Retrato de la Andaluc¨ªa vulnerable
Durante la campa?a, no se ha apuntado una apelaci¨®n al esfuerzo y a la responsabilidad
El vuelo ha terminado abruptamente para esta Andaluc¨ªa en horas bajas que toca tambores y se acicala preparando la Semana Santa, mientras la presidenta de la Junta, Susana D¨ªaz, se desga?ita en los m¨ªtines proclamando la honradez de su partido. El vendaval de la crisis ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad estructural de esta regi¨®n, ha desmantelado parte del techo protector establecido en torno al gran ej¨¦rcito de damnificados y ha frenado la perspectiva de equipararse con los indicadores de bienestar social medio espa?ol que durante un tiempo pareci¨® tener a su alcance.
Aunque la salida del subdesarrollo, la modernizaci¨®n general del pa¨ªs y la igualaci¨®n en los servicios p¨²blicos es patente e irreversible, el sur espa?ol vuelve a quedar al desnudo en par¨¢metros estad¨ªsticos clave. Pese a la malla de autov¨ªas, al AVE y a los modernos aeropuertos, Andaluc¨ªa es, con permiso del otro sur (Extremadura), la regi¨®n europea de m¨¢s desempleo (34%, frente al 23,6% del conjunto de Espa?a), m¨¢s poblaci¨®n en riesgo de pobreza (29%, seis puntos m¨¢s que la existente en el ¨¢mbito estatal) y la que cuenta con el mayor porcentaje de abandono escolar temprano (28,7% contra el 23% de la media nacional).
El sur espa?ol vuelve a quedar al desnudo en par¨¢metros estad¨ªsticos clave
Ni los 85.000 millones de euros aportados por la UE en estas d¨¦cadas ni el enorme esfuerzo transformador realizado en este per¨ªodo han logrado evitar que la regi¨®n que so?aba con convertirse en la California europea vea emigrar nuevamente a sus hijos, muchos de ellos con el t¨ªtulo universitario bajo el brazo, y en t¨¦rminos relativos, retroceda a la casilla inicial del a?o 1982, cuando la renta per c¨¢pita alcanzaba el 75% de la media espa?ola. Evaluar la evoluci¨®n andaluza exige tener en cuenta que su punto de partida era el anclaje en un retraso ancestral, pero la cuesti¨®n sigue estando en saber si Andaluc¨ªa podr¨ªa haber mejorado su posici¨®n relativa y si tiene capacidad y palancas suficientes para revertir la situaci¨®n, ahora que las ayudas dejar¨¢n de ser tan cuantiosas. ?Lleva plomo en las alas, esta autonom¨ªa, gobernada ininterrumpidamente por el PSOE, que desde su creaci¨®n, hace 33 a?os, hab¨ªa sido sin¨®nimo de modernizaci¨®n, crecimiento y pol¨ªtica redistributiva?
Crisis econ¨®mica y corrupci¨®n pol¨ªtica anudan un sentimiento de inquietud y pesadumbre colectivo que afecta probablemente a la consideraci¨®n que este pueblo antiguo tiene de s¨ª mismo, aunque dif¨ªcilmente cuestionar¨¢ los valores de su cultura y el proverbial sentido de la convivencia. La educaci¨®n ha hecho libres a las generaciones j¨®venes y les ha despojado del viejo complejo de inferioridad labrado en su historia de penuria econ¨®mica y cultural. Entre las grandes diferencias existentes en este vasto territorio similar en poblaci¨®n a Austria aunque algo m¨¢s extenso, la que cuenta verdaderamente es la que traza una raya divisoria entre los menores y mayores de 50 a?os. Con raz¨®n o sin ella, m¨¢s de la mitad de los 8,4 millones de andaluces creen que el nivel cultural de su regi¨®n es igual o superior a la del resto de Espa?a. Ese acento, esos acentos suyos tan caracter¨ªsticos vuelven a sonarles a m¨²sica, han dejado de ser la deformaci¨®n inculta del castellano que hay que procurar eliminar.
Pese a que muchos andaluces abominan del tipismo y de los reclamos tur¨ªsticos con que se les representa, los estereotipos acu?ados en torno al fervor religioso, a la tierra como sustento de referencia y al gusto por el disfrute de la vida sobreviven perfectamente en el campo de ruinas de la crisis, reproduciendo prejuicios y t¨®picos que toman la parte por el todo y obvian que Andaluc¨ªa ha dejado de ser una sociedad agraria para convertirse en una de servicios.
