Confluencia
Las plataformas civiles se han hecho cada vez m¨¢s acogedoras
Es el concepto pol¨ªtico de ¨²ltima moda que m¨¢s se lleva este verano. Confluencia: d¨ªcese de aquel frente amplio que impulsa un programa elaborado en com¨²n por un colectivo plural, abierto e incluyente de actores pol¨ªticos y movimientos sociales. Su vertiginoso contagio viral se debe al ¨¦xito alcanzado por las candidaturas transversales de Ada Colau o Manuela Carmena en Barcelona y Madrid, as¨ª como las distintas mareas gallegas, gaditanas, aragonesas, etc.
Y el president Mas, que es todo un lince por miope que parezca, se ha apresurado a hacer suya la idea, transformado su vieja oferta plebiscitaria de una Llista del President en una nueva confluencia independentista abierta a los movimientos soberanistas de la sociedad civil (ANC, OC, AMI), expl¨ªcitamente destinada a competir con la confluencia podemista de Ada Colau y compa?¨ªa. Pero como no pod¨ªa ser de otro modo, un Oriol Junqueras amarillo de envidia se ha apresurado a emularle proponiendo su propia confluencia de esquerra republicana, capaz de rivalizar con las otras dos confluencias a la catalana.
?A qu¨¦ viene esta epidemia de confluencias? Es el oportunista intento de blanquear a unos partidos que se saben rechazados por una ciudadan¨ªa desafecta, indignada y m¨¢s que harta del destructivo sectarismo de nuestros pol¨ªticos profesionales, hasta el punto de que prefiera votar a activistas sociales metidos a pol¨ªticos aficionados o diletantes. De ah¨ª que la forma-partido haya quedado estigmatizada y se vea obligada a camuflarse tras la m¨¢scara de la plataforma transversal: un h¨ªbrido producto del mestizaje entre pol¨ªticos y ciudadanos donde los movimientos hacen de Doctor Jekyll y los partidos de M¨ªster Hyde.
Pero si la confluencia parece sexy y glamurosa no es por sus propios m¨¦ritos, que est¨¢n por demostrar al tratarse de candidaturas todav¨ªa inocentes en tanto que virginales, sino por lo odioso que se ha vuelto el corrupto partidismo imperante. Las siglas pol¨ªticas resultan centr¨ªfugas porque repelen a sus electores, a sus simpatizantes y a sus integrantes (como Monedero o Dur¨¢n Lleida). Mientras que las plataformas civiles se han hecho cada vez m¨¢s acogedoras, como imanes que atraen a nuevas oleadas de ciudadanos entusiastas.
En suma, frente a la fracturada hostilidad partidista se contrapone la hospitalaria unidad popular. De ah¨ª que en la pr¨¢ctica se est¨¦ produciendo una especie de reforma figurada de nuestro sistema electoral, donde las planchas o listas cerradas y bloqueadas que se nombran a dedo por la c¨²pula de los partidos son sustituidas por listas abiertas y plurales de candidatos surgidos de la base ciudadana.
Pero este dualismo donde la pol¨ªtica encarna el vicio y la ciudadan¨ªa representa la virtud siempre resulta ambivalente, como revela el conflicto interno que desgarra a Podemos entre los partidarios de la vanguardia hegem¨®nica frente a los asamblearios que defienden el consenso deliberativo. Es la contradicci¨®n entre la unificaci¨®n popular dirigida desde arriba por el liderazgo bonapartista versus la unidad construida desde abajo en com¨²n con los pares. Un j¨¢nico dilema, debido a que toda confluencia hacia adentro se funda siempre en la confrontaci¨®n frente afuera.
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