¡°Pens¨¦ que me explotaba la cabeza¡±
El superviviente Esteve Mas¨®, que perdi¨® a su mujer, reconstruye el atentado
![Joaqu¨ªn Gil](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fe105b4de-97fd-4573-8d1c-e50d5dd32362.jpg?auth=a390e718d929d7e94faa4de2752877f7b68c23897ab6b8609219c342200885c4&width=100&height=100&smart=true)
![Esteve Mas¨® y su esposa, Marta Borrell, en el monasterio de Sant Pere de Rodes (Gerona) en 2006.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/DF7637SIVNJJKYD5ZLJJEVMEJQ.jpg?auth=5891a5e3c6f56e2a06aaf01e0914d983a2e76a578781c9a304c0a9e70ad9b1f5&width=414)
Tres cent¨ªmetros bastan para separar la vida de la muerte. Esteve Mas¨® cree que una nimia distancia le libr¨® del final aquella tarde del 2 de julio de 2007 en el templo yemen¨ª Mahram Bilquis, de 3.000 a?os de antig¨¹edad. All¨ª un coche suicida embisti¨® con ferocidad al convoy de cuatro todoterrenos donde viajaba con su mujer, la maestra Marta Borrell, de 54 a?os. Ella muri¨®. Y ¨¦l, de 59, se salv¨®. La vida y la muerte separadas por tres cent¨ªmetros en el asiento trasero de un coche. Era su primer viaje a Oriente Pr¨®ximo.
Mas¨®, gerundense, profesor de Literatura y monta?ero aficionado, sostiene que est¨¢ vivo por la posici¨®n fetal que adopt¨® mientras guardaba su c¨¢mara digital Pentax K20 en una bolsa. Sospecha que esta postura instintiva de apenas un segundo atenu¨® en su cuerpo el zambombazo que dej¨® ocho muertos espa?oles. Y que el asiento delantero del jeep le protegi¨® del fogonazo. "Pens¨¦ que me hab¨ªa explotado la cabeza", recuerda por tel¨¦fono este hombre con dos hijos.
La primera estampa de la detonaci¨®n es una desvencijada furgoneta donde cargan su cuerpo. Heridos y cad¨¢veres se zarandean. El veh¨ªculo se para en un peque?o ambulatorio de paredes blancas en el desierto. Recorre en ambulancia un centenar de kil¨®metros hasta un hospital en San¨¢, la capital yemen¨ª. Dos enfermeras miran en silencio sus brazos enyesados. Sufre quemaduras de primer grado. Aterriza en Espa?a. Cruza una decena de veces el quir¨®fano, donde los cirujanos le sacan del cuerpo min¨²sculos cristales de la metralla. Visita un a?o al psiquiatra. Combate el trance con su trabajo diario en el instituto gerundense Josep Brugulat de Banyoles. En las aulas, sin embargo, no habla del suceso.
Pens¨¦ que me hab¨ªa explotado la cabeza"
Mas¨® no encuentra detalles sospechosos en aquella jornada maldita. Y eso que su memoria no es precisamente vol¨¢til. No recuerda que un Toyota Land Cruiser merodeara por la zona de la explosi¨®n. Un enclave cercano a la ciudad de Marib, origen y capital del m¨ªtico reino de Saba. En este veh¨ªculo viajar¨ªa, seg¨²n la prensa, el terrorista que intentaba confirmar si los turistas eran occidentales. A la hora del atentado estaba prevista la visita de alemanes al templo. La agencia germana cambi¨® inesperadamente el turno con la espa?ola.
El protagonista de esta historia ignora a los pol¨ªticos. Su ¨²nico contacto con el resto de afectados se produjo a trav¨¦s de la Asociaci¨®n Catalana de V¨ªctimas (ACVOT), que fund¨® el superviviente del atentado de Hipercor Roberto Manrique.
?C¨®mo voy a odiar a alguien a quien no conozco?"
Mas¨® arrastra peque?as secuelas. P¨¦rdida de audici¨®n, dificultad para mover un dedo y alguna cicatriz. Se siente maltratado por las instituciones y carga con dureza contra la ley aprobada por el exministro del Interior Alfredo P¨¦rez Rubalcaba en 2011 que reduce un 40% las indemnizaciones de espa?oles que sufrieron atentados terroristas en el extranjero. Hoy, intenta pasar p¨¢gina. Ya no env¨ªa cartas a los peri¨®dicos con reproches. Tampoco guarda rencor. "?C¨®mo voy a odiar a quien no conozco?".
Las v¨ªctimas mortales de Mahram Bilquis
En el atentado murieron los turistas catalanes Gabriel Tortosa, Mar¨ªa I. Arranz y Antonio Pom¨¦s, de Barcelona, y Marta Borrell, de Girona. Una burgalesa, Mar¨ªa Teresa P¨¦rez, y dos guipuzcoanos (Magie ?lvarez y Miguel Essery). Mar¨ªa A. Vitorica, herida, falleci¨® d¨ªas despu¨¦s
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