Estampa primera. Un caballero de impecable traje campero se abre paso entre los bulliciosos carromatos de romeros que llegan al Roc¨ªo. Detiene su yegua cartujana blanca ante la ermita y entona con voz ronca y palpitante una saeta a la Blanca Paloma. Luego, reza en voz alta, musita una promesa, se descubre el sombrero, hace girar a su caballo y se retira.
Estampa segunda. La preferida de quienes consideran que el problema de esta tierra, ¡°callada, estigmatizada y oscura¡± que dec¨ªa Blas Infante, sigue siendo el caciquismo ancestral y la falta de la definitiva reforma agraria: al grito de ¡°tierra y libertad¡±, entre banderas verdiblancas y s¨ªmbolos anarquistas y comunistas, peones del campo y sindicalistas marchan por caminos polvorientos a ocupar la finca latifundio que el se?orito mantiene improductiva.
Estampa tercera. Las basuras hacen monta?a en los patios y huecos de los ascensores en las destrozadas viviendas sociales de las barriadas sevillanas de Torreblanca y las Tres Mil Viviendas, exponentes de las decenas de poblados de chabolismo vertical ocupados por poblaci¨®n marginal gitana y paya. Los ni?os juegan en las calles despavimentadas ¡ªhay asociaciones de vecinos que premian con dinero a los padres que llevan al colegio a sus hijos¡ª, los autobuses y taxis no se adentran en el n¨²cleo del barrio, y la venta de droga se hace a la luz del d¨ªa en bajos con accesos ilegales. Un grupo de gitanos saca a la calle sillas, guitarras y un potente equipo de m¨²sica que atruena el barrio. La fiesta ha empezado.
Estampa cuarta. Tan del gusto de quienes, injustificadamente, creen que ¨¦sta es gente poco amiga del trabajo, que vive del subsidio y las ayudas p¨²blicas: pueblos andaluces, impolutos y cuidados, encalados de blanco, como de postal, sestean bajo la can¨ªcula. No hay actividad, ni un alma en la calle, pero los bares est¨¢n llenos.
Son im¨¢genes doblemente poderosas porque poseen el magnetismo cautivador de la diferencia y porque una parte de los propios andaluces se mira en el mismo espejo deformado con que les contemplan muchos extranjeros y buena parte de los espa?oles. Y, sin embargo, admitido que esta tierra hermosa, de ciudades bell¨ªsimas, se complace en s¨ª misma y goza de una personalidad inconfundible, la versi¨®n t¨®pica andaluza es un campo minado que conviene soslayar si se pretende palpar la realidad contradictoria y compleja de esta Comunidad que se abre paso entre las brumas del atraso secular y el pintoresquismo ex¨®tico glosado por la literatura.
Evaluar su evoluci¨®n exige tener en cuenta su punto de partida
A esa colecci¨®n de im¨¢genes andaluzas, habr¨ªa que a?adir, entre otras muchas, una quinta estampa, poco conocida y reconocida: la de los nuevos andaluces que investigan sobre c¨¦lulas madre en laboratorios de referencia internacional, que trabajan en empresas punteras del sector aeron¨¢utico, la biotecnolog¨ªa, la agroindustria, las energ¨ªas renovables¡Andaluc¨ªa es un espectacular muestrario de mezcla y simbiosis entre la tradici¨®n y la modernidad.
Pese a su fuerte carga simb¨®lica, el campo apenas aporta el 3,6% del PIB y el 7,4% del empleo y los j¨®venes andaluces ya no ponen ah¨ª su identidad. El PER (Plan de Empleo Rural), tan denostado por la derecha catalana y madrile?a que fue rebautizado como PROFEA (Programa de Fomento de Empleo Agrario), supone aqu¨ª una inversi¨®n estatal de 147 millones de euros y da lugar a unos 90.000 contratos de dos semanas para obras de inter¨¦s general, desde la reparaci¨®n de las calles a la renovaci¨®n del alcantarillado. A falta de alternativas, ese es el precio a pagar por la paz social en un pa¨ªs en el que el fondo sociol¨®gico de la pel¨ªcula Los Santos Inocentes no pertenece a un pasado remoto.
El 80% de las ayudas comunitarias al campo andaluz se lo reparten entre el 20% de los propietarios, pero como se?ala el soci¨®logo Manuel P¨¦rez Yruela: ¡°Ni el PER, ni el latifundio son el problema. El problema es que este modelo productivo asentado en el turismo, la potente industria agroalimentaria y la construcci¨®n no genera suficiente empleo, ni nos prepara para el salto cualitativo que la situaci¨®n requiere¡±. Es un diagn¨®stico perfectamente extensible a la mayor parte de Espa?a; solo que en el caso andaluz, las carencias son m¨¢s acusadas. La gran bolsa de econom¨ªa sumergida, la ayuda familiar y la solidaridad comunitaria permiten entender que las cifras de pobreza severa y marginaci¨®n no hayan desembocado en tragedias mayores.
