Al principio hubo hasta 60 reyes magos... y ninguno era negro
San Francisco de As¨ªs ide¨® el primer bel¨¦n para subrayar el nacimiento de un Jes¨²s pobre
Es cosa de risa, supongo. En todo debate religioso ¨Csobre todo, en torno al fundador cristiano- suele haber m¨¢s fe que raz¨®n, pero estas navidades han sido dignas de una pel¨ªcula de los Monty Python. Volvamos a La vida de Brian y se acab¨® la discusi¨®n. La disputa sobre si alguno de los reyes magos (?cu¨¢ntos fueron, por cierto, si es que existieron?) era una mujer, y sobre sus vestidos y regalos, e incluso si hicieron el famoso viaje desde Oriente hasta Bel¨¦n a caballo o en camello, no da para m¨¢s. La madre del pobre reci¨¦n nacido llamado Brian lo despacha en una escena genial: ¡°?Magos, ustedes, y acab¨¢is a las dos de la ma?ana en una cuadra? ?Fuera, fuera!¡±, les grita. ¡°Traemos regalos, se?ora¡±. ¡°?Haberlo dicho antes!¡±. Cuando los magos se van por donde han venido, la madre le dice al padre: ¡°Estaban como cabras, pero f¨ªjate lo que nos han dejado¡±.
En el relato evang¨¦lico, por cierto, no hay padre, nunca aparece Jos¨¦ en esa escena del pesebre, el buey y el asno. Peor a¨²n. Ni siquiera hubo burro ni pesebre, si hacemos caso al tercer tomo de la biograf¨ªa de Jes¨²s escrita nada menos que por el papa em¨¦rito Benedicto XVI, uno de los grandes te¨®logos cat¨®licos con el nombre civil de Joseph Ratzinger (La infancia de Jes¨²s, Editorial Planea. 2012). Recuerden el l¨ªo. Mejor dicho, releamos las iron¨ªas que se publicaron, tambi¨¦n en torno a la afirmaci¨®n de que Jes¨²s naci¨® en Bel¨¦n, y no en Nazaret, como sabe todo historiador que se precie. El propio Ratzinger entra en materia: ¡°Nazaret no era un lugar que hubiera recibido promesa alguna. Por eso, la respuesta que un futuro disc¨ªpulo de Jes¨²s, Felipe, ha dado a su compa?ero Natanael cuando este le comunica que aquel de quien escribieron los profetas lo hemos encontrado: Jes¨²s, hijo de Jos¨¦, de Nazaret. Pero, ?de Nazaret puede salir algo bueno?, replica Felipe¡±. Entre los evangelistas can¨®nicos, Mateo y Lucas escriben que Jes¨²s naci¨® en Bel¨¦n, y Marcos y Juan afirman que su venida al mundo ocurri¨® en Nazaret.
Dos tuiteros reflexionaron entonces con la misma gracia que ahora, o casi, en medio del bel¨¦n que se arm¨®, tambi¨¦n, con las dudas sobre si hab¨ªa, o no, bueyes y burros en el dichoso establo. En Espa?a existe esta expresi¨®n ¡ª?Y se arm¨® el bel¨¦n!¡ª para definir escandaleras de este tipo, que desatan en las redes sociales execraciones o bromas sin cuento. ¡°?Para qu¨¦ nacer en Lepe, pudiendo ser de Bilbao?¡±, dec¨ªa uno. Contestaba otro: ¡°Seamos universales: ?para qu¨¦ ser de Idaho pudiendo nacer en California?¡±. Un tercero pregunta: ¡°?Y d¨®nde aparc¨® su mula Jos¨¦? ?O es que la virgen Mar¨ªa, a punto de parir, tuvo que viajar a patita de Nazaret a Bel¨¦n?¡±.
