La otra mirada
He podido comprobar el valiente y comprometido trabajo que muchos voluntarios espa?oles realizan sin descanso y en alg¨²n caso, con cierto riesgo
Desde hace mucho tiempo, demasiado, nuestra sociedad vive consternada ante lo que Organismos Internacionales, ONGs, y colectivos sociales de todo el mundo han denominado como la ¡°mayor tragedia humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial¡±: el drama de miles y miles de personas, que huyendo de la guerra, violaciones y genocidios, han llamado a las puertas de Europa en busca de paz, prosperidad y un futuro digno para ellos y sus hijos.
Quieren ¡°refugiarse¡± entre nosotros, europeos, en una Europa que pretende erigirse como valedora de la libertad, de la tolerancia, progreso y seguridad. Quieren huir de la desolaci¨®n, humillaci¨®n y persecuci¨®n, de los abusos indiscriminados que de forma recurrente y sistem¨¢tica, los Estados fallidos de donde provienen, ejercen cruelmente contra ellos.
Y vienen, entre otras cosas, ampar¨¢ndose en las reglas de juego que nosotros mismos y toda la Comunidad Internacional hemos querido establecer como garante de la dignidad del ser humano dentro de nuestras sociedades: la Declaraci¨®n Universal de los Derechos Humanos que la Asamblea General de Naciones Unidas aprob¨® el 10 de Diciembre de 1948, tras ser precisamente Europa, escenario de las mismas atrocidades de las que ahora ellos, desesperadamente, quieren escapar; y la Convenci¨®n de Ginebra sobre el Estatuto de los Refugiados y su Protocolo adicional.
Y de esta desesperaci¨®n he podido ser testigo, en estos d¨ªas, tras realizar una vista al puerto de Pireo y a otros campos de refugiados en Atenas. Quer¨ªa conocer y evaluar por m¨ª mismo y por mi condici¨®n de responsable pol¨ªtico, la dram¨¢tica realidad que d¨ªa a d¨ªa nos muestran los medios de comunicaci¨®n. Quer¨ªa fundamentar mi criterio, en relaci¨®n con esta tragedia, no por informes, acuerdos o convenios, sino por la vivencia experimental que siempre nos proporciona nuestros sentidos. Creo firmemente en la potencialidad de nuestros ojos para saber ¡°ver¡± y en nuestros o¨ªdos para aprender a ¡°escuchar¡± y a partir de ah¨ª, construir pensamiento y opini¨®n.
Gracias a la disposici¨®n de ACNUR, con quien coordinamos la visita y a la ayuda sobre el terreno de las ONGs espa?olas que trabajan all¨ª, como la Asociaci¨®n REMAR, MENSAJEROS DE LA PAZ y C?RITAS, pude alcanzar los fines que buscaba, ya que nos proporcionaron informaci¨®n detallada sobre el contexto pol¨ªtico y social que condiciona la situaci¨®n de los m¨¢s de 50.000 refugiados que hoy en d¨ªa est¨¢n repartidos por la pen¨ªnsula hel¨¦nica; de la coordinaci¨®n y funcionamiento de los campos m¨¢s o menos oficiales; sobre la convivencia entre los distintos grupos, etnias o nacionalidades y en definitiva, sobre la situaci¨®n humana a la que d¨ªa a d¨ªa cada uno de ellos, hombres, mujeres y ni?os, tienen que enfrentarse.
As¨ª he podido comprobar el valiente y comprometido trabajo que muchos voluntarios espa?oles realizan sin descanso y en alg¨²n caso, con cierto riesgo. Sin duda alguna, son los verdaderos embajadores de la solidaridad que nos caracteriza como sociedad.
El esfuerzo que realizan no s¨®lo se refleja en el mantenimiento de una operativa, de una estructura que permita una correcta organizaci¨®n en los turnos de comidas, en las improvisadas escuelas o en alojamientos; sino que es especialmente sentida en la expresi¨®n, en las sonrisas c¨®mplices y de confianza que todos los refugiados descansan sobre los hombros de estas extraordinarias personas.
A ellos, a los que pude conocer y a los que s¨¦ que est¨¢n ah¨ª entregando lo mejor de ellos mismos, mi m¨¢s sincero reconocimiento.
Tras las intensas horas que pas¨¦ junto a los refugiados, percibiendo el drama que les rodea, observando el deambular sin tiempo ni horizonte entre los l¨ªmites de sus recintos y escuchando sus tr¨¢gicas historias y sus temores hacia un futuro muy incierto, pude, finalmente, cambiar mi mirada para encontrarme con h¨¦roes, con personas que merecen nuestra mayor consideraci¨®n, respeto y dignidad. All¨ª estaban, en tierra desconocida, contra viento y marea, salvando sus vidas y luchando para que sus hijos tengan la alegr¨ªa de una infancia segura y un destino pr¨®spero y en paz.
Desde Espa?a, desde Europa, los l¨ªderes pol¨ªticos tenemos la obligaci¨®n de hacer cuanto est¨¦ en nuestras manos para aliviar esta situaci¨®n. Debemos demostrar que Europa es mucho m¨¢s que un concepto o un ideal. Es un hecho manifiesto que hoy, la Uni¨®n Europea se enfrente a una de sus mayores crisis y que, ante este contexto, urge dotarse de una pol¨ªtica com¨²n de migraci¨®n y asilo, capaz de asegurar la seguridad de nuestras fronteras, a la vez que gestionar y diferenciar el asilo de la inmigraci¨®n econ¨®mica. Ser¨ªa un grav¨ªsimo error convertir en papel mojado los valores de solidaridad y libertad que han inspirado sus tratados y su raz¨®n de ser.
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