujer a veces tiene que arremangarse la falda para meterse ah¨ª y no mancharse, es asqueroso¡±, explica Fernando (nombre ficticio por temor a que no vuelvan a llamarle), un jubilado de 71 a?os que encuentra aqu¨ª un complemento para la raqu¨ªtica pensi¨®n que ¨¦l y su esposa reciben. ¡°No vivimos de esto, ser¨ªa imposible. Nos sirve para algunos gastos. Pero algunas parejas llenan la nevera con esto que nos dan¡±.
Los participantes se quejan de largas esperas en la calle y horas sin ir al ba?o
Aqu¨ª se conocen todos. Muchos, como estos jubilados, llevan a?os viniendo. Tienen chascarrillos para presentadores, regidores o artistas. Son expertos en televisi¨®n; si alguien se lo pidiese podr¨ªan ser consultores cat¨®dicos. Como el chileno Jos¨¦ Becerra, que tiene estudiados todos los fallos de realizaci¨®n. A Manuel, en cambio, se le est¨¢ haciendo muy pesado. Ser pocero pod¨ªa ser un poco ¡°asqueroso¡±, se?ala. No ganaba m¨¢s de 1.500 euros. Pero la televisi¨®n es ¡°un mundo muy mentiroso¡±.
El programa iba a terminar sobre las 23.00. O eso creyeron entender en alg¨²n momento. Pero pasada esa hora se anuncia que algunas actuaciones se repiten. Culpa de la productora.O de los artistas. Entonces algunos empiezan a corear que quieren m¨¢s dinero. La jefa de una de las agencias corta por lo sano la peque?a rebeli¨®n. El show debe continuar. Y adem¨¢s, todos han firmado ya lo que cobrar¨¢n, as¨ª que no hay nada que discutir. ¡°Yo s¨¦ que es muy poco dinero, pero es lo que me dan a m¨ª¡±, explica d¨ªas despu¨¦s por tel¨¦fono Pen¨¦lope (19 a?os en el negocio), due?a de una de las agencias. ¡°Si no lo hago yo, lo har¨¢ otra empresa¡±. Ella insiste en que lo que hacen los aplaudidores ¡°no es un trabajo¡± y que el dinero que les dan tampoco es un pago, sino m¨¢s bien ¡°una ayuda¡±. La empresaria, sin embargo, reconoce que las condiciones no son buenas. ¡°Es dif¨ªcil gestionar grupos tan grandes¡±.
Cuando termina el programa, la agencia da el dinero a las captadoras y estas, uno a uno, a sus aplaudidores en cada autocar. Al contado. Ana Bel¨¦n, Roberto, Borja, Angie y Jezzy llegar¨¢n a Madrid a las 0.30. Desde el punto donde les ha dejado el autocar, Manuel todav¨ªa tiene un trayecto de una hora hasta la casa de su amigo. No sabe si le volver¨¢n a llamar. Es jueves por la noche y la mayor¨ªa vuelve a tener programa el s¨¢bado. Esta vez en la Sexta. Tertulia pol¨ªtica y entrevista a Pablo Iglesias. O lo que es lo mismo: ocho euros m¨¢s.
Una Odisea cat¨®dica
La cita.A las 16.00 los aplaudidores se re¨²nen en distintos lugares de Madrid: Plaza Castilla, Aluche, Colonia Jard¨ªn, Alcobendas.
El viaje. El autob¨²s sale a las 16.30 y llega sobre las 17.00 a un pol¨ªgono industrial de Algete.
La espera. Hasta las siete no abrir¨¢ el plat¨® de TVE. Bocadillo y refresco en la calle y mucha paciencia. Los term¨®metros marcan tres grados.
El show. El programa se alargar¨¢ hasta casi las 12 de la noche.
La recompensa. En el autocar, los aplaudidores cobrar¨¢n ya sus ocho, nueve o diez euros.
El regreso. A las 12.30, el autob¨²s les dejar¨¢ en alg¨²n lugar de Madrid desde el que muchos todav¨ªa tardar¨¢n una hora en llegar a casa.
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