Locura, odio y la delgada l¨ªnea
El filicidio, matar a un hijo, es una acto incomprensible e impensable
Matar a un hijo. El filicidio es un acto inconcebible, impensable. Intentaremos explicar que los casos sucedidos este verano en Espa?a se tratan de un mismo acto humano, pero cometido en tres estados mentales diferentes y claramente diferenciables, tanto desde un punto de vista psiqui¨¢trico como psicol¨®gico, sociol¨®gico y neurocient¨ªfico.
En la partida rural de l'Almisser¨¤ (cerca de Villajoyosa, en Alicante), el 1 de julio, un padre de 38 a?os apu?al¨® presuntamente a su hijo de 7, a su madre de 66 y a su hijastra de 14, provocando posteriormente un incendio y ahorc¨¢ndose despu¨¦s. Al parecer se hab¨ªa intentado suicidar en una ocasi¨®n anterior y hab¨ªa fingido un ataque al coraz¨®n en un intento desesperado de hacer cambiar de opini¨®n a su mujer: estaban en proceso de separaci¨®n. Ella no se encontraba en la casa. Sigue viva. ?Viva? La hip¨®tesis de la investigaci¨®n es que el presunto homicida no hab¨ªa logrado superar la ruptura y perpetr¨® la carnicer¨ªa con el objetivo de causar da?o a su expareja, que se sintiera culpable. Esto es odio, un odio imposible.
El 30 de julio en Mora?a (Pontevedra), un hombre de 40 a?os presuntamente degoll¨® a sus hijas, de 4 y 9. Por su manera de actuar en los d¨ªas previos y por su forma de ser y de comportarse, presumimos ¡ªpor supuesto, a posteriori y con datos incompletos¡ª que se trata del t¨ªpico psic¨®pata sin escr¨²pulos. Fue ¨¦l quien abandon¨® a su mujer pero persiste el deseo de hacerle el mayor de los da?os, el m¨¢s ignominioso y absurdo, la muerte en vida: matar a sus hijas. ?Suicidarse? Nunca tuvo intenci¨®n. Los psiquiatras lo llamamos ¡°suicidios de alta rescatabilidad y baja letalidad¡±: usan m¨¦todos que matan lentamente y avisan con tiempo, de modo que acuden en su socorro y les salvan la vida. Tambi¨¦n es odio, odio y maldad.
En una zona residencial de Castelldefels (Barcelona), el pasado 12 de agosto tuvo lugar otra matanza de dos ni?os de 7 y 10 a?os a manos, presuntamente, de su padre de 61. Se desconocen muchos detalles por lo que no haremos ¡°conjeturas diagn¨®sticas¡± ni juicios de valor precipitados.
Zaida. Zaida es su peor v¨ªctima. Zaida es una enferma. Zaida no mat¨® a su beb¨¦. Su enfermedad mat¨® a su beb¨¦. No quer¨ªa hacer da?o a nadie, todo lo contrario. Ten¨ªa la convicci¨®n ¡ªesta vez s¨ª: loca, alienada, delirante¡ª de que estaba ¡°pose¨ªda por el demonio¡±, de que para ¡°salvar al mundo¡±¡ Aqu¨ª hay dos posibilidades: o bien deb¨ªa sacrificar lo que m¨¢s quer¨ªa, su hijo, o bien deb¨ªa eliminar del mundo al fruto del vientre del demonio, su hijo. Lo peor para Zaida es que esta enfermedad tiene un tratamiento y que cuando desaparezca el delirio ser¨¢ consciente de lo que ha hecho, como somos conscientes todos ahora de lo irracional de sus actos. Sabr¨¢ que era innecesario, se sabr¨¢ culpable pero ser¨¢ ella su peor v¨ªctima, como es ahora la madre de Zaida, como son ahora las madres de unos hijos asesinados absurdamente a manos de unos padres que no est¨¢n locos pero s¨ª llenos de odio y de maldad.
El 16 de julio una madre abandon¨® a su beb¨¦ reci¨¦n nacido en un contenedor. La buena voluntad ciudadana y el buen funcionamiento de los servicios p¨²blicos permitieron salvar la vida del ni?o y localizar a su madre. Esta mujer no parece una psic¨®pata, tampoco una enferma mental, tampoco parece que lo hiciera por odio¡ ?Por qu¨¦, entonces? ?Miedo? ?No pod¨ªa mantenerlo? Resulta dif¨ªcil hablar de maldad en este caso pero a todos se nos ocurren alternativas antes que dejarlo morir o matarlo.
Existe una delgada l¨ªnea que se nos escapa y como siempre que hablamos de delgadas l¨ªneas tendemos a posicionarnos bas¨¢ndonos en la especulaci¨®n. Debe dominar la cautela al establecer hip¨®tesis pues estar¨¢n plagadas de matices.
La estad¨ªstica es una ciencia ¡ªinexacta por manipulable¡ª tan ¨²til que lleva d¨¦cadas ayudando a prevenir masacres. Se debe utilizar para detectar esos elementos comunes que nos permitan realizar intervenciones. El camino es largo. Existe un final com¨²n y una heterogeneidad infinita en la partida y el proceso. Debemos evitar el reduccionismo. No existe un perfil ¨²nico: nobles y campesinos, catedr¨¢ticos y analfabetos, enfermos y sanos, hombres y mujeres, ricos y pobres, inmigrantes y nativos.
Los circuitos cerebrales que funcionan mal en enfermedades como el delirio se encuentran muy alejados de los implicados en el odio o en la falta de empat¨ªa. El diagn¨®stico no siempre se realiza a tiempo y el tratamiento no siempre es lo suficientemente r¨¢pido y eficaz. A d¨ªa de hoy, la ciencia no llega a todo. Puede curar o mejorar un mal sobrevenido, podemos intervenir en la enfermedad, en la locura, y lo conseguimos con mucha frecuencia aunque a veces se nos escapen casos como el de Zaida. Pero hay otros casos en los que no podemos intervenir: en la capacidad de hacer da?o, que existe, que no podemos negar, que todos llevamos dentro en mayor o menor medida, que nace de lo m¨¢s hondo de las tripas, eso que llamamos el mal.
Lola Mor¨®n Nozaleda es doctora en Psiquiatria
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