¡°?Ha sido un tost¨®n!¡±
La sesi¨®n de investidura, sin fervor, content¨® solo a los aliados
El lenguaje no verbal delataba en el esca?o a los dos principales aludidos ¡ªy pretendidos¡ª por el candidato Pedro S¨¢nchez: su ¨²nico socio, Albert Rivera, y el frustrado, Pablo Iglesias. El l¨ªder de Ciudadanos escuch¨® con apreciable agrado el discurso del socialista, asintiendo en varias ocasiones con la cabeza, aunque sin aplaudir. El secretario general de Podemos no par¨®, en cambio, de evidenciar su desacuerdo: con negaciones, aspavientos y risas compartidas con su n¨²mero dos, ??igo Errej¨®n, sentado a su lado, quien nada m¨¢s terminar la primera jornada de la investidura reconoc¨ªa en el pasillo su decepci¨®n encogiendo los hombros: ¡°Esper¨¢bamos algo m¨¢s¡±.
Hab¨ªa en el ambiente del Congreso, a mediod¨ªa, antes de que comenzara la sesi¨®n, cierta expectaci¨®n con la idea de que S¨¢nchez sorprendiera con alguna oferta de ¨²ltima hora o un as en la manga para revertir la mayor¨ªa absoluta de votos en contra que atesora para su candidatura a presidente. En los pasillos, todo tipo de quinielas, que algunos diputados socialistas incluso no dudaban en alimentar. No fue as¨ª y los dirigentes de Podemos, los principales interpelados, se reafirmaron c¨®modos en su voto negativo tras escuchar al candidato. Los parlamentarios del partido emergente fueron muy disciplinados durante la intervenci¨®n del socialista: tomaron nota en sus libretas, aunque en los 90 minutos largos de discurso pocos pudieron evitar distraerse con el tel¨¦fono m¨®vil (en ese caso, como el resto de sus se?or¨ªas). Iglesias y los suyos solo aplaudieron una vez: en un gesto ¡°ir¨®nico¡±, como lo describi¨® despu¨¦s Errej¨®n, palmearon el agradecimiento de S¨¢nchez a Rivera y su partido por su disposici¨®n al acuerdo.
El hemiciclo reluc¨ªa completo, con los representantes apretujados en las bancadas, debido a los senadores que acudieron a la sesi¨®n y fueron acomodados en sillas adyacentes a los sillones de cuero de los diputados. No faltaba nadie, ni siquiera Pedro G¨®mez de la Serna, el diputado expulsado del PP por estar investigado por corrupci¨®n, y que reapareci¨® en la C¨¢mara Baja ocupando su sitio en el Gallinero, como parte del Grupo Mixto, justo tras el portavoz de Izquierda Unida, Alberto Garz¨®n. El lleno no provoc¨® tensi¨®n: los diputados socialistas aplaudieron y los del PP abuchearon, seg¨²n el guion, pero el entusiasmo se apreci¨® algo actuado.
En la bancada popular la hora y media de palabras de S¨¢nchez pareci¨® hacerse larga y a ratos molesta, aun sabiendo de su previsible fracaso. ¡°?Qu¨¦ falt¨®n!¡±, se escuch¨® entre las filas del PP cuando el candidato del PSOE aludi¨® a los problemas de corrupci¨®n. Mariano Rajoy escuch¨® impasible, aunque arque¨® la ceja en gesto de reprobaci¨®n ante algunas acusaciones del socialista. El sentir del PP lo resumi¨® la vicepresidenta del Gobierno, Soraya S¨¢enz de Santamar¨ªa, en una confesi¨®n a un periodista en el pasillo: ¡°?Ha sido un tost¨®n!¡±
Un enjambre de informadores (hasta 800 profesionales) y muchos invitados en la tribuna completaron la sesi¨®n de investidura del tercer candidato socialista de la democracia. El l¨ªder del PSOE se acompa?¨® de sus padres, Pedro S¨¢nchez y Magdalena P¨¦rez-Castej¨®n, y su mujer, Bego?a G¨®mez. Los presidentes de Castilla- La Mancha, Extremadura y Comunidad Valenciana y los l¨ªderes sindicales asistieron como p¨²blico. Al final, solo dos hombres terminaron con visible satisfacci¨®n una sesi¨®n sin fervor: los ¨²nicos aliados, S¨¢nchez, y Rivera, que se despidieron sellando su acuerdo en minor¨ªa con un apret¨®n de manos.
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