?C¨®mo se explica el delirante fervor religioso festivo que despierta la Semana Santa andaluza, ese estallido de devoci¨®n jubilosa y alborozada que tanto desconcierta a los forasteros? ¡°Es la tradici¨®n. Antes de que el ni?o llegue a nacer, aqu¨ª ya se le ha preparado el carn¨¦ del Betis y la hermandad religiosa de la que formar¨¢ parte¡±, comenta un taxista sevillano. El 80% de la poblaci¨®n se declara cat¨®lica, pero menos de la mitad es practicante. Una amplia mayor¨ªa juzga negativamente que la Iglesia intervenga en la pol¨ªtica y aunque se casan m¨¢s por la Iglesia ¡ªhay un el 36% de matrimonios civiles, frente al casi 50% de la media espa?ola¡ª, la religiosidad afecta poco a las pautas de conducta cotidiana, seg¨²n los estudios realizados por P¨¦rez Yruela.
Si hay algo que irrita a este pueblo de supervivientes que sabe llevar la pobreza con dignidad y sin perderle el pulso y la alegr¨ªa a la vida ¡ª?no constituye esto ¨²ltimo un capital social incalculable?¡ª, es que al estereotipo del andaluz juerguista, chistoso y hospitalario se le a?ada la mala fama de la vagancia. Una amplia mayor¨ªa, superior al 80%, considera que el trabajo es una forma de realizarse, adem¨¢s de un deber y un medio para conseguir mejor posici¨®n social. Cualquiera que haya conocido a los obreros andaluces en Catalu?a, el Pa¨ªs Vasco o Madrid, sabe que trabajan de firme. Puede que el equ¨ªvoco mayor resida en el hecho de que esta sociedad cultiva m¨¢s que otras el principio filos¨®fico de trabajar para vivir, no a la inversa. Puede que las inercias de una Comunidad que ha pasado del campo a los servicios sin pasar por el encuadramiento y la cultura de la productividad industrial ¡ªla regi¨®n solo cuenta con el 10% de la industria espa?ola¡ª, influyan en la manera de enfocar y actuar en la vida laboral. La campa?a electoral ha sido una puja por qui¨¦n ofrece m¨¢s, entre reproches cruzados por los recortes. M¨¢s all¨¢ de los lugares comunes, no se ha dicho ad¨®nde quiere ir Andaluc¨ªa, no se ha apuntado una estrategia sostenida, una exposici¨®n descarnada de la realidad, una apelaci¨®n clara al esfuerzo y a la responsabilidad.
Francisco Ferraro, exsecretario general de Econom¨ªa en el Gobierno de Manuel Chaves, sostiene que la, en principio, encomiable concertaci¨®n social, recogida casi como signo identitario propio en el Estatuto de Autonom¨ªa, ha acabado por adormecer la vida pol¨ªtica en una sociedad civil escasa de recursos cr¨ªticos con que contrarrestar la preponderancia asfixiante de los partidos. Opina que, a la b¨²squeda de ese consenso obligado, las grandes formaciones, los sindicatos y la patronal se han constituido en una suerte de ¡°segundo parlamento¡± encubierto que decide toda la pol¨ªtica econ¨®mica de Andaluc¨ªa. ?Esa atm¨®sfera viciada ha propiciado la corrupci¨®n?
Haberse acomodado en una situaci¨®n ventajosa de progresos notables sin valorar que la carrera contin¨²a y no permite aflojar la marcha puede ser el primer pecado mortal de la autonom¨ªa andaluza. El segundo, como apunta el fil¨®sofo Ram¨®n Vargas Machuca, ser¨ªa haber consentido la utilizaci¨®n poco escrupulosa de los medios, haber aplicado la doctrina Maquiavelo: ¡°Los actos acusan, los resultados excusan¡±, en una democracia europea del siglo XXI.
Dice la catedr¨¢tica de Biolog¨ªa Celular y rectora de la Universidad de M¨¢laga, Adelaida de la Calle, que para generar un tejido industrial de alta base tecnol¨®gica que aproveche el talento y la creatividad andaluces har¨¢ falta que los ¡°hombres de la luz¡±, a los que convoca el himno de Andaluc¨ªa, cambien de ritmo e introduzcan una nueva marcha en la competici¨®n global por asegurarse el Estado de Bienestar.
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