En realidad, al papa Ratzinger le importaba poco el debate sobre los hechos. Partiendo de su idea de que se saben pocas cosas sobre Jes¨²s, le motiva m¨¢s el que los hechos coincidan con profec¨ªas de la Biblia. Si no coinciden, peor para los hechos. Si Jes¨²s hubiera nacido en Nazaret, una peque?a ciudad de Galilea antes de ¨¦l sin ninguna celebridad, ?c¨®mo casar el que descendiese de la casa de David? Tambi¨¦n se derrumbar¨ªa con estr¨¦pito la larga genealog¨ªa de Jos¨¦, el padre legal de Jes¨²s, que remonta hasta Ad¨¢n pasando por David y Salom¨®n. El fundador del cristianismo, qu¨¦ menos que emparentarse con reyes y compararse con el emperador Augusto.
Lo que se sabe de Jes¨²s cabe en unas l¨ªneas. El resto es leyenda, mito, teolog¨ªa
Sobre Jes¨²s hay cientos de miles de libros y en torno a 10.000 biograf¨ªas consideradas serias. Es l¨®gico si se tiene en cuenta que su nacimiento, pese a tener fecha dudosa, parte en dos la historia de una porci¨®n del mundo desde que el monje Dionisio el Exiguo propuso en el siglo VI ¡ªy el Papa impuso¡ª reemplazar la cronolog¨ªa romana, que contaba los d¨ªas a partir de la fundaci¨®n de Roma, por una cronolog¨ªa cristiana. Desde entonces, se cuentan los a?os por un antes y despu¨¦s de Cristo, aunque Dionisio se equivoc¨® algunos a?os en sus c¨¢lculos. Jes¨²s no escribi¨® una l¨ªnea y sus evangelistas (portadores de buenas noticias) no llegaron a conocerlo. Tampoco escribi¨® S¨®crates, pero el ateniense tuvo como bi¨®grafos a Jenofonte y a Plat¨®n. As¨ª que lo que se sabe de Jes¨²s cabe en unas l¨ªneas. Que existi¨®. Que era de Nazaret. Que fue un predicador incendiario. Que suscit¨® el odio de los jefes jud¨ªos, que lograron que el gobernador de Judea, el romano Poncio Pilato, lo condenara a muerte. Que fue crucificado a las afueras de Jerusal¨¦n. Que se dijo despu¨¦s que hab¨ªa resucitado. El resto es leyenda, mito, teolog¨ªa.
Pongamos los Reyes Magos. Ni siquiera se sabe cu¨¢ntos fueron. El Evangelio de Mateo dice que tres; en la Iglesia siria tuvieron una docena (reflejo de los 12 ap¨®stoles y las 12 tribus de Israel), y en la copta contaron hasta 60. Seg¨²n el escritor Jes¨²s Bastante, en los dos primeros siglos solo fueron magos. Cuando la pr¨¢ctica de la magia le pareci¨® pecaminosa a la jerarqu¨ªa del cristianismo romano ¡ª?la de brujas que mand¨® quemar!¡ª, pasaron a ser reyes, los Reyes Magos. Tres. El primero que los convirti¨® en reyes fue Tertuliano, quien descubri¨® en el Antiguo Testamento un pasaje que aseguraba que unos reyes acudir¨ªan a ver al Mes¨ªas poco despu¨¦s de su nacimiento. San Agust¨ªn, bas¨¢ndose en evangelios ap¨®crifos, indic¨® que los magos hab¨ªan llegado hasta Bel¨¦n en dromedarios.
Hasta el siglo XVI, los reyes magos fueron todos de raza blanca. Por necesidades ecum¨¦nicas, el Vaticano se vio forzado a identificarlos con los tres hijos de No¨¦, las tres partes del mundo conocido y las tres razas que lo ocupaban hasta entonces. As¨ª, Melchor, europeo, simboliza a los herederos de Jafet; Gaspar, asi¨¢tico, a los semitas; y el rey negro Baltasar, a los camitas o africanos.
Respecto a los belenes con sus animalitos y el pesebre, fue san Francisco de As¨ªs el primero en construir uno en la Navidad de 1223. Era una casita de paja a modo de portal, que subrayaba el nacimiento de un Jes¨²s pobre entre los pobres. La imponente autoridad moral del franciscano, patrono de los animales y que da nombre a la gran ciudad de California, extendi¨® pronto el mito por Europa y Am¨¦rica.
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