Crisis de r¨¦gimen
La situaci¨®n pol¨ªtica ha entrado en un callej¨®n sin salida que las elecciones generales no van a poder resolver
El cantado resultado de las elecciones catalanas ha supuesto la constataci¨®n p¨²blica de que el r¨¦gimen democr¨¢tico espa?ol ha entrado oficialmente en crisis, ante la imposibilidad de procesar pol¨ªticamente el mandato salido de las urnas. He escrito que ese mandato no se puede procesar pol¨ªticamente porque doy por supuesto que judicialmente mucho menos, pues no se puede enjuiciar ante ning¨²n alto tribunal, como le gustar¨ªa hacer a Rajoy, a los casi dos millones de catalanes que han elegido la ruptura anticonstitucional de Espa?a. As¨ª que la consabida apelaci¨®n al Estado de derecho, que es la lit¨²rgica jaculatoria con que este Gobierno de juristas por oposici¨®n pretende resolverlo todo, ya no sirve absolutamente de nada en este caso. Y eso indica que estamos ante una crisis pol¨ªtica abierta en toda regla.
Y es una crisis pol¨ªtica en un doble sentido. Ante todo en el sentido de Michel Dobry, que define la apertura de una crisis cuando quedan en suspenso las reglas de juego. Como ha ocurrido con los comicios del 27-S, cuyo mandato electoral internamente contradictorio no se puede atender ni dejar de atender porque no hay reglas previstas para ello. Por un lado, las han ganado las candidaturas independentistas en cuyo programa figura expresamente por primera vez la ruptura con Espa?a. De ah¨ª que sus representantes electos se sientan legitimados para elevar su demanda de secesi¨®n. Pero por otro lado, desde el punto de vista plebiscitario, las han perdido los mismos independentistas que reclamaban su car¨¢cter referendario, como ha reconocido expresamente la CUP al renunciar a la Declaraci¨®n Unilateral de Independencia. Por tanto, es un doble v¨ªnculo (double bind) como un templo, tal como fue definido por Bateson y Watzlawick: un mandato que no se puede atender ni desatender. Y no es extra?o que haya resultado as¨ª, dadas las falacias plebiscitarias que explicit¨¦ en mi tribuna del d¨ªa de las elecciones.
Ante tama?a contradicci¨®n electoral, de un resultado que decide a la vez s¨ª y no a la secesi¨®n, la ¨²nica salida l¨®gica ser¨ªa la negociaci¨®n pol¨ªtica para tratar de acordar un compromiso aceptable para ambas partes. Pero dada la naturaleza de la cultura pol¨ªtica espa?ola (?y catalana!), esa salida est¨¢ descartada porque los adversarios se niegan a negociar. Con lo cual llegamos a la segunda definici¨®n de crisis pol¨ªtica propuesta por Morlino, que se abre cuando los miembros de la coalici¨®n dominante no disponen de reglas (formales o informales) para resolver sus conflictos internos de poder. Es decir, la causa de la crisis no es la existencia de desacuerdos sino la ausencia de procedimientos para acordar los desacuerdos. Y es lo que pasa hoy, pues no hay manera de lograr que Rajoy y Mas acuerden sus desacuerdos.
El resultado es que el r¨¦gimen democr¨¢tico espa?ol ha entrado en una crisis sin posible salida aparente, pues no cabe esperar que las inmediatas elecciones generales sirvan para encontrar alguna soluci¨®n. Y es que se trata de una crisis pol¨ªtica que a la vez representa una crisis de r¨¦gimen, pues esa incapacidad de acordar los desacuerdos la venimos arrastrando desde 1980, cuando se expuls¨® a Su¨¢rez del poder por procedimientos extraelectorales. De ah¨ª que entre nosotros no pueda plantearse ni siquiera la gran coalici¨®n como ¨²ltimo remedio